Para colaborar con las autoridades locales en la lucha contra el crimen organizado y el terrorismo
El Ejército de EE.UU. se entrena para librar complejas batallas en el interior de las principales megalópolis del país
![[Img #9265]](upload/img/periodico/img_9265.jpg)
Los recientes sucesos de Dallas, en los que cinco policías han sido asesinados por un francotirador, han hecho recordar un reciente informe de la revista “Army Times”, especialmente dirigida a los militares norteamericanos, que revelaba que el Ejército de Estados Unidos lleva varios meses entrenándose para librar batallas en las grandes megaciudades del país, no contra otros ejércitos sino para colaborar con las autoridades locales en la lucha contra el crimen organizado, los extremismos y el terrorismo, tanto interno como externo.
“Cuando el Ejército norteamericano mira hacia el futuro se ve actuando en las grandes megalópolis en expansión, en densos espacios congestionados en los que los grupos criminales y extremistas florecen casi sin ser detectados por las autoridades, aunque pueden alcanzar elevados niveles de poder al mismo tiempo que socavan la autoridad del Estado democrático”, afirma la revista
El Pentágono está convencido de que las urbes cada vez más sobrecargadas del futuro serán el próximo gran campo de batalla. El problema desde el punto de vista de los estrategas militares es que hasta la fecha ningún ejército ha luchado nunca en el interior de una ciudad de ese tamaño, más aún si se tiene en cuenta el grado de sofisticación y complejidad que los potenciales enemigos están demostrando poder alcanzar. En este sentido, los responsables militares de Washington saben que, cada vez en mayor medida, las fuerzas de seguridad de las más importantes capitales del país, a las que deberán dotar de asistencia o, incluso, a las que tendrán que poner bajo su mando, habrán de enfrentarse a ataques con armas extremadamente sofisticadas, con artefactos de ataque químico o biológico o, incluso, nuclear.
Las previsiones demográficas mundiales para 2030 indican que, en esa fecha, el 60% de los seres humanos del planeta vivirá en una urbe de gran tamaño. Raymond T. Odierno, actual jefe del Estado Mayor de Estados Unidos, ya ha afirmado que “es inevitable que en algún momento se recurrirá al Ejército de los Estados Unidos para operar en una megaciudad, y en la actualidad el Ejército no está preparado para hacerlo ". “Hay que tener en cuenta”, explica Odierno, “que los problemas que se encuentran en las grandes ciudades -tasas de crecimiento explosivo, creciente disparidad de ingresos y entornos de seguridad cada vez más complicados- son problemas que exigirán bajar a tierra y tomar medidas a pie de calle”.
Para imaginar cómo sería una intervención de este tipo, el Pentágono simuló un “juego de guerra” en el que la Armada debía combatir en un ámbito urbano de alta complejidad contra una serie de enemigos que ponían en jaque la pacífica convivencia de los ciudadanos.
En el juego, un Equipo Rojo, que representaba a los grupos armados y organizaciones terroristas que ponían contra las cuerdas a las instituciones y la convivencia democrática, puso en práctica varias estrategias para poner vencer a los representantes del Ejército: sofisticados ataques con virus informáticos, tácticas ofensivas de guerra electrónica, manipulación de datos, desórdenes públicos, etc. Y el resultado de la batalla simulada fue de un auténtico fracaso para la Armada: la rotura de una presa ficticia provocó un enorme desastre humanitario, cayeron partes fundamentales de la administración local y los grupos armados camparon a sus anchas sin que nada ni nadie les hiciera frente.
El teniente general Herbert Raymond McMaster, responsable de la interpretación de la simulación, explicó que el juego había demostrado que la infantería debe aprender a ampliar su capacidad de acción, que debe ser más autónoma y, sobre todo, más rápida y eficaz. Por ello, Mcmaster señaló que, para los próximos años, los escuadrones de infantería habrán de tener acceso al apoyo aéreo, así como capacidad de acceder a vídeos en tiempo real que muestren el estado de la situación en las diferentes marcas geográficas. “Una de las cosas más importantes será la capacidad de fuego que puedan alcanzar los escuadrones, especialmente con armas disparadas desde el hombro, así como el desarrollo de plataformas móviles o voladoras –¿drones?- que sean capaces de incrementar el fuego de precisión”.
En sus tácticas de juego, el Ejército también utilizó chorros de energía dirigida (armas láser o de energía electromagnética) que permitieron a los soldados reducir sus necesidades logísticas e interferir en la capacidad de ataque con misiles de los enemigos.
El teniente general Herbert Raymond McMaster, tras la experiencia, anunció una de sus principales conclusiones: “Para luchar contra el enemigo urbano del futuro, drones o aviones pueden ser de mucha ayuda, pero la victoria final solamente llegará a pie de tierra. Para obligar verdaderamente a los enemigos, se necesita a seres humanos en contacto con otros seres humanos”.
Pero no solamente el Ejército estadounidense es de la opinión de que las ciudades serán los grandes campos de batalla del mañana. Hace apenas un año, el ejército australiano publicó su "Informe sobre las guerras terrestres del futuro", que llegó a muchas de las mismas conclusiones, y de las mismas preocupaciones, que el estudio norteamericano. Los militares australianos escribieron en este estudio que “la aparición cada vez en mayor medida en las ciudades de zonas no reguladas, o territorios fuera de control en los que las leyes y las normas no se aplican, ofrece un refugio potencial para el crimen organizado, para los terroristas y para los insurgentes, a partir de los cuales se pueden organizar y operaciones de ataque al ordenamiento legal”.
Al otro lado del Atlántico y del Pacífico, fuentes de la inteligencia francesa han revelado que las fuerzas de seguridad francesas se están preparando para afrontar “masivos disturbios civiles, protagonizados por inmigrantes radicalizados apoderándose de barrios enteros”.
Según dichas fuentes, el ejército francés está preparando ya planes de contingencia para, llegado el caso, “reconquistar el territorio nacional” y recuperar áreas enteras en las ciudades, en el caso de que la población inmigrante obtenga armas y se convierta en “abiertamente hostil” a las autoridades.
“Hay un montón de jóvenes inmigrantes de cuarta generación muy enojados por su situación y la perspectiva de radicalización es cada vez más probable”, han explicado algunos de estos confidentes al periódico británico “The Telegraph”. Según dichas fuentes, “redes altamente organizadas de militantes islamistas han estado adquiriendo de contrabando rifles automáticos Kalashnikov y misiles anti-tanque, que ya han introducido en Francia”.
Los recientes sucesos de Dallas, en los que cinco policías han sido asesinados por un francotirador, han hecho recordar un reciente informe de la revista “Army Times”, especialmente dirigida a los militares norteamericanos, que revelaba que el Ejército de Estados Unidos lleva varios meses entrenándose para librar batallas en las grandes megaciudades del país, no contra otros ejércitos sino para colaborar con las autoridades locales en la lucha contra el crimen organizado, los extremismos y el terrorismo, tanto interno como externo.
“Cuando el Ejército norteamericano mira hacia el futuro se ve actuando en las grandes megalópolis en expansión, en densos espacios congestionados en los que los grupos criminales y extremistas florecen casi sin ser detectados por las autoridades, aunque pueden alcanzar elevados niveles de poder al mismo tiempo que socavan la autoridad del Estado democrático”, afirma la revista
El Pentágono está convencido de que las urbes cada vez más sobrecargadas del futuro serán el próximo gran campo de batalla. El problema desde el punto de vista de los estrategas militares es que hasta la fecha ningún ejército ha luchado nunca en el interior de una ciudad de ese tamaño, más aún si se tiene en cuenta el grado de sofisticación y complejidad que los potenciales enemigos están demostrando poder alcanzar. En este sentido, los responsables militares de Washington saben que, cada vez en mayor medida, las fuerzas de seguridad de las más importantes capitales del país, a las que deberán dotar de asistencia o, incluso, a las que tendrán que poner bajo su mando, habrán de enfrentarse a ataques con armas extremadamente sofisticadas, con artefactos de ataque químico o biológico o, incluso, nuclear.
Las previsiones demográficas mundiales para 2030 indican que, en esa fecha, el 60% de los seres humanos del planeta vivirá en una urbe de gran tamaño. Raymond T. Odierno, actual jefe del Estado Mayor de Estados Unidos, ya ha afirmado que “es inevitable que en algún momento se recurrirá al Ejército de los Estados Unidos para operar en una megaciudad, y en la actualidad el Ejército no está preparado para hacerlo ". “Hay que tener en cuenta”, explica Odierno, “que los problemas que se encuentran en las grandes ciudades -tasas de crecimiento explosivo, creciente disparidad de ingresos y entornos de seguridad cada vez más complicados- son problemas que exigirán bajar a tierra y tomar medidas a pie de calle”.
Para imaginar cómo sería una intervención de este tipo, el Pentágono simuló un “juego de guerra” en el que la Armada debía combatir en un ámbito urbano de alta complejidad contra una serie de enemigos que ponían en jaque la pacífica convivencia de los ciudadanos.
En el juego, un Equipo Rojo, que representaba a los grupos armados y organizaciones terroristas que ponían contra las cuerdas a las instituciones y la convivencia democrática, puso en práctica varias estrategias para poner vencer a los representantes del Ejército: sofisticados ataques con virus informáticos, tácticas ofensivas de guerra electrónica, manipulación de datos, desórdenes públicos, etc. Y el resultado de la batalla simulada fue de un auténtico fracaso para la Armada: la rotura de una presa ficticia provocó un enorme desastre humanitario, cayeron partes fundamentales de la administración local y los grupos armados camparon a sus anchas sin que nada ni nadie les hiciera frente.
El teniente general Herbert Raymond McMaster, responsable de la interpretación de la simulación, explicó que el juego había demostrado que la infantería debe aprender a ampliar su capacidad de acción, que debe ser más autónoma y, sobre todo, más rápida y eficaz. Por ello, Mcmaster señaló que, para los próximos años, los escuadrones de infantería habrán de tener acceso al apoyo aéreo, así como capacidad de acceder a vídeos en tiempo real que muestren el estado de la situación en las diferentes marcas geográficas. “Una de las cosas más importantes será la capacidad de fuego que puedan alcanzar los escuadrones, especialmente con armas disparadas desde el hombro, así como el desarrollo de plataformas móviles o voladoras –¿drones?- que sean capaces de incrementar el fuego de precisión”.
En sus tácticas de juego, el Ejército también utilizó chorros de energía dirigida (armas láser o de energía electromagnética) que permitieron a los soldados reducir sus necesidades logísticas e interferir en la capacidad de ataque con misiles de los enemigos.
El teniente general Herbert Raymond McMaster, tras la experiencia, anunció una de sus principales conclusiones: “Para luchar contra el enemigo urbano del futuro, drones o aviones pueden ser de mucha ayuda, pero la victoria final solamente llegará a pie de tierra. Para obligar verdaderamente a los enemigos, se necesita a seres humanos en contacto con otros seres humanos”.
Pero no solamente el Ejército estadounidense es de la opinión de que las ciudades serán los grandes campos de batalla del mañana. Hace apenas un año, el ejército australiano publicó su "Informe sobre las guerras terrestres del futuro", que llegó a muchas de las mismas conclusiones, y de las mismas preocupaciones, que el estudio norteamericano. Los militares australianos escribieron en este estudio que “la aparición cada vez en mayor medida en las ciudades de zonas no reguladas, o territorios fuera de control en los que las leyes y las normas no se aplican, ofrece un refugio potencial para el crimen organizado, para los terroristas y para los insurgentes, a partir de los cuales se pueden organizar y operaciones de ataque al ordenamiento legal”.
Al otro lado del Atlántico y del Pacífico, fuentes de la inteligencia francesa han revelado que las fuerzas de seguridad francesas se están preparando para afrontar “masivos disturbios civiles, protagonizados por inmigrantes radicalizados apoderándose de barrios enteros”.
Según dichas fuentes, el ejército francés está preparando ya planes de contingencia para, llegado el caso, “reconquistar el territorio nacional” y recuperar áreas enteras en las ciudades, en el caso de que la población inmigrante obtenga armas y se convierta en “abiertamente hostil” a las autoridades.
“Hay un montón de jóvenes inmigrantes de cuarta generación muy enojados por su situación y la perspectiva de radicalización es cada vez más probable”, han explicado algunos de estos confidentes al periódico británico “The Telegraph”. Según dichas fuentes, “redes altamente organizadas de militantes islamistas han estado adquiriendo de contrabando rifles automáticos Kalashnikov y misiles anti-tanque, que ya han introducido en Francia”.