Cataluña e inmigración
Dos graves problemas atenazan a día de hoy la política y sociedad españolas que pueden acarrear un serio disgusto malquistando la convivencia y acarreando situaciones de enfrentamiento entre la población.
Cataluña vive una situación que podríamos denominar, a fuer de ser sinceros, de incendiaria, caótica y bochornosa; el tiempo sigue su curso y nadie es capaz o quiere cortar o desatar ese auténtico nudo gordiano en el que se ha convertido Cataluña.
La situación catalana es un potente disolvente que tiempo ha lo empapa todo, en especial la armonía y la economía. Presenta, sin caer en alarmismos, un cariz sumamente preocupante.
La emigración ilegal es el segundo motivo de máxima tensión. Dos factores han incidido en su desmesurado aumento, a saber: el cambio de gobierno en España y el portazo de Italia a una emigración que hizo saltar todas las alarmas en el país transalpino, en especial en el sur.
Vemos como día sí, día también, cientos de emigrantes africanos llegan a las costas andaluzas. El Ministerio del Interior acaba de publicar que a 15 de noviembre son 50.000 los migrantes que han llegado a lo largo de este año con lo que ello supone. Veremos dentro de muy poco el efecto real que al respecto ha supuesto la reciente cumbre mundial celebrada en Marrakech pero que no augura nada bueno ya que se trata simplemente de un parche, un apósito. Andalucía y por ende el resto de España no pueden ni deben convertirse en una segunda Italia.
Por si fuera poco, una tercera espada de Damocles, algo más alejada que las otras dos, se cierne sobre España y es el lento pero progresivo deterioro de la economía; todos los indicadores advierten de su empeoramiento bien por causas propias, bien por la coyuntura internacional o la suma de ambas.
Caso que no solucionemos los dos primeros problemas y debamos añadir el tercero, el resultado sería lo que se llama una tormenta perfecta.
Los poderes públicos deben ponerse manos a la obra, llegar a consensos que aminoren, resuelvan esos tres asuntos que son motivo de creciente preocupación en la sociedad. Les hemos otorgado nuestra confianza y deben estar a la altura de las circunstancias. Nosotros los elegimos y nosotros los retiramos de la escena pública.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria
Dos graves problemas atenazan a día de hoy la política y sociedad españolas que pueden acarrear un serio disgusto malquistando la convivencia y acarreando situaciones de enfrentamiento entre la población.
Cataluña vive una situación que podríamos denominar, a fuer de ser sinceros, de incendiaria, caótica y bochornosa; el tiempo sigue su curso y nadie es capaz o quiere cortar o desatar ese auténtico nudo gordiano en el que se ha convertido Cataluña.
La situación catalana es un potente disolvente que tiempo ha lo empapa todo, en especial la armonía y la economía. Presenta, sin caer en alarmismos, un cariz sumamente preocupante.
La emigración ilegal es el segundo motivo de máxima tensión. Dos factores han incidido en su desmesurado aumento, a saber: el cambio de gobierno en España y el portazo de Italia a una emigración que hizo saltar todas las alarmas en el país transalpino, en especial en el sur.
Vemos como día sí, día también, cientos de emigrantes africanos llegan a las costas andaluzas. El Ministerio del Interior acaba de publicar que a 15 de noviembre son 50.000 los migrantes que han llegado a lo largo de este año con lo que ello supone. Veremos dentro de muy poco el efecto real que al respecto ha supuesto la reciente cumbre mundial celebrada en Marrakech pero que no augura nada bueno ya que se trata simplemente de un parche, un apósito. Andalucía y por ende el resto de España no pueden ni deben convertirse en una segunda Italia.
Por si fuera poco, una tercera espada de Damocles, algo más alejada que las otras dos, se cierne sobre España y es el lento pero progresivo deterioro de la economía; todos los indicadores advierten de su empeoramiento bien por causas propias, bien por la coyuntura internacional o la suma de ambas.
Caso que no solucionemos los dos primeros problemas y debamos añadir el tercero, el resultado sería lo que se llama una tormenta perfecta.
Los poderes públicos deben ponerse manos a la obra, llegar a consensos que aminoren, resuelvan esos tres asuntos que son motivo de creciente preocupación en la sociedad. Les hemos otorgado nuestra confianza y deben estar a la altura de las circunstancias. Nosotros los elegimos y nosotros los retiramos de la escena pública.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria