De cómo el nacionalismo ha tejido su red para la destrucción de España (IV)
“Agrupémonos todos bajo una bandera, fundemos sociedades puramente vascongadas, escribamos periódicos vascongados, creemos teatros vascongados, escuelas vascongadas y hasta instituciones benéficas vascongadas. Que todo cuanto vean nuestros ojos, oigan nuestros oídos, hable nuestra boca, escriban nuestras manos, piensen nuestras inteligencias y sientan nuestros corazones sea vascongado” (Sabino Arana)
Como hemos visto en los artículos anteriores de esta serie, lo que el nacionalismo vasco pretendía como prioridad era forjar los pilares sociológicos y culturales que sostuvieran la idea de nación y su justificación en el imaginario colectivo. Era crear un constructo artificial pero bien configurado en la cosmovisión del llamado pueblo vasco para que penetrara con fuerza el concepto de nacionalidad, y así caminar hacia la independencia como si fuera una religión, emulando la marcha de los judíos a la tierra prometida tras recibir Moisés las tablas de la ley de Dios.
Ese concepto de éxodo del pueblo prometido tenía a la escuela como vehículo fundamental y al adoctrinamiento como instrumento que tenía su soporte en la lengua; la cual sustituiría a la idea de una raza justificadora de la voz nación vasca; cuando ya no fuera admisible ese elemento falsamente identitario tras el exterminio de los judíos en la Alemania nazi: la idea de raza.
Maitane Ostolaza Porqueres es una voz muy autorizada en la investigación del fenómeno independentista vasco, y dice lo siguiente:
“El nacionalismo vasco, en su pretensión de generar y fortalecer una identidad colectiva nacional, no sólo limitó su actuación al ámbito educativo formal (o escolar). Su radio de influencia hubiera quedado demasiado reducido. De ahí que pretendiera llegar más lejos abarcando también, y, sobre todo, el ámbito informal o no formal, convirtiendo a toda la sociedad vasca en potencial sujeto de educación: mujeres, niños, jóvenes, trabajadores, etc. Se trataba de extender la acción nacionalizadora al máximo número de personas y durante el mayor tiempo posible para que el trabajo iniciado por la escuela, o como complemento de la misma, se prolongara indefinidamente. Había que sumar voluntades al campo nacionalista a fin de construir una comunidad homogénea y con un fuerte sentido identitario, susceptible de convertirse en el embrión del futuro Estado vasco. Para lograrlo, el PNV concibió un amplio programa cultural que contemplaba desde la creación de centros y asociaciones de diverso tipo dependientes del partido hasta la habilitación de canales de sociabilidad propios para reforzar el ‘nosotros’ nacionalista o el empleo de los medios de propaganda más modernos, como la prensa o el teatro, con el objeto de difundir el mensaje nacionalista a sectores cada vez más amplios de la población”
La idea nacionalista es ultraderechista por naturaleza porque es totalizadora. No concibe la sociedad como pluralidad sino trata de crear una uniformidad y tiene una visión hegemónica de las expresiones culturales, sociales y políticas. Por eso, el PNV confundía la idea de nación vasca con la del partido, entendido como única fórmula posible para configurar el proceso de independencia. El tener que tolerar otras expresiones solamente es un episodio o fase para el logro del fin último que es la nación vasca, Euskalherria.
La izquierda en sus diversas expresiones converge en un lugar político común porque coincide en la idea de fragmentación de la nación original, España, en tanto y cuanto como efecto de dicha división del territorio común para caminar hacia la idea de pueblos federados, se logra un control más directo sobre las clases trabajadoras, y, a la postre, el socialismo. Es decir, unos y otros aprovechan el fenómeno fragmentario con fines distintos, pero con intereses convergentes. Y en esto hay teorías diversas en cuanto a las motivaciones de fondo y a la mano que dirige esta dinámica, como el diseño mundialista que liquida a naciones históricas, y la confabulación sionista. Pero este no es el tema que sustenta este trabajo, por lo que no ahondaré en el mismo, por ahora.
En 1934, firma Ezkibel un exordio titulado “Buzkerea, Euzkerea” en el que señala claramente la importancia del vascuence en ese diseño de destrucción de la unidad española y la construcción sociológica de la nueva nación vasca:
“Hablando del euzkera [sic] en la escuela vasca, habíamos pensado que la pérdida del alma vasca había precedido a la desaparición del euskera; que la rehabilitación de éste dependía de la resurrección de aquella, no de tales o cuales leyes generales dependientes de la lingüística; que la vida del euskera nos era entrañablemente grata, incuestionablemente necesaria como objetivo nacional, pero también como sistema revelado de resurgimiento irracional. Y para esto último venía la escuela vasca”
De donde se infiere que el euskera era fundamental para crear la conciencia nacionalista y la cosmovisión ideológica que sustentara el proyecto secesionista.
Y para ese objetivo la escuela era fundamental:
“Se trataba de hacer de la escuela política, en el sentido elevado de esa palabra. Escuela de ideal nacional, de reconstrucción nacional, de propósito nacionalizador, de cultura diferencialista.”
La relación entre escuela y política adquiría una idea unívoca de lo que habría de ser el adoctrinamiento como modelo; la modelación del sustrato cognitivo de las nuevas generaciones.
“Queríamos establecer una consecuencia directa, lógica, entre la declaración doctrinal nacionalista -al parecer cordialmente arraigada- y su aplicación práctica a uno de los problemas nacionales, la educación”
No hay que decir mucho más de cómo se vislumbraba la acción nacionalista en la escuela ni sobre la lógica de la utilización instrumental de los niños a dicho efecto.
“Porque ¿podríamos hablar de educación vasca si el nacionalismo no llevara en sí mismo la exigencia de una formación ideológica y sentimental adecuada? Y si, en el orden político, la doctrina nacionalista no tuviera más alcance en su realización, que las posibilidades que de antemano se puedan prever o hubiera de atemperarse el sentimiento de los elementos retardatarios y de los alienígenas ¿tendríamos nacionalismo?
Dejaba claramente definida la voluntad de imposición de un credo, como si fuera una religión, en la escuela, pesare a quien pesare, y por la fuerza si fuera menester. La prioridad de la instrumentalización de la escuela con el fin adoctrinador era cuestión vital para el nacionalismo. Solo así se puede entender la evolución que se ha comprobado del caballo de Troya nacionalista en la ocupación de los espacios escolares y en la albañilería conceptual y cognitiva en los cerebros de los muchachos.
Y, por si no hubiera quedado suficientemente claro, terminaba:
“Cada planta su cultivo; cada nación, su sistema educativo.”
Hubiera sido lógico si Euskadi, Euskalherria, Vasconia, o como se llame, fuera una nación. Pero la historiografía deja claro que la única nación es España, se mire desde la óptica que se mire, salvo que se invente una nueva historia, como se ha tratado de hacer a la vista de los textos escolares. Pero eso es materia de otro trabajo.
“Agrupémonos todos bajo una bandera, fundemos sociedades puramente vascongadas, escribamos periódicos vascongados, creemos teatros vascongados, escuelas vascongadas y hasta instituciones benéficas vascongadas. Que todo cuanto vean nuestros ojos, oigan nuestros oídos, hable nuestra boca, escriban nuestras manos, piensen nuestras inteligencias y sientan nuestros corazones sea vascongado” (Sabino Arana)
Como hemos visto en los artículos anteriores de esta serie, lo que el nacionalismo vasco pretendía como prioridad era forjar los pilares sociológicos y culturales que sostuvieran la idea de nación y su justificación en el imaginario colectivo. Era crear un constructo artificial pero bien configurado en la cosmovisión del llamado pueblo vasco para que penetrara con fuerza el concepto de nacionalidad, y así caminar hacia la independencia como si fuera una religión, emulando la marcha de los judíos a la tierra prometida tras recibir Moisés las tablas de la ley de Dios.
Ese concepto de éxodo del pueblo prometido tenía a la escuela como vehículo fundamental y al adoctrinamiento como instrumento que tenía su soporte en la lengua; la cual sustituiría a la idea de una raza justificadora de la voz nación vasca; cuando ya no fuera admisible ese elemento falsamente identitario tras el exterminio de los judíos en la Alemania nazi: la idea de raza.
Maitane Ostolaza Porqueres es una voz muy autorizada en la investigación del fenómeno independentista vasco, y dice lo siguiente:
“El nacionalismo vasco, en su pretensión de generar y fortalecer una identidad colectiva nacional, no sólo limitó su actuación al ámbito educativo formal (o escolar). Su radio de influencia hubiera quedado demasiado reducido. De ahí que pretendiera llegar más lejos abarcando también, y, sobre todo, el ámbito informal o no formal, convirtiendo a toda la sociedad vasca en potencial sujeto de educación: mujeres, niños, jóvenes, trabajadores, etc. Se trataba de extender la acción nacionalizadora al máximo número de personas y durante el mayor tiempo posible para que el trabajo iniciado por la escuela, o como complemento de la misma, se prolongara indefinidamente. Había que sumar voluntades al campo nacionalista a fin de construir una comunidad homogénea y con un fuerte sentido identitario, susceptible de convertirse en el embrión del futuro Estado vasco. Para lograrlo, el PNV concibió un amplio programa cultural que contemplaba desde la creación de centros y asociaciones de diverso tipo dependientes del partido hasta la habilitación de canales de sociabilidad propios para reforzar el ‘nosotros’ nacionalista o el empleo de los medios de propaganda más modernos, como la prensa o el teatro, con el objeto de difundir el mensaje nacionalista a sectores cada vez más amplios de la población”
La idea nacionalista es ultraderechista por naturaleza porque es totalizadora. No concibe la sociedad como pluralidad sino trata de crear una uniformidad y tiene una visión hegemónica de las expresiones culturales, sociales y políticas. Por eso, el PNV confundía la idea de nación vasca con la del partido, entendido como única fórmula posible para configurar el proceso de independencia. El tener que tolerar otras expresiones solamente es un episodio o fase para el logro del fin último que es la nación vasca, Euskalherria.
La izquierda en sus diversas expresiones converge en un lugar político común porque coincide en la idea de fragmentación de la nación original, España, en tanto y cuanto como efecto de dicha división del territorio común para caminar hacia la idea de pueblos federados, se logra un control más directo sobre las clases trabajadoras, y, a la postre, el socialismo. Es decir, unos y otros aprovechan el fenómeno fragmentario con fines distintos, pero con intereses convergentes. Y en esto hay teorías diversas en cuanto a las motivaciones de fondo y a la mano que dirige esta dinámica, como el diseño mundialista que liquida a naciones históricas, y la confabulación sionista. Pero este no es el tema que sustenta este trabajo, por lo que no ahondaré en el mismo, por ahora.
En 1934, firma Ezkibel un exordio titulado “Buzkerea, Euzkerea” en el que señala claramente la importancia del vascuence en ese diseño de destrucción de la unidad española y la construcción sociológica de la nueva nación vasca:
“Hablando del euzkera [sic] en la escuela vasca, habíamos pensado que la pérdida del alma vasca había precedido a la desaparición del euskera; que la rehabilitación de éste dependía de la resurrección de aquella, no de tales o cuales leyes generales dependientes de la lingüística; que la vida del euskera nos era entrañablemente grata, incuestionablemente necesaria como objetivo nacional, pero también como sistema revelado de resurgimiento irracional. Y para esto último venía la escuela vasca”
De donde se infiere que el euskera era fundamental para crear la conciencia nacionalista y la cosmovisión ideológica que sustentara el proyecto secesionista.
Y para ese objetivo la escuela era fundamental:
“Se trataba de hacer de la escuela política, en el sentido elevado de esa palabra. Escuela de ideal nacional, de reconstrucción nacional, de propósito nacionalizador, de cultura diferencialista.”
La relación entre escuela y política adquiría una idea unívoca de lo que habría de ser el adoctrinamiento como modelo; la modelación del sustrato cognitivo de las nuevas generaciones.
“Queríamos establecer una consecuencia directa, lógica, entre la declaración doctrinal nacionalista -al parecer cordialmente arraigada- y su aplicación práctica a uno de los problemas nacionales, la educación”
No hay que decir mucho más de cómo se vislumbraba la acción nacionalista en la escuela ni sobre la lógica de la utilización instrumental de los niños a dicho efecto.
“Porque ¿podríamos hablar de educación vasca si el nacionalismo no llevara en sí mismo la exigencia de una formación ideológica y sentimental adecuada? Y si, en el orden político, la doctrina nacionalista no tuviera más alcance en su realización, que las posibilidades que de antemano se puedan prever o hubiera de atemperarse el sentimiento de los elementos retardatarios y de los alienígenas ¿tendríamos nacionalismo?
Dejaba claramente definida la voluntad de imposición de un credo, como si fuera una religión, en la escuela, pesare a quien pesare, y por la fuerza si fuera menester. La prioridad de la instrumentalización de la escuela con el fin adoctrinador era cuestión vital para el nacionalismo. Solo así se puede entender la evolución que se ha comprobado del caballo de Troya nacionalista en la ocupación de los espacios escolares y en la albañilería conceptual y cognitiva en los cerebros de los muchachos.
Y, por si no hubiera quedado suficientemente claro, terminaba:
“Cada planta su cultivo; cada nación, su sistema educativo.”
Hubiera sido lógico si Euskadi, Euskalherria, Vasconia, o como se llame, fuera una nación. Pero la historiografía deja claro que la única nación es España, se mire desde la óptica que se mire, salvo que se invente una nueva historia, como se ha tratado de hacer a la vista de los textos escolares. Pero eso es materia de otro trabajo.