Casi cuatro décadas de atención psicológica en San Sebastián
Teresa Díaz Bada: “Cuando nuestros pensamientos cambian, cambia el mundo que nos rodea”
![[Img #15089]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/01_2019/5836_teresa-diaz-bada.png?29)
La psicóloga clínica Teresa Díaz Bada está a punto de cumplir los cuarenta años de trayectoria ininterrumpida en su consulta en San Sebastián y, para celebrarlo, ha preparado un libro, que acaba de entregar a la editorial para su próxima publicación, en el que recoge múltiples reflexiones sobre algunas de las cuestiones que más perturban la vida cotidiana de las personas.
¿Por qué acudimos al psicólogo?
Epícteto, filósofo griego de la escuela estoica, dijo que las personas nos perturbamos no por los sucesos que nos ocurren sino por la interpretación o visión que tenemos de ellos. Pero, cómo no perturbarse ante injusticias tremendas que vemos todos los días o ante sufrimientos terribles que nos ocurren a las personas a lo largo de nuestra vida. Cómo no perturbarse o sufrir por la muerte de un hijo o la pérdida de personas a las que queremos, la pérdida del trabajo o la tristeza porque una relación afectiva no sale adelante… Hay acontecimientos a lo largo de nuestra vida que son adversidades, otros son sucesos traumáticos, tremendamente dolorosos e injustos, que nos toca soportar. Y el psicólogo está ahí para ayudar a las personas a superar esos momentos difíciles, que pueden ser de muy diferentes tipos: desde los problemas de nuestros hijos en la escuela, a los conflictos adolescentes, pasando por problemas adultos de ansiedad o estrés, relaciones de pareja, dificultades en la vida profesional, abusos sexuales, etc.
¿Es fácil superar estos malos momentos?
Lejos de ser pesimistas, es importante destacar la gran capacidad que tenemos las personas para sentirnos bien, siempre que pongamos nuestro cerebro a trabajar a nuestro favor, siendo los artífices de nuestro bienestar, independientemente de las circunstancias o, mejor dicho, a pesar de ellas.
Y es que si bien la vida tiene grandes tragedias, no es menos cierto que tiene también muchas alegrías y momentos estupendos. Y como se trata de que, ya que estamos aquí y nuestra vida es limitada, disfrutemos y sepamos vivir bien, ese tiene que ser nuestro principal trabajo.
¿En que consiste vivir bien?
No se trata de tener más y más cosas materiales, algunas necesarias, sino de alcanzar ese estado interior de bienestar y serenidad que es el que nos va a dar fuerzas para afrontar los momentos malos que tenemos en la vida, que nos va a permitir aceptar aquello que no podemos cambiar y seguir adelante.
Las personas, en algunas ocasiones, pensamos erróneamente. Todos tenemos un lenguaje interior con el que continuamente nos estamos planteando y diciéndonos cosas. Los pensamientos fluyen en nuestro cerebro a gran velocidad. Siempre estamos pensando algo. Pueden ser pensamientos neutros, pensamientos negativos o positivos, pero siempre hay pensamientos en nuestra cabeza. No podemos dejar de pensar, pero sí podemos elegir lo que pensamos. Y ahí está la clave.
Cuando nos sentimos mal, muchas veces pensamos en remedios externos confiando en que tomando tal o cual pastilla, o haciendo tal o cual actividad, nos encontraremos mejor. Pero ¡qué pocas veces tomamos realmente conciencia de la fuerza que tienen nuestros pensamientos para sentirnos bien!
Si fuéramos capaces de creer que nuestra mente realmente la manejamos nosotros y si fuéramos capaces de interiorizar la importancia que tienen nuestros pensamientos en nuestro bienestar y, por lo tanto, en todas las dinámicas mentales, seríamos más conscientes de que para sentirnos bien y vivir con serenidad lo realmente importante es pensar bien.
¿Cómo se consigue ese ‘pensar bien’?
Algunas veces nos dejamos engañar por la creencia de que ya somos conscientes de lo que estamos pensando en cada momento, pero no es así. Los pensamientos son automáticos y van y vienen a veces casi imperceptiblemente, sobre todo cuando nos encontramos mal, porque la emoción nos inunda y no somos capaces de separarla y de pensar con claridad.
Es muy importante darse cuenta de qué estamos pensando en cada momento. Pensemos en cosas cotidianas; por ejemplo, no somos conscientes de que respiramos y si ahora les señalo que se centren en su respiración, probablemente se obliguen a parar y pensar en ella; hasta el momento en que han leído esto, no eran conscientes de que estaban respirando. Así funciona el pensamiento. Hasta que no somos conscientes de qué estamos pensando, resulta fácil olvidarnos de que los pensamientos están ahí y de que estamos rumiando mentalmente; es como si se hicieran invisibles. Olvidarnos de qué estamos pensando genera muchas veces ira, ansiedad, infelicidad y estrés.
¿Por qué?
Porque los pensamientos siempre provocan esas emociones desagradables y siempre volverán en forma de esas sensaciones de malestar que tanto nos hacen sufrir. Por ejemplo: intente enfadarse y ponerse iracundo sin tener pensamientos de enfado; intente generarse ansiedad sin pensar en algo que la provoque, ¡es imposible! Siempre, para tener una emoción o sensación, antes hay que tener un pensamiento que provoca esa emoción.
Cuando somos infelices, son los pensamientos acerca de nuestra vida, de lo que nos sucede, de los acontecimientos del día a día, lo que nos provoca esa infelicidad. En ausencia de esos pensamientos, la infelicidad, el estrés o la ansiedad, no existen. Lo que hace que persistan las sensaciones negativas son siempre, siempre, los pensamientos.
Teresa Díaz Bada, considerada una de las mejores psicólogas de San Sebastián, explica que si algo ha aprendido en su consulta es que “nuestra mente funciona con una serie de ideas irracionales aprendidas desde que éramos niños y condicionadas también culturalmente; estas ideas llegan a convertirse en creencias con las que funciona nuestro cerebro a lo largo de la vida. Como si fueran verdades inamovibles, incuestionables, nos generan mucha infelicidad. Son pensamientos que damos por descontado que tienen que ser así y que no nos cuestionamos, generándonos malestar. Así, por ejemplo, creemos que debemos ser amados o aceptados por las personas para nosotros significativas, en lugar de concentrarnos en nuestro propio autorespeto”.
“También creemos que es terrible y catastrófico que las cosas no sean como nosotros queremos que sean o como pensamos que deberían ser, en lugar de pensar que es lamentable que las cosas no sean como queremos que sean y concentrarnos en cambiar las circunstancias para conseguirlo y, si no es posible, aceptarlo en lugar de repetirnos lo horrible que es lo que nos sucede. Nos obcecamos pensando que las cosas desagradables no deberían existir, en lugar de pensar que la vida no es justa y que, en ocasiones, lo importante no es tanto lo que ocurre como la percepción e importancia que como humanos damos a esto que sucede”.
En un artículo que escribió en su blog de psicología clínica, señalaba que estudios llevados a cabo en Estados Unidos revelan que la preocupación por lo que pueda suceder se nos graba en el cerebro igual que si hubiera ocurrido de verdad... ¿Esto es así?
Efectivamente, a esto se le llama el circuito del miedo. Para desactivarlo, debemos centrarnos en lo que ocurre aquí y ahora. Si dejamos de ocupar nuestra mente con pensamientos negativos hacia el futuro y nos centramos en el presente de forma positiva, romperemos ese circuito del miedo.
Dramatizamos continuamente, y como nuestro cerebro está continuamente funcionando y continuamente estamos pensando con frecuencia de manera casi inconsciente, nos generamos una gran cantidad de pensamientos dramatizadores que nos producen un gran malestar. Solamente pararse a pensar en lo que estamos pensando y pasarlo por el cedazo de la razón, es suficiente para sentirnos mejor.
También es importante dejar de hacer las mismas conductas que no nos proporcionan bienestar. Si quiere cambiar tendrá que dejar de hacer lo que está haciendo, porque es evidente que no da resultado. La inactividad tampoco ayuda.
¿Cómo podemos liberarnos de esos pensamientos negativos?
Cuando somos capaces de pensar con calma, sin dejarnos llevar por el pánico, y ver realmente qué estamos pensando, ya estamos desactivando el pensamiento negativo. Cuando nuestros pensamientos cambian, cambia el mundo que nos rodea. El mundo se convierte, de este modo, en un reflejo de nuestras creencias o nuestros pensamientos. Debemos ser conscientes de qué pensamientos, creencias o prejuicios nos limitan y nos causan infelicidad. Y debemos recordar que, a pesar de los momentos duros de la vida, siempre hay razones para seguir adelante, porque, como dijo Nietzsche, “aquel que tiene un porqué para vivir, puede enfrentarse a todos los cómos”.
La psicóloga clínica Teresa Díaz Bada está a punto de cumplir los cuarenta años de trayectoria ininterrumpida en su consulta en San Sebastián y, para celebrarlo, ha preparado un libro, que acaba de entregar a la editorial para su próxima publicación, en el que recoge múltiples reflexiones sobre algunas de las cuestiones que más perturban la vida cotidiana de las personas.
¿Por qué acudimos al psicólogo?
Epícteto, filósofo griego de la escuela estoica, dijo que las personas nos perturbamos no por los sucesos que nos ocurren sino por la interpretación o visión que tenemos de ellos. Pero, cómo no perturbarse ante injusticias tremendas que vemos todos los días o ante sufrimientos terribles que nos ocurren a las personas a lo largo de nuestra vida. Cómo no perturbarse o sufrir por la muerte de un hijo o la pérdida de personas a las que queremos, la pérdida del trabajo o la tristeza porque una relación afectiva no sale adelante… Hay acontecimientos a lo largo de nuestra vida que son adversidades, otros son sucesos traumáticos, tremendamente dolorosos e injustos, que nos toca soportar. Y el psicólogo está ahí para ayudar a las personas a superar esos momentos difíciles, que pueden ser de muy diferentes tipos: desde los problemas de nuestros hijos en la escuela, a los conflictos adolescentes, pasando por problemas adultos de ansiedad o estrés, relaciones de pareja, dificultades en la vida profesional, abusos sexuales, etc.
¿Es fácil superar estos malos momentos?
Lejos de ser pesimistas, es importante destacar la gran capacidad que tenemos las personas para sentirnos bien, siempre que pongamos nuestro cerebro a trabajar a nuestro favor, siendo los artífices de nuestro bienestar, independientemente de las circunstancias o, mejor dicho, a pesar de ellas.
Y es que si bien la vida tiene grandes tragedias, no es menos cierto que tiene también muchas alegrías y momentos estupendos. Y como se trata de que, ya que estamos aquí y nuestra vida es limitada, disfrutemos y sepamos vivir bien, ese tiene que ser nuestro principal trabajo.
¿En que consiste vivir bien?
No se trata de tener más y más cosas materiales, algunas necesarias, sino de alcanzar ese estado interior de bienestar y serenidad que es el que nos va a dar fuerzas para afrontar los momentos malos que tenemos en la vida, que nos va a permitir aceptar aquello que no podemos cambiar y seguir adelante.
Las personas, en algunas ocasiones, pensamos erróneamente. Todos tenemos un lenguaje interior con el que continuamente nos estamos planteando y diciéndonos cosas. Los pensamientos fluyen en nuestro cerebro a gran velocidad. Siempre estamos pensando algo. Pueden ser pensamientos neutros, pensamientos negativos o positivos, pero siempre hay pensamientos en nuestra cabeza. No podemos dejar de pensar, pero sí podemos elegir lo que pensamos. Y ahí está la clave.
Cuando nos sentimos mal, muchas veces pensamos en remedios externos confiando en que tomando tal o cual pastilla, o haciendo tal o cual actividad, nos encontraremos mejor. Pero ¡qué pocas veces tomamos realmente conciencia de la fuerza que tienen nuestros pensamientos para sentirnos bien!
Si fuéramos capaces de creer que nuestra mente realmente la manejamos nosotros y si fuéramos capaces de interiorizar la importancia que tienen nuestros pensamientos en nuestro bienestar y, por lo tanto, en todas las dinámicas mentales, seríamos más conscientes de que para sentirnos bien y vivir con serenidad lo realmente importante es pensar bien.
¿Cómo se consigue ese ‘pensar bien’?
Algunas veces nos dejamos engañar por la creencia de que ya somos conscientes de lo que estamos pensando en cada momento, pero no es así. Los pensamientos son automáticos y van y vienen a veces casi imperceptiblemente, sobre todo cuando nos encontramos mal, porque la emoción nos inunda y no somos capaces de separarla y de pensar con claridad.
Es muy importante darse cuenta de qué estamos pensando en cada momento. Pensemos en cosas cotidianas; por ejemplo, no somos conscientes de que respiramos y si ahora les señalo que se centren en su respiración, probablemente se obliguen a parar y pensar en ella; hasta el momento en que han leído esto, no eran conscientes de que estaban respirando. Así funciona el pensamiento. Hasta que no somos conscientes de qué estamos pensando, resulta fácil olvidarnos de que los pensamientos están ahí y de que estamos rumiando mentalmente; es como si se hicieran invisibles. Olvidarnos de qué estamos pensando genera muchas veces ira, ansiedad, infelicidad y estrés.
¿Por qué?
Porque los pensamientos siempre provocan esas emociones desagradables y siempre volverán en forma de esas sensaciones de malestar que tanto nos hacen sufrir. Por ejemplo: intente enfadarse y ponerse iracundo sin tener pensamientos de enfado; intente generarse ansiedad sin pensar en algo que la provoque, ¡es imposible! Siempre, para tener una emoción o sensación, antes hay que tener un pensamiento que provoca esa emoción.
Cuando somos infelices, son los pensamientos acerca de nuestra vida, de lo que nos sucede, de los acontecimientos del día a día, lo que nos provoca esa infelicidad. En ausencia de esos pensamientos, la infelicidad, el estrés o la ansiedad, no existen. Lo que hace que persistan las sensaciones negativas son siempre, siempre, los pensamientos.
Teresa Díaz Bada, considerada una de las mejores psicólogas de San Sebastián, explica que si algo ha aprendido en su consulta es que “nuestra mente funciona con una serie de ideas irracionales aprendidas desde que éramos niños y condicionadas también culturalmente; estas ideas llegan a convertirse en creencias con las que funciona nuestro cerebro a lo largo de la vida. Como si fueran verdades inamovibles, incuestionables, nos generan mucha infelicidad. Son pensamientos que damos por descontado que tienen que ser así y que no nos cuestionamos, generándonos malestar. Así, por ejemplo, creemos que debemos ser amados o aceptados por las personas para nosotros significativas, en lugar de concentrarnos en nuestro propio autorespeto”.
“También creemos que es terrible y catastrófico que las cosas no sean como nosotros queremos que sean o como pensamos que deberían ser, en lugar de pensar que es lamentable que las cosas no sean como queremos que sean y concentrarnos en cambiar las circunstancias para conseguirlo y, si no es posible, aceptarlo en lugar de repetirnos lo horrible que es lo que nos sucede. Nos obcecamos pensando que las cosas desagradables no deberían existir, en lugar de pensar que la vida no es justa y que, en ocasiones, lo importante no es tanto lo que ocurre como la percepción e importancia que como humanos damos a esto que sucede”.
En un artículo que escribió en su blog de psicología clínica, señalaba que estudios llevados a cabo en Estados Unidos revelan que la preocupación por lo que pueda suceder se nos graba en el cerebro igual que si hubiera ocurrido de verdad... ¿Esto es así?
Efectivamente, a esto se le llama el circuito del miedo. Para desactivarlo, debemos centrarnos en lo que ocurre aquí y ahora. Si dejamos de ocupar nuestra mente con pensamientos negativos hacia el futuro y nos centramos en el presente de forma positiva, romperemos ese circuito del miedo.
Dramatizamos continuamente, y como nuestro cerebro está continuamente funcionando y continuamente estamos pensando con frecuencia de manera casi inconsciente, nos generamos una gran cantidad de pensamientos dramatizadores que nos producen un gran malestar. Solamente pararse a pensar en lo que estamos pensando y pasarlo por el cedazo de la razón, es suficiente para sentirnos mejor.
También es importante dejar de hacer las mismas conductas que no nos proporcionan bienestar. Si quiere cambiar tendrá que dejar de hacer lo que está haciendo, porque es evidente que no da resultado. La inactividad tampoco ayuda.
¿Cómo podemos liberarnos de esos pensamientos negativos?
Cuando somos capaces de pensar con calma, sin dejarnos llevar por el pánico, y ver realmente qué estamos pensando, ya estamos desactivando el pensamiento negativo. Cuando nuestros pensamientos cambian, cambia el mundo que nos rodea. El mundo se convierte, de este modo, en un reflejo de nuestras creencias o nuestros pensamientos. Debemos ser conscientes de qué pensamientos, creencias o prejuicios nos limitan y nos causan infelicidad. Y debemos recordar que, a pesar de los momentos duros de la vida, siempre hay razones para seguir adelante, porque, como dijo Nietzsche, “aquel que tiene un porqué para vivir, puede enfrentarse a todos los cómos”.