Desde Galicia: queremos igualdad en el reparto
Ya está bien. Mucho quejarse pero siempre han ganado los mismos y siempre hemos perdido los mismos. No soporto que se esgriman los derechos históricos del pueblo vasco. Y mucho menos en materia de reparto económico. Por una vez y desde el Parlamento de Compostela, desde el PP hasta el BNG han dado un puñetazo en la mesa y han exigido igualdad de trato del Estado con Galicia, Euskadi y Cataluña. No queremos seguir siendo la "esquina verde de España". No queremos ser territorio desfavorecido. Se terminó la alternativa de emigrar. Y mucho menos a las inversiones del Estado, a las ayudas del Estado, que han favorecido, desde el franquismo a las vascongadas, para así convertirse en tierra de promisión para los campesinos de la España que sufre en silencio o hace las Américas.
Somos un pueblo viejo. Tenemos el orgullo de nuestro pasado como Reino de Galicia. Se acabó hacer de sufridores y terminar por acudir a la industria vascongada. O ser marinero en la flota pesquera de Vizcaya o de Guipúzcoa. Galicia tiene derechos históricos y derechos constitucionales ampliados por el Estatuto de Autonomía. Lo que no hemos tenido hasta ahora son dirigentes que pensaran en gallego y pusieran sobre la mesa de los mandarines estatales la hartura del pueblo gallego con las humillaciones, vejaciones y desprecios a los que nos han sometido unos y han consentido otros. ¡Se acabó!. Queremos, exigimos, demandamos, que atiendan la deuda histórica que hay para con Galicia.
Si el Estado funciona con políticas de izquierda, debería ser lógico y coherente con la ideología. Un Estado fuerte, capaz y comprometido, para organizar la solidaridad entre territorios. Un Estado social para garantizar la igualdad de oportunidades o la igualdad de los derechos reales que dan forma al ejercicio de la ciudadanía cuando un español sale de casa, en todos los lugares habitados de la nación.
Galicia debe conocer su propia historia. Hacer comparaciones con Cataluña, dónde tuvieron que marcharse los gallegos a trabajar. Para preguntarse por las causas que han dado lugar al injusto desequilibrio. Así, en 1787, Galicia tenía una población de 1,3 millones de habitantes, mientras que Cataluña apenas llegaba a los ochocientos mil. Nuestra tierra cultivaba un lino de extraordinaria calidad que junto con las industrias salazoneras movían una magnífica economía de exportación. Los puertos gallegos gozaban de excelente actividad que se sumaba a la construcción de buques. Pero en el siglo XIX los poderes públicos deciden apostar por el algodón mediterráneo. Los impuestos del Estado y la protección a Cataluña, consiguen arruinar la floreciente industria del lino gallego. Y es que el centralismo ha decidido apostar por Cataluña y dejar abandonada a Galicia. Convierten a España en un mercado cautivo del textil catalán. Añádase a lo que antecede, el mapa de las comunicaciones y de la energía. Cataluña crece al ser tratada de usía por los poderes públicos, mientras Galicia languidece y emigra.
Algo similar puede contarse en relación con el proteccionismo que la dictadura ejerció sobre las Vascongadas. Los Derechos Históricos de los Territorios Forales, que amparan específicamente desde la Constitución de 1978, tiene como piedra angular el Concierto Económico, que desarrolla un instrumento de privilegiado trato financiero y fiscal, clave para el desarrollo industrial de Euskadi, y básico para las inversiones que modernizan y adecuan la comunidad para competir en los ejes de la nueva senda económica europea.
Pero la historia no concluye. Mientras Cataluña Y Euskadi han sabido cambiar debilidad gubernamental por privilegios de toda índole, los gallegos nos conformamos con nuestro destino y apostamos por la cita que impulsa el turismo hacia Compostela. Ni siquiera hemos sido capaces de proteger nuestra tradición marinera. Por cierto, no recuerdo haberles escuchado a los profesores de Podemos una reflexión sobre las desigualdades históricas para los territorios de España y como impulsar una política intervencionista que devolviera la dignidad a los territorios y ciudadanos que históricamente han sido maltratados por el capitalismo vasco y catalán con sedes bancarias en Madrid.
Y ahora, una vez más. La izquierda vieja y la nueva, quieren asaltar el poder a costa de "aranceles" que beneficien a Cataluña y Euskadi, mientras ignoran a Galicia. Los Presupuestos Generales del Estado que propone un tal Sánchez son una estafa para la UE y una patada a los derechos del pueblo gallego. Cambian privilegios por poder y como la tarta es la que es, otra vez el reparto constituye un paso más para la injusticia que sufrimos los del Finisterre.
Les aseguro que creía haberlo dicho todo. Pero me doy de bruces con los titulares del día. "Torra apunta a una nueva declaración de independencia si hay condenas por el 1-O". ¡De Aurora Boreal!. Mejor dicho, chantaje duro y puro. ¿Acaso piensan los del Gobierno interino de Sánchez que van a detener a Puigdemont y adláteres con dinero de los españoles?. Si es así, no hay dudas. Nos movemos entre la idiocia y la desvergüenza. España no merece tales mandatarios. España no necesita pronunciarse sobre Venezuela, tiene aquí su propio sainete.
Hemos retrocedido. Los socialistas que lideraba mi amigo Ramón Jáuregui sabían diferenciar tiempos y problemas de Estado. Estos de ahora son unos mequetrefes, que solía decir Manuel Fraga. La maldición que se instaló en España nos lleva a ser el hazmerreír de cualquier país con Estado de Derecho consolidado.
Desde Waterloo, viviendo a cuerpo de rey, el de la inmortal Girona, da dicterios a sus secuaces que le rinden pleitesía mediante viajes organizados cada semana. Pero han descubierto lo de siempre. España funciona sobre dos elementos históricos. La gestión del miedo. El complejo de culpabilidad.
Así que desde Galicia cometemos un grave error siendo leales. Sólo se nos tendrá en cuenta si somos tan malos como catalanes y vascos, si somos tan rebeldes como los monjes de Montserrat. Si somos tan exagerados a la hora de enseñar nuestra historia como lo han sido vascones y catalanes, que unos se dedicaron al pastoreo, y los otros a la piratería, pero han hecho creer a los españolitos de Don Antonio Machado que eran la crema de la intelectualidad.
Ya está bien. Mucho quejarse pero siempre han ganado los mismos y siempre hemos perdido los mismos. No soporto que se esgriman los derechos históricos del pueblo vasco. Y mucho menos en materia de reparto económico. Por una vez y desde el Parlamento de Compostela, desde el PP hasta el BNG han dado un puñetazo en la mesa y han exigido igualdad de trato del Estado con Galicia, Euskadi y Cataluña. No queremos seguir siendo la "esquina verde de España". No queremos ser territorio desfavorecido. Se terminó la alternativa de emigrar. Y mucho menos a las inversiones del Estado, a las ayudas del Estado, que han favorecido, desde el franquismo a las vascongadas, para así convertirse en tierra de promisión para los campesinos de la España que sufre en silencio o hace las Américas.
Somos un pueblo viejo. Tenemos el orgullo de nuestro pasado como Reino de Galicia. Se acabó hacer de sufridores y terminar por acudir a la industria vascongada. O ser marinero en la flota pesquera de Vizcaya o de Guipúzcoa. Galicia tiene derechos históricos y derechos constitucionales ampliados por el Estatuto de Autonomía. Lo que no hemos tenido hasta ahora son dirigentes que pensaran en gallego y pusieran sobre la mesa de los mandarines estatales la hartura del pueblo gallego con las humillaciones, vejaciones y desprecios a los que nos han sometido unos y han consentido otros. ¡Se acabó!. Queremos, exigimos, demandamos, que atiendan la deuda histórica que hay para con Galicia.
Si el Estado funciona con políticas de izquierda, debería ser lógico y coherente con la ideología. Un Estado fuerte, capaz y comprometido, para organizar la solidaridad entre territorios. Un Estado social para garantizar la igualdad de oportunidades o la igualdad de los derechos reales que dan forma al ejercicio de la ciudadanía cuando un español sale de casa, en todos los lugares habitados de la nación.
Galicia debe conocer su propia historia. Hacer comparaciones con Cataluña, dónde tuvieron que marcharse los gallegos a trabajar. Para preguntarse por las causas que han dado lugar al injusto desequilibrio. Así, en 1787, Galicia tenía una población de 1,3 millones de habitantes, mientras que Cataluña apenas llegaba a los ochocientos mil. Nuestra tierra cultivaba un lino de extraordinaria calidad que junto con las industrias salazoneras movían una magnífica economía de exportación. Los puertos gallegos gozaban de excelente actividad que se sumaba a la construcción de buques. Pero en el siglo XIX los poderes públicos deciden apostar por el algodón mediterráneo. Los impuestos del Estado y la protección a Cataluña, consiguen arruinar la floreciente industria del lino gallego. Y es que el centralismo ha decidido apostar por Cataluña y dejar abandonada a Galicia. Convierten a España en un mercado cautivo del textil catalán. Añádase a lo que antecede, el mapa de las comunicaciones y de la energía. Cataluña crece al ser tratada de usía por los poderes públicos, mientras Galicia languidece y emigra.
Algo similar puede contarse en relación con el proteccionismo que la dictadura ejerció sobre las Vascongadas. Los Derechos Históricos de los Territorios Forales, que amparan específicamente desde la Constitución de 1978, tiene como piedra angular el Concierto Económico, que desarrolla un instrumento de privilegiado trato financiero y fiscal, clave para el desarrollo industrial de Euskadi, y básico para las inversiones que modernizan y adecuan la comunidad para competir en los ejes de la nueva senda económica europea.
Pero la historia no concluye. Mientras Cataluña Y Euskadi han sabido cambiar debilidad gubernamental por privilegios de toda índole, los gallegos nos conformamos con nuestro destino y apostamos por la cita que impulsa el turismo hacia Compostela. Ni siquiera hemos sido capaces de proteger nuestra tradición marinera. Por cierto, no recuerdo haberles escuchado a los profesores de Podemos una reflexión sobre las desigualdades históricas para los territorios de España y como impulsar una política intervencionista que devolviera la dignidad a los territorios y ciudadanos que históricamente han sido maltratados por el capitalismo vasco y catalán con sedes bancarias en Madrid.
Y ahora, una vez más. La izquierda vieja y la nueva, quieren asaltar el poder a costa de "aranceles" que beneficien a Cataluña y Euskadi, mientras ignoran a Galicia. Los Presupuestos Generales del Estado que propone un tal Sánchez son una estafa para la UE y una patada a los derechos del pueblo gallego. Cambian privilegios por poder y como la tarta es la que es, otra vez el reparto constituye un paso más para la injusticia que sufrimos los del Finisterre.
Les aseguro que creía haberlo dicho todo. Pero me doy de bruces con los titulares del día. "Torra apunta a una nueva declaración de independencia si hay condenas por el 1-O". ¡De Aurora Boreal!. Mejor dicho, chantaje duro y puro. ¿Acaso piensan los del Gobierno interino de Sánchez que van a detener a Puigdemont y adláteres con dinero de los españoles?. Si es así, no hay dudas. Nos movemos entre la idiocia y la desvergüenza. España no merece tales mandatarios. España no necesita pronunciarse sobre Venezuela, tiene aquí su propio sainete.
Hemos retrocedido. Los socialistas que lideraba mi amigo Ramón Jáuregui sabían diferenciar tiempos y problemas de Estado. Estos de ahora son unos mequetrefes, que solía decir Manuel Fraga. La maldición que se instaló en España nos lleva a ser el hazmerreír de cualquier país con Estado de Derecho consolidado.
Desde Waterloo, viviendo a cuerpo de rey, el de la inmortal Girona, da dicterios a sus secuaces que le rinden pleitesía mediante viajes organizados cada semana. Pero han descubierto lo de siempre. España funciona sobre dos elementos históricos. La gestión del miedo. El complejo de culpabilidad.
Así que desde Galicia cometemos un grave error siendo leales. Sólo se nos tendrá en cuenta si somos tan malos como catalanes y vascos, si somos tan rebeldes como los monjes de Montserrat. Si somos tan exagerados a la hora de enseñar nuestra historia como lo han sido vascones y catalanes, que unos se dedicaron al pastoreo, y los otros a la piratería, pero han hecho creer a los españolitos de Don Antonio Machado que eran la crema de la intelectualidad.