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Lunes, 15 de Abril de 2019 Tiempo de lectura:
En Vizcaya, mueren dos personas por cada una que nace

Así es la catástrofe demográfica vasca (y española)

La Tribuna del País Vasco ha tenido acceso en exclusiva a un informe de la Fundación Renacimiento Demográfico, elaborado por el director de la misma, Alejandro Macarrón Larumbe, en el que se plasma con rotundidad cómo se ha larvado la catástrofe demográfica vasca, y del resto de España, un auténtico desastre poblacional con pocas y muy complicadas soluciones, dada la magnitud del desafío.

 

El documento explica que la salud demográfica del País Vasco, desde 1976, se ha deteriorado mucho, aún más que la del resto de España (cuya evolución tampoco ha sido nada satisfactoria), sobre todo la de Vizcaya y Guipúzcoa. “En 1976, el saldo entre nacimientos y muertes era apreciablemente más positivo en el País Vasco que en el resto de España. Ahora es bastante más negativo. Y en 2018, sin contar bebés de inmigrantes y fallecidos foráneos, estimamos que hubo un poco más de dos muertes por nacimiento en Vizcaya y casi 1,8 en Guipúzcoa. En el resto de España habrían sido de 1,4”.

 

La investigación de la Fundación Renacimiento Demográfico explica que “España ha envejecido mucho desde 1976. La población vasca, la que más. Hace 40 años, los vascos eran más jóvenes en media que los demás españoles. Ahora lo son menos”.

 

El País Vasco -en concreto Vizcaya y Guipúzcoa- ha perdido población nacida en España de enero de 1976 a enero de 2018, pese a ser una de las comunidades autónomas más ricas. El resto de España ha ganado 4,7 millones de habitantes nacidos en España. Por ello, Vizcaya Guipúzcoa y han perdido bastante peso demográfico -y diputados a Cortes- en España desde 1976.

 

El trabajo de Alejandro Macarrón recuerda que, desde 1977, en toda España se redujo abruptamente el número de hijos por mujer. La caída de la fecundidad en el País Vasco, en los primeros lustros de la democracia, fue la mayor de España, en especial en Vizcaya y Guipúzcoa. "Últimamente se ha recuperado algo, pero sin contar inmigrantes, sigue por un poco debajo de la escuálida media nacional". De hecho, sin contar hijos de inmigrantes, "en 2018 nacieron menos de la tercera parte de niños de madres vascas de origen español (sean vascas nativas o de otras procedencias en España) que en 1976. En Vizcaya, poco más de la cuarta parte. En el resto de España, la caída ha sido asimismo enorme, pero menor (aproximadamente del 56%, entre 1976 y 2018). Incluyendo inmigrantes foráneos, las caídas de nacimientos siguen siendo tremendas, pero algo más reducidas”.

 

[Img #15533]Macarrón Larumbe explica que la diferencia entre nacimientos y muertes en el País Vasco tiene una fuerte tendencia a la baja, y a ser cada vez más negativa. De hecho, “si el País Vasco fuera una empresa y el saldo entre nacimientos y muertes fuera su balance de beneficio/pérdida, se diría que va hacia la ruina. Como su capital humano se deteriora también por envejecimiento de la población, sobre todo por falta de niños y jóvenes, aún más ruina. En el conjunto de España, el balance entre nacimientos y defunciones muestra una tendencia similar a la vasca, aunque con números un poco más suaves en relación a la población total”.

 

El trabajo de la Fundación Renacimiento señala que “contando a los hijos de inmigrantes nacidos en España, la caída total de los nacimientos entre 1976 y 2018, ha sido algo menor, aunque siga siendo muy elevada: 43% en el conjunto de España, y 62% en el País Vasco. Hasta hace una década, en el País Vasco nacían bastantes menos hijos de madres de origen extranjero que en el conjunto de España. Ya no hay apenas diferencia, y tienden a ser más en las Vascongadas”.

 

Por este motivo, es fundamental “conseguir que los hijos de inmigrantes obtengan resultados escolares  esencialmente similares a los de la población autóctona, y que su formación en valores cívicos sea asimismo similar. Sin ello, nos arriesgamos a fracturas sociales en el futuro”.

 

Y Alejandro Macarrón apunta tres conclusiones finales:

 

“Sin la aportación en población y bebés de la inmigración extranjera, los efectos del declive demográfico autóctono y el envejecimiento social serían aún más intensos y palpables. Pero no es un reto trivial la buena integración socioeconómica de una inmigración masiva. Tampoco lo es atraer extranjeros con las cualificaciones profesionales requeridas en una sociedad cada vez más tecnificada, y en la cantidad que precisen las empresas”.

 

“En el mundo actual hay una oferta virtualmente ilimitada de mano de obra no cualificada, pero no de la cualificada. Y con Estados de bienestar tan generosos como el nuestro, hay un riesgo evidente de atraer y retener mucha más inmigración no cualificada de la que demandan las empresas, lo que redunda en más desempleo y precarización de salarios”.

 

“Sin un apreciable incremento de la natalidad de la población española y vasca (y europea), nuestras perspectivas, a largo plazo, son muy sombrías: decadencia económica, soledad creciente, despoblación de más y más zonas del territorio, pérdida de peso de los vascos en España, y de los españoles y europeos en el mundo”.

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