Lo que se decide en estas elecciones
La novedad de estas elecciones es la irrupción de un nuevo partido, VOX, que se presenta con posibilidades de dar una nueva sorpresa electoral, como ocurrió en las pasadas elecciones andaluzas. De la misma manera que la súbita y potente irrupción de Podemos, ligada a las manifestaciones de los llamados indignados, que ocuparon la madrileña Puerta del Sol, significó el comienzo de la ruptura del sistema bipartidista imperfecto en que había degenerado la llamada Transición Democrática y la creación de una alianza de socialistas comunistas y separatistas, -una reedición del Frente Popular de la República, que por una moción de censura se ha encaramado en el poder-, la irrupción de Vox parece significar un contra-movimiento que trata también de acabar con la “vieja política” encarnada en las últimas décadas por el PP y el PSOE de concesiones sin fin a los partidos, hoy claramente secesionistas, catalanes y vascos, con peligro inminente de la ruptura de España.
A la vez Vox significa también el intento de salvar la Constitución de 1978 en los aspectos en que se afirma el carácter indivisible e indisoluble de la nación española. Una Constitución que también presenta aspectos que Vox pide reformar o suprimir, como la generalizada división territorial por autonomías, que la distingue de otras Constituciones anteriores. Sobre todo por la interpretación disgregadora que ha predominado del autonomismo como un camino hacia el federalismo, que han empezado a hacer gobiernos del PSOE, y continuado con igual o mayor celo incluso los sucesivos gobiernos del PP, con la transferencia de competencias como las lingüísticas o las de educación, que se han convertido en un arma ideológica de primer orden en el fomento del odio acrítico y manipulado a España, su lengua y su gran historia, en base a mitificaciones que no resisten el mínimo análisis racional y científico.
Con ello se ha llegado al desgobierno y la perdida de la soberanía nacional de hecho en amplias regiones del suelo patrio. Vox pretende revertir esta situación y su propuesta más radical sería la supresión de las autonomías y la vuelta al Estado centralista. Creemos, sin embargo, que dicha supresión exige una reforma profunda de la Constitución, lo cual requiere un amplio consenso hoy imposible de conseguir. Sería mas factible acogerse al carácter más integrador que permite la propia Constitución, y que era el que tenía que haberse seguido por los grandes partidos PP y PSOE si hubiesen sido leales a la Carta Magna y no se hubieran dejado comprar por los votos de las minorías vasca y catalana para acceder al poder a costa de vender a la madre España.
Dicho aspecto integrador de la Constitución permite retirar las competencias cedidas por mal uso o abuso de ellas y reintegrarlas al Estado central, que es el único detentador de la soberanía porque, como señaló ya Ortega y Gasset, el autonomismo se diferencia del federalismo en que solo cede competencias y no soberanía, pues en un Estado unitario, como es secularmente el español, la soberanía es indivisible y no se puede compartir. Creo que Vox, a diferencia del resto de los otros grandes partidos, ha sido sensible a las argumentaciones de filósofos como Gustavo Bueno en relación con la identidad histórica de la nación española. Por ello podía también serlo al entendimiento filosófico de las autonomías expuesto por Ortega y Gasset en su proyecto de vertebrar España tal como parece admitirlo Sanchez Dragó en su reciente libro entrevista de Santiago Abascal que lleva por título España Vertebrada.
La interpretación federalista de la Constitución, fomentada por el régimen del bipartidismo imperfecto de las últimas décadas, ha conducido a una auténtica persecución de la lengua española, principal vínculo cultural unitario, abriendo, por otro lado, el paso a una creciente colonización por el inglés y a la transformación de los grandes medios de difusión en medios de manipulación, junto a una gran corrupción e imposición totalitaria de leyes sobre la denominada Memoria Histórica o de leyes inconstitucionales sobre la violencia domestica, etc. Todo ello consentido por una acomplejada derecha representada por un partido, el PP, nulo desde el punto de vista intelectual que, por mantenerse en el poder a cualquier precio, ha colaborado con el proceso separatista catalán. Pero ha sido la culminación de esa política colaboracionista, acentuada en el gobierno de Rajoy, la que ha provocado el golpe de la minoría separatista catalana, lo que ha abierto los ojos a millones de personas para poner fin a semejante peligro de ruptura de España.
Partidos como el PSOE y el PP, responsables principales de dicho estado de ilegalidad y vulneración de la Constitución, no pueden solucionar nada. Otros como Ciudadanos pecan de un exceso tacticista y de falta de una política clara de defensa de la nación española, por su dependencia de un europeísmo lleno de complejos y falto de profundidad. De ahí que la irrupción sorpresiva de VOX sea la única esperanza de una regeneración del sistema político, en tanto que se mantenga en la defensa de la Constitución, volviendo a una interpretación de ella en clave no federalista, sino entendiendo las Autonomías como un instrumento de descentralización político-administrativa de alcance meramente regional. Corrigiendo, por supuesto, los excesos que se cometieron en las últimas décadas. Esa es la esperanza que representa Vox para esta y las próximas elecciones, pues el proceso de la necesaria regeneración política no ha hecho más que empezar. Pero somos conscientes, porque conocemos nuestra complicada historia más reciente, de que el proceso está lleno de peligros y nadie puede arrogarse la clarividencia política en exclusiva. Ni siquiera Vox.
La novedad de estas elecciones es la irrupción de un nuevo partido, VOX, que se presenta con posibilidades de dar una nueva sorpresa electoral, como ocurrió en las pasadas elecciones andaluzas. De la misma manera que la súbita y potente irrupción de Podemos, ligada a las manifestaciones de los llamados indignados, que ocuparon la madrileña Puerta del Sol, significó el comienzo de la ruptura del sistema bipartidista imperfecto en que había degenerado la llamada Transición Democrática y la creación de una alianza de socialistas comunistas y separatistas, -una reedición del Frente Popular de la República, que por una moción de censura se ha encaramado en el poder-, la irrupción de Vox parece significar un contra-movimiento que trata también de acabar con la “vieja política” encarnada en las últimas décadas por el PP y el PSOE de concesiones sin fin a los partidos, hoy claramente secesionistas, catalanes y vascos, con peligro inminente de la ruptura de España.
A la vez Vox significa también el intento de salvar la Constitución de 1978 en los aspectos en que se afirma el carácter indivisible e indisoluble de la nación española. Una Constitución que también presenta aspectos que Vox pide reformar o suprimir, como la generalizada división territorial por autonomías, que la distingue de otras Constituciones anteriores. Sobre todo por la interpretación disgregadora que ha predominado del autonomismo como un camino hacia el federalismo, que han empezado a hacer gobiernos del PSOE, y continuado con igual o mayor celo incluso los sucesivos gobiernos del PP, con la transferencia de competencias como las lingüísticas o las de educación, que se han convertido en un arma ideológica de primer orden en el fomento del odio acrítico y manipulado a España, su lengua y su gran historia, en base a mitificaciones que no resisten el mínimo análisis racional y científico.
Con ello se ha llegado al desgobierno y la perdida de la soberanía nacional de hecho en amplias regiones del suelo patrio. Vox pretende revertir esta situación y su propuesta más radical sería la supresión de las autonomías y la vuelta al Estado centralista. Creemos, sin embargo, que dicha supresión exige una reforma profunda de la Constitución, lo cual requiere un amplio consenso hoy imposible de conseguir. Sería mas factible acogerse al carácter más integrador que permite la propia Constitución, y que era el que tenía que haberse seguido por los grandes partidos PP y PSOE si hubiesen sido leales a la Carta Magna y no se hubieran dejado comprar por los votos de las minorías vasca y catalana para acceder al poder a costa de vender a la madre España.
Dicho aspecto integrador de la Constitución permite retirar las competencias cedidas por mal uso o abuso de ellas y reintegrarlas al Estado central, que es el único detentador de la soberanía porque, como señaló ya Ortega y Gasset, el autonomismo se diferencia del federalismo en que solo cede competencias y no soberanía, pues en un Estado unitario, como es secularmente el español, la soberanía es indivisible y no se puede compartir. Creo que Vox, a diferencia del resto de los otros grandes partidos, ha sido sensible a las argumentaciones de filósofos como Gustavo Bueno en relación con la identidad histórica de la nación española. Por ello podía también serlo al entendimiento filosófico de las autonomías expuesto por Ortega y Gasset en su proyecto de vertebrar España tal como parece admitirlo Sanchez Dragó en su reciente libro entrevista de Santiago Abascal que lleva por título España Vertebrada.
La interpretación federalista de la Constitución, fomentada por el régimen del bipartidismo imperfecto de las últimas décadas, ha conducido a una auténtica persecución de la lengua española, principal vínculo cultural unitario, abriendo, por otro lado, el paso a una creciente colonización por el inglés y a la transformación de los grandes medios de difusión en medios de manipulación, junto a una gran corrupción e imposición totalitaria de leyes sobre la denominada Memoria Histórica o de leyes inconstitucionales sobre la violencia domestica, etc. Todo ello consentido por una acomplejada derecha representada por un partido, el PP, nulo desde el punto de vista intelectual que, por mantenerse en el poder a cualquier precio, ha colaborado con el proceso separatista catalán. Pero ha sido la culminación de esa política colaboracionista, acentuada en el gobierno de Rajoy, la que ha provocado el golpe de la minoría separatista catalana, lo que ha abierto los ojos a millones de personas para poner fin a semejante peligro de ruptura de España.
Partidos como el PSOE y el PP, responsables principales de dicho estado de ilegalidad y vulneración de la Constitución, no pueden solucionar nada. Otros como Ciudadanos pecan de un exceso tacticista y de falta de una política clara de defensa de la nación española, por su dependencia de un europeísmo lleno de complejos y falto de profundidad. De ahí que la irrupción sorpresiva de VOX sea la única esperanza de una regeneración del sistema político, en tanto que se mantenga en la defensa de la Constitución, volviendo a una interpretación de ella en clave no federalista, sino entendiendo las Autonomías como un instrumento de descentralización político-administrativa de alcance meramente regional. Corrigiendo, por supuesto, los excesos que se cometieron en las últimas décadas. Esa es la esperanza que representa Vox para esta y las próximas elecciones, pues el proceso de la necesaria regeneración política no ha hecho más que empezar. Pero somos conscientes, porque conocemos nuestra complicada historia más reciente, de que el proceso está lleno de peligros y nadie puede arrogarse la clarividencia política en exclusiva. Ni siquiera Vox.