Unión del Pueblo Navarro y cuestión de Estado
Ciertamente me parece una propuesta provechosa y responsable. Es propia de organizaciones que tienen en su cabeza una idea de Estado, o una evaluación de los riesgos inmanentes que conlleva poner en manos de los destructores del 'status quo' social, cultural y político, las riendas del país. Es decir, que sienten que la responsabilidad que tienen contraída con su país es demasiado grande como para frivolizar con intereses mezquinos y cortoplacistas.
Me refiero a la propuesta de UPN hecha al candidato a la investidura para ser el presidente del Gobierno de España y secretario general del PSOE, el señor Sánchez. La idea gira en torno a algo tan simple como este paradigma: “Tú me dejas gobernar a mí en Navarra, pues soy con diferencia el más votado, y yo te dejo gobernar en la Moncloa con mi abstención”.
Esto, que a los más recalcitrantes maximalistas que observan por la mirilla estrecha de la puerta sin atreverse a traspasarla, les parecerá un ultraje a los principios sagrados del combate a cuerpo descubierto, es un gesto de toma de posiciones fundamentales para evitar daños mayores. Es aceptar el problema menor para lograr evitar el mayor
¿Es mal menor que Sánchez gobierne España? No, no es un tema baladí. Pero puesto que lo va a hacer con unos votos o con otros (siempre habrá quien por recibir alguna suculenta prestación presupuestaria, descomponiendo la finalidad principal del Estado que es el interés general, se venda al mejor postor) la cuestión es hacer de la necesidad virtud.
Y la necesidad es virtud en este caso. Navarra es un factor esencial para frenar la escalada independentista orientada a la destrucción de España y de su unidad. Lo ha dicho Torra con meridiana claridad al dirigirse a los nacionalistas vascos para que se sumen al concierto secesionista y a la llamada autodeterminación. El objeto, según palabras textuales de Torra, es la destrucción de España y su disolución. “Vayámonos juntos, vascos y catalanes. Juntos somos más fuertes”, ¿habrá quien aún cuestione las intencionalidades del nacionalismo?
La idea está clara: primero, romper el Estado y después confederar las partes desgajadas. Es como si rompemos un plato y después pegamos los fragmentos. El plato sigue siendo plato, pero lo que no sabemos es cuanto durará por muy buen pegamento que le pongamos.
Los nacionalistas vascos a tenor de las imágenes reproducidas por los medios de comunicación no han ahorrado agasajos y entusiasmo en el recibimiento al ínclito rompepatrias, traidor y felón servidor de intereses foráneos a los que se somete de forma eficaz en su paso como elefante en cacharrería. Es decir, que no me da la impresión de que los nacionalistas vascos hagan ascos a la idea.
Lo que ocurre es que para dar ese salto necesitan masa crítica. Masa crítica territorial y elementos que justifiquen suficientemente el ideario mitológico. Necesitan un elemento histórico que les sirva de condimento fantástico, como un rey: Sancho III el Mayor, debidamente adobado con falsedades que despojen su característica de rey de España (rex hispaniarum); y necesitan un territorio amplio en superficie geográfica que les proporcionaría la anexión de Navarra. Quizás, por eso, el exlehendakari Ibarretxe, que no da puntada sin hilo, ha salido al paso de que los vascos y catalanes preexistían al Estado Español, lo que es una mendrugonada como un castillo, pues en tiempos de los vascones de Aquitania y vertiente sur de los Pirineos no había vascos en los actuales territorios del País Vasco. Y lo poblaban Várdulos, Caristios y Autrigones que como todo el mundo sabe eran celtas. Pero no se preocupen que los nacionalistas seguirán adoctrinando a nuestros hijos y nietos contando su particular historia en las escuelas sin que nadie lo corrija.
Por eso llevo un tiempo escribiendo sobre Navarra. Navarra no puede seguir en manos de filoetarras y nacionalistas. No solamente porque la estrategia fundamental de éstos sea anexionar Navarra al País Vasco para el salto posterior a su desgajamiento; sino porque, además, su paso por la Comunidad navarra es destructor en todos los órdenes: el económico, el de la convivencia, el cultural y el social. La paz social en Navarra ha experimentado un indudable retroceso.
El evitar que vuelva a caer Navarra en manos indeseables es una cuestión de Estado, además de una exigencia indudablemente democrática. Hay que recordar de nuevo que la plataforma electoral “Navarra Suma” ha logrado veinte escaños y su inmediato seguidor, el Partido Socialista, poco más de la mitad (once). Mientras que Geroa Bai solamente nueve escaños. No pueden éstos dar un golpe de estado contra la voluntad mayoritaria de los navarros.
Por eso es bueno el principio de dejar gobernar al más votado. Esto es respetar la voluntad de los electores. Sea en el Gobierno de la Nación, sea en Navarra. Sea en Madrid o en Cataluña, donde ese principio no se respeta.
No es de recibo el chantaje del nacionalismo vasco a Sánchez. Consiste en cambiar Navarra por los votos para la investidura.
Por eso adquiere valor de cuestión de Estado la propuesta de UPN.
Ciertamente me parece una propuesta provechosa y responsable. Es propia de organizaciones que tienen en su cabeza una idea de Estado, o una evaluación de los riesgos inmanentes que conlleva poner en manos de los destructores del 'status quo' social, cultural y político, las riendas del país. Es decir, que sienten que la responsabilidad que tienen contraída con su país es demasiado grande como para frivolizar con intereses mezquinos y cortoplacistas.
Me refiero a la propuesta de UPN hecha al candidato a la investidura para ser el presidente del Gobierno de España y secretario general del PSOE, el señor Sánchez. La idea gira en torno a algo tan simple como este paradigma: “Tú me dejas gobernar a mí en Navarra, pues soy con diferencia el más votado, y yo te dejo gobernar en la Moncloa con mi abstención”.
Esto, que a los más recalcitrantes maximalistas que observan por la mirilla estrecha de la puerta sin atreverse a traspasarla, les parecerá un ultraje a los principios sagrados del combate a cuerpo descubierto, es un gesto de toma de posiciones fundamentales para evitar daños mayores. Es aceptar el problema menor para lograr evitar el mayor
¿Es mal menor que Sánchez gobierne España? No, no es un tema baladí. Pero puesto que lo va a hacer con unos votos o con otros (siempre habrá quien por recibir alguna suculenta prestación presupuestaria, descomponiendo la finalidad principal del Estado que es el interés general, se venda al mejor postor) la cuestión es hacer de la necesidad virtud.
Y la necesidad es virtud en este caso. Navarra es un factor esencial para frenar la escalada independentista orientada a la destrucción de España y de su unidad. Lo ha dicho Torra con meridiana claridad al dirigirse a los nacionalistas vascos para que se sumen al concierto secesionista y a la llamada autodeterminación. El objeto, según palabras textuales de Torra, es la destrucción de España y su disolución. “Vayámonos juntos, vascos y catalanes. Juntos somos más fuertes”, ¿habrá quien aún cuestione las intencionalidades del nacionalismo?
La idea está clara: primero, romper el Estado y después confederar las partes desgajadas. Es como si rompemos un plato y después pegamos los fragmentos. El plato sigue siendo plato, pero lo que no sabemos es cuanto durará por muy buen pegamento que le pongamos.
Los nacionalistas vascos a tenor de las imágenes reproducidas por los medios de comunicación no han ahorrado agasajos y entusiasmo en el recibimiento al ínclito rompepatrias, traidor y felón servidor de intereses foráneos a los que se somete de forma eficaz en su paso como elefante en cacharrería. Es decir, que no me da la impresión de que los nacionalistas vascos hagan ascos a la idea.
Lo que ocurre es que para dar ese salto necesitan masa crítica. Masa crítica territorial y elementos que justifiquen suficientemente el ideario mitológico. Necesitan un elemento histórico que les sirva de condimento fantástico, como un rey: Sancho III el Mayor, debidamente adobado con falsedades que despojen su característica de rey de España (rex hispaniarum); y necesitan un territorio amplio en superficie geográfica que les proporcionaría la anexión de Navarra. Quizás, por eso, el exlehendakari Ibarretxe, que no da puntada sin hilo, ha salido al paso de que los vascos y catalanes preexistían al Estado Español, lo que es una mendrugonada como un castillo, pues en tiempos de los vascones de Aquitania y vertiente sur de los Pirineos no había vascos en los actuales territorios del País Vasco. Y lo poblaban Várdulos, Caristios y Autrigones que como todo el mundo sabe eran celtas. Pero no se preocupen que los nacionalistas seguirán adoctrinando a nuestros hijos y nietos contando su particular historia en las escuelas sin que nadie lo corrija.
Por eso llevo un tiempo escribiendo sobre Navarra. Navarra no puede seguir en manos de filoetarras y nacionalistas. No solamente porque la estrategia fundamental de éstos sea anexionar Navarra al País Vasco para el salto posterior a su desgajamiento; sino porque, además, su paso por la Comunidad navarra es destructor en todos los órdenes: el económico, el de la convivencia, el cultural y el social. La paz social en Navarra ha experimentado un indudable retroceso.
El evitar que vuelva a caer Navarra en manos indeseables es una cuestión de Estado, además de una exigencia indudablemente democrática. Hay que recordar de nuevo que la plataforma electoral “Navarra Suma” ha logrado veinte escaños y su inmediato seguidor, el Partido Socialista, poco más de la mitad (once). Mientras que Geroa Bai solamente nueve escaños. No pueden éstos dar un golpe de estado contra la voluntad mayoritaria de los navarros.
Por eso es bueno el principio de dejar gobernar al más votado. Esto es respetar la voluntad de los electores. Sea en el Gobierno de la Nación, sea en Navarra. Sea en Madrid o en Cataluña, donde ese principio no se respeta.
No es de recibo el chantaje del nacionalismo vasco a Sánchez. Consiste en cambiar Navarra por los votos para la investidura.
Por eso adquiere valor de cuestión de Estado la propuesta de UPN.