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Pablo Mosquera
Domingo, 14 de Julio de 2019 Tiempo de lectura:

Hace veinte años del primer pacto de Estado

Costó mucho tiempo darse cuenta que el nacionalismo vasco era el problema. Como ha costado mucho tiempo saber que el nacionalismo catalán no buscaba más autonomía, lo que buscaba era una República Catalana. Mientras tanto, España se desangraba. El reparto de los recursos construyó una España de autopistas, alta velocidad y toda suerte de ayudas para puertos deportivos, comerciales y pesqueros. Mientras la otra España retrocedía y se despoblaba al no disponer de capacidades para el sector primario y perder las industrias alimentarias derivadas de lo anterior.

 

Mientras Galicia se quedaba sin conserveras, los catalanes recibían todo el apoyo del Gobierno central para su industria textil. Mientras las comunicaciones para llegar a Galicia y desde Galicia por el Cantábrico seguían contribuyendo al aislamiento del eje Portugal-Europa, se empeñaban toda suerte de recursos para desarrollar el denominado eje Mediterráneo que a estas alturas del cuento me gustaría saber si forma parte del relato titulado "España nos roba".

 

Algo cambió en julio de 1999. Tras las elecciones municipales y forales, se constituyó el primer gran acuerdo para frenar al nacionalismo vasco. El asesinato de Miguel Ángel Blanco y su repercusión paisana en el espíritu de Ermua propició que los sesudos políticos de entonces, señalaran que era preciso un pacto de Estado para evitar la manija de Arzalluz o lo que dio título a un magnífico libro sobre "el árbol y las nueces".

 

En aquel verano de 1999, socialistas vascos, populares vascos y Unidad Alavesa, conformamos un pacto de Gobiernos foral y municipales para el Territorio Histórico de Álava. Transformamos Álava en la frontera al nacionalismo. Logramos que el proyecto independista del PNV y sus aliados fuera una mesa con tal sólo dos patas. Navarra era un bastión foralista y español. Álava dejaba la Euskadi controlada desde los batzokis vizcaitarras. Y lo mejor, acuñado por UA. Si se empeñan en la independencia de Euskal Herría, los alaveses se empeñarán en sacar Álava de Euskadi, para convertirla en una comunidad uniprovincial al puro estilo foral de Navarra.

 

Así a finales de julio de hace veinte años se constituye en Álava el primer Gobierno sin nacionalistas en una Comunidad Autónoma Vasca dónde siempre mandaron los seguidores de un tal sabino Arana. Fuimos capaces de olvidar lo que nos separaba ideológicamente para sumar en torno a lo que nos unía, que era el amparo de la Ley y el Derecho a ser ciudadanos españoles en el País Vasco, todo ello con una carga dramática de amenazas constantes sobre nuestras vidas.

 

El Ayuntamiento de la capital de Euskadi, sin nacionalistas. La Diputación Foral de Álava, sin nacionalistas. Ambas instituciones, con enorme prestigio, poder y capacidades para ser y decidir, fueron presididas por la bandera de España, la Constitución de los españoles, la seguridad absoluta de lealtad que así se la mostramos, en nuestra visita, al jefe del Estado en la Zarzuela.

 

Propongo dos reflexiones. ¿Cómo incidió tal acuerdo entre diferentes -derecha e izquierda- en el gran problema del separatismo vasco con el Estado español?. ¿Cómo es posible que ante el grave problema del nacionalismo catalán no se haga algo similar, dejando al PSOE frente a la disyuntiva de apoyarse en Podemos - de inciertas intenciones-  y nacionalistas -que siguen agazapados esperando la debilidad del Estado-, si quiere formar Gobierno para España?.          

 

A los socialistas vascos y a los foralistas alaveses, no nos gustaban los chicos y chicas peras del PP. Pero por encima de todo, olvidamos lo accesorio y señalamos como primer objetivo defender la unidad de España y combatir la derivada de aquella Construcción Nacional del Estado Vasco, que era santo y seña para los comandos de ETA, ya que algunos señalaban a los enemigos de la causa y otros se encargaban de ejecutarlos por lo civil o por lo criminal.

 

Cuando surgió CIUDADANOS, desde mi Galicia natal y actual ciudadanía, llegué a ver similitudes entre tal movimiento social surgido de la dignidad catalana-española, y la dignidad de la que hicimos gala desde la pequeña Álava un grupo de personas que siendo de derechas, centro  o izquierdas, conformamos Unidad Alavesa, con el fin de abrir las puertas y ventanas para la libertad, las reformas y la regeneración. ¿Qué pasó con aquel punto de encuentro y de Estado?

 

Desgraciadamente, España tiene una maldición. Cualquier situación es susceptible de empeorar. Cualquier Gobierno, por malo que sea, es susceptible de traer a otro peor. Cualquier intento de separar política partidaria de política de Estado -en ello consiste el patriotismo- es una entelequia que siempre concluye con una historia de soberbia en la que se impone la pregunta y el deseo de "¿qué hay de lo mío?". O esa actitud tan de los iluminados que conlleva a creerse llamado para ser guía del pueblo, aun que sea sin escuchar al pueblo, en una vuelta al absolutismo francés que gritaba: ¡Todo para el pueblo, pero sin el pueblo!.

         

España tiene graves problemas que deben resolverse con grandes acuerdos. Ese es el rumbo del poder institucional. Pero tengo motivos para inquietarme. Creo que a los mandarines les reina el tacticismo. ¿Cómo mandar más, en solitario y sin que nadie haga funciones de Pepito Grillo?. O dicho de otra forma. Harán tantas convocatorias electorales como fueran preciso para acercarse a la bienaventurada mayoría absoluta.

 

El lenguaje corporal de los dirigentes políticos para estos momentos, rezuma engreimiento y dogmatismo. Está claro que en las curias partidarias, llevar la contraria a la cúpula es sufrir el destierro inmediato.

 

Pero que tengan cuidado. El pueblo no está dormido. Alguno que le han contado la historia de su linaje caudillista, puede desvanecerse como una pompa de jabón.

 

Para mí fue un honor formar parte de aquel primer Gobierno Foral constitucionalista. Como fue un honor vivir amenazado constantemente por mis ideas y mi dignidad pública. Como fue un honor, decidir yo mismo, cuándo dejaba la política, a pesar de estar formando parte de un Gobierno y disfrutar de sus peculiaridades. Pero algunos nacimos libres y dueños de nuestro destino...

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