Lunes, 29 de Diciembre de 2025

Actualizada Domingo, 28 de Diciembre de 2025 a las 18:54:22 horas

Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

La Tribuna del País Vasco
Domingo, 10 de Noviembre de 2019 Tiempo de lectura:

Millones de españoles, contra el consenso socialdemócrata

Las llamas que devoraron parte de la catedral de Notre-Dame fueron el símbolo. Nuestras naciones se desmoronan desconectadas de su historia, apartadas de sus tradiciones, aisladas de su legado cultural y despojadas de sus grandes valores referenciales. Patrias milenerias se suicidan al mismo ritmo desolador que se aniquilan fetos o se inmolan sus ciudadanos, que han convertido el quitarse la vida, sus vidas, en una de las primeras causas de muerte no natural en Europa. Mientras las iglesias vuelven a arder y miles de judíos vuelven a abandonar el viejo continente ahora perseguidos por las hordas antisemitas alimentadas por la extrema-izquierda política, y cuando el islam generosamente financiado por los países del Golfo comienza a imponer la ley islámica en numerosas zonas de Francia, Gran Bretaña, Alemania, Bégica o Suecia, la noche cae sobre nuestras ciudades. Con una clase media reducida a su mínima expresión, expoliada por los impuestos abusivos que las élites exigen para subvencionar sus caprichos multiculturales, feministas, empoderadores, igualitarios, regeneracionistas y comunitarios, nuestras calles y plazas, cada vez más inseguras, más decrépitas, más extrañamente ruidosas y más confusas, se hunden en la desidia, el olvido y el abandono.

 

En la hora del crepúsculo civilizacional que nos ha tocado vivir, vuelven los fantasmas de siempre arrasando la libertad, censurando opiniones, prohibiendo creaciones, insultando a nuestro Dios, imponiéndonos nuevas leyes y nuevos silencios y exigiendo nuevos tributos espirituales y materiales. Llega un invierno crucial para Occidente y trae con él un ingente frío moral que cae sobre nosotros en forma de avalanchas de ruina demográfica, de descomposición territorial, de consumo masivo de opiáceos y drogas sintéticas, de inmigración ilegal masiva, de populismo sexual, de olvido de nuestro pasado, de insultos a nuestros ancestros y, sobre todo, de destrucción, desprecio y olvido de todo lo excelso y bello que a lo largo de más de 2.000 años nos ha legado nuestro acervo judeocristiano y grecolatino.

 

En este escenario desolador, el impresionante ascenso electoral que Vox ha tenido en España es el símbolo de cómo los viejos europeos se resisten a morir y buscan proclamar su identidad, su esencia, sus valores, sus banderas morales, sus costumbres, su forma de ser y su memoria colectiva entre las nieblas purulentas de una geografía globalizada, neutra y deslavazada donde el rostro obligatoriamente cubierto de una mujer es ahora un ejemplo de libertad, donde se cierran iglesias mientras se abren decenas de mezquitas, donde no hay padres ni madres sino progenitores uno y dos, donde reinan jemeres verdes y oenegés oscuramente subvencionadas, donde hay niñas con pene y niños con vulva, donde se escupe al cristianismo que nos hizo como somos y se manipula nuestra historia.

 

El hecho de que Vox se haya convertido ya en la tercera fuerza política en el Parlamento español es un claro síntoma de que ninguna civilización muere sin luchar, y menos aún cuando se trata del conjunto de creencias, tradiciones, valores y construcciones sociales que a lo largo de la historia de la humanidad, han alumbrado lo mejor del mundo. Por ello, tras décadas agazapados, ocultos, silenciosos y silenciados, convertidos en carne de impuestos y en carne de cañón socialdemócrata, manteniendo a sus familias tradicionales sin apoyo de nadie y con la cabeza agachada, sintiéndose olvidados por las instituciones, sufriendo el incensante aumento de la inseguridad en las calles, padeciendo el terror islamista en mercadillos navideños, aeropuertos y discotecas, sintiéndose profundamente despreciados por los medios de comunicación del Sistema que les tratan como a escoria ignorante, ultraderechista, odiante y fanática, millones de españoles han salido a la luz pública espoleados por la indignación, azuzados por el hambre de racionalidad, guiados por el sentido común, apoyándose en las redes sociales más cercanas, y negándose a seguir siendo por más tiempo los conejillos de Indias del multiculturalismo más soez, del marxismo cultural más aniquilador, del nihilismo más cruel y de la globalización más grosera.

 

Tras la bandera de Vox se aglutinan más de tres millones de hombres y de mujeres con la garganta rota por años de silencio forzado, pero con la fuerza telúrica de quienes se saben poseedores de secretos añejos, de códigos inmemoriables, de la sabiduría y las destrezas que la mejor de las naciones y de las civilizaciones nos ha legado. Durante los últimos meses, el espíritu patriótico y la conciencia identitaria que representa lo que fuimos y lo que orgullosamente deseamos seguir siendo ha inundado las calles, las plazas y las urnas para decir que sí, que seguimos estando aquí, que hemos abandonado los escondites donde un día nos guarecimos de la lluvia ácida y torrencial que cae en forma de ideología de género, de feminismo radical, de anticristianismo, de antisemitismo, de imposición de las minorías y de promoción de la mediocridad, para votar, para gritar y para reivindicar en voz alta y allí donde sea posible, principios, valores, propuestas y reclamaciones básicas de puro sentido común pero que llevan años siendo abandonadas y despreciadas, arrinconadas por el totalitarismo socialdemócrata en el estercolero de la “ultraderecha”, de los “fachas”, de los “perpetuadores del odio”, de los “fanáticos” o en ese gran vertedero sin fondo del “franquismo”.

 

Vox ha logrado aglutinar a su alrededor a centenares de miles de ciudadanos, de orígenes, ideologías, convencimientos, preocupaciones y esperanzas muy diferentes, posiblemente con posiciones políticas absolutamente transversales, pero siempre abrazados a un puñado de certezas inamovibles: la defensa a ultranza de los valores clásicos ligados a la gran civilización occidental que tantos y con tanto empeño quieren aniquilar; el convencimiento de que libertad y seguridad no son caras diferentes de una misma moneda sino condiciones previas sin las que todo lo demás no existe; la reivindicación de la grandeza y de la historia de nuestras patrias; la asunción de la familia natural como la base sobre la que se asientan nuestras sociedades; la oposición radical a que se utilice política y económicamente a la inmigración ilegal como caballo de Troya de causas siempre oscuras; el convencimiento de que el gran proyecto civilizatorio occidental no puede ser entendido sin dos milenios de tradición cristiana; la oposición radical al totalitarismo comunista y a su gran afín histórico, el totalitarismo nacional-socialista y, sobre todo, la creencia firme de que solo el esfuerzo, el trabajo y la lucha de los individuos, amparados en sus familias tradicionales, puede dar luz en la era de la oscuridad en la que estamos sumidos.

 

A lo largo de las últimas décadas, el PSOE, la extrema-izquierda y los movimientos totalitarios secesionistas, no han dudado en tratar de desmantelar y poner en venta una nación con más de 2.000 años de historia. Pero, hoy, millones de ciudadanos han alzado la ‘Vox’, quizás algo cansados y con cicatrices y arrugas bien marcadas, pero con más fuerza, con más razones, con más rabia, con más argumentos y con las mismas ganas de libertad de siempre.

 

Frente a los nuevos marxistas, frente a la extrema-izquierda camuflada de terciopelo, frente al totalitarismo independentista, frente al nihilismo burdo de las élites empresariales y financieras o frente a quienes tratan de dividir a las viejas naciones para repartirse más fácilmente sus despojos, frente a los nuevos puritanos y los nuevos integristas, los viejos españoles que un día alumbraron Occidente han recuperado su presencia. Y ya han elegido abanderado.

 

 

Portada

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.