2020: España se convierte en la primera gran distopía socialista de la UE en el siglo XXI
Otorgar el derecho a voto a los adolescentes de 16 años, acabar con los colegios concertados, controlar la libre difusión de informaciones y de opiniones, aumentar los impuestos, multiplicar el gasto público, imponer un nuevo rosario de leyes coercitivas para luchar contra un inexistente cambio climático, reescribir la historia implantando una nueva memoria colectiva, reducir las horas de empleo, regalar dinero a quienes no deseen trabajar, afianzar a machamartillo todas y cada una de las necedades relacionadas con la ideología de género, imponer restricciones a la propiedad privada, castigar la creación de empresas y cortar de raíz cualquier posibilidad de que la meritocracia triunfe sobre la mediocridad son algunos de los puntos básicos sobre los que se levantará el futuro Gobierno de extrema-izquierda con el que el Partido Socialista y Podemos se plantean dirigir España durante los próximos años. Además, para lograr estos objetivos, Pedro Sánchez y la chusma radical, ignorante y fanática que éste encabeza no ha dudado en apoyarse sobre los golpistas catalanes, sobre quienes durante varias décadas han sido los voceros de ETA y sobre nacionalistas de variado pelaje a quienes se les ha regalado la posibilidad de dar la forma que deseen a lo que todavía queda de lo que un día fue el Estado español.
Poco a poco, según van pasando los años y las décadas, vamos dejando atrás bastantes de los grandes futuribles plasmados a lo largo del tiempo por la literatura y el cine, desde el 1984 de George Orwell al Los Angeles de Blade Runner, pasando por la epopeya espacial de 1999, el extraño Regreso al futuro que tenía lugar en el año 2015 o los Días Extraños de Kathryn Bigelow que explotaron en 1999. Pero, ahora, en el comienzo de este 2020, socialistas asilvestrados y fanatizados, comunistas tradicionales, comunistas bolivarianos, filoterroristas y un inmenso rosario de nuevos izquierdistas especializados en expulsar a los estercoleros de la “extrema-derecha” a todos aquellos ciudadanos que no comulgan con la corrección política, con la imposición doctrinal socialdemócrata diseminada por tierra, mar y aire desde los medios de comunicación del sistema (casi todos) o con el totalitarismo difuso manado desde unas instituciones dedocráticas mancilladas hasta la extenuación por un PSOE convertido en una secta que funciona por aclamación de sus bases, están conformando una realidad que se levanta, monstruosa, como la primera gran distopía socialista que surge en la Unión Europea en este siglo. Una pesadilla que la sociedad española, representada por una Monarquía dimisionaria, un Estado vendido al mejor postor, un entramado de grandes partidos corruptos y millones de ciudadanos empeñados en lanzarse por el vacío de la oclocracia, parece haberse ganado a pulso y que va a ceñirse sobre nosotros con la inmensa negrura, el oscurantismo y la barbarie que solamente es capaz de generar una gran alianza nacional-socialista como la liderada por el PSOE con la aquiescencia cómplice del gran capital transnacional, con el silencio cobarde de la Iglesia católica, con el visto bueno de las instituciones comunitarias y con la sonrisa cínica de quienes aplauden tímidamente ante el pasear de un Rey que saben a ciencia cierta que está desnudo.
Se aproximan tiempos duros. Muy duros. Se avecina una época cruel y corrosiva para nuestro legado civilizacional porque la morralla política que, legal pero ilegítimamente, va a manejar España en los próximos meses viene cargada de leyes liberticidas, de decretos impositivos, de doctrinas incendiarias y de soflamas frentepopulistas, pero, sobre todo, viene pertechada con un puñado de armas infames que deconstruyendo al hombre y la mujer, aniquilando la familia tradicional, convirtiendo la educación en adoctrinamiento, reescribiendo la historia, diluyendo y despreciando nuestra tradición judeocristiana y grecolatina, limitando la libertad de expresión “por nuestro bien”, empequeñeciendo los derechos individuales de las personas, aumentando exponencialmente los presuntos derechos de determinadas minorías, poniendo trabas al desarrollo empresarial, limitando la propiedad privada, castigando a las víctimas y recompensando a los delincuentes, busca arrasar con la nación, el Estado, el entramado constitucional y la sociedad tradicional alumbrando un nuevo orden, que en realidad es muy viejo, en el que, de vez en cuando, todos habremos de repetir, unánimente y al ritmo que marcarán los medios de comunicación del sistema (casi todos), aquello de “la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza”.
Otorgar el derecho a voto a los adolescentes de 16 años, acabar con los colegios concertados, controlar la libre difusión de informaciones y de opiniones, aumentar los impuestos, multiplicar el gasto público, imponer un nuevo rosario de leyes coercitivas para luchar contra un inexistente cambio climático, reescribir la historia implantando una nueva memoria colectiva, reducir las horas de empleo, regalar dinero a quienes no deseen trabajar, afianzar a machamartillo todas y cada una de las necedades relacionadas con la ideología de género, imponer restricciones a la propiedad privada, castigar la creación de empresas y cortar de raíz cualquier posibilidad de que la meritocracia triunfe sobre la mediocridad son algunos de los puntos básicos sobre los que se levantará el futuro Gobierno de extrema-izquierda con el que el Partido Socialista y Podemos se plantean dirigir España durante los próximos años. Además, para lograr estos objetivos, Pedro Sánchez y la chusma radical, ignorante y fanática que éste encabeza no ha dudado en apoyarse sobre los golpistas catalanes, sobre quienes durante varias décadas han sido los voceros de ETA y sobre nacionalistas de variado pelaje a quienes se les ha regalado la posibilidad de dar la forma que deseen a lo que todavía queda de lo que un día fue el Estado español.
Poco a poco, según van pasando los años y las décadas, vamos dejando atrás bastantes de los grandes futuribles plasmados a lo largo del tiempo por la literatura y el cine, desde el 1984 de George Orwell al Los Angeles de Blade Runner, pasando por la epopeya espacial de 1999, el extraño Regreso al futuro que tenía lugar en el año 2015 o los Días Extraños de Kathryn Bigelow que explotaron en 1999. Pero, ahora, en el comienzo de este 2020, socialistas asilvestrados y fanatizados, comunistas tradicionales, comunistas bolivarianos, filoterroristas y un inmenso rosario de nuevos izquierdistas especializados en expulsar a los estercoleros de la “extrema-derecha” a todos aquellos ciudadanos que no comulgan con la corrección política, con la imposición doctrinal socialdemócrata diseminada por tierra, mar y aire desde los medios de comunicación del sistema (casi todos) o con el totalitarismo difuso manado desde unas instituciones dedocráticas mancilladas hasta la extenuación por un PSOE convertido en una secta que funciona por aclamación de sus bases, están conformando una realidad que se levanta, monstruosa, como la primera gran distopía socialista que surge en la Unión Europea en este siglo. Una pesadilla que la sociedad española, representada por una Monarquía dimisionaria, un Estado vendido al mejor postor, un entramado de grandes partidos corruptos y millones de ciudadanos empeñados en lanzarse por el vacío de la oclocracia, parece haberse ganado a pulso y que va a ceñirse sobre nosotros con la inmensa negrura, el oscurantismo y la barbarie que solamente es capaz de generar una gran alianza nacional-socialista como la liderada por el PSOE con la aquiescencia cómplice del gran capital transnacional, con el silencio cobarde de la Iglesia católica, con el visto bueno de las instituciones comunitarias y con la sonrisa cínica de quienes aplauden tímidamente ante el pasear de un Rey que saben a ciencia cierta que está desnudo.
Se aproximan tiempos duros. Muy duros. Se avecina una época cruel y corrosiva para nuestro legado civilizacional porque la morralla política que, legal pero ilegítimamente, va a manejar España en los próximos meses viene cargada de leyes liberticidas, de decretos impositivos, de doctrinas incendiarias y de soflamas frentepopulistas, pero, sobre todo, viene pertechada con un puñado de armas infames que deconstruyendo al hombre y la mujer, aniquilando la familia tradicional, convirtiendo la educación en adoctrinamiento, reescribiendo la historia, diluyendo y despreciando nuestra tradición judeocristiana y grecolatina, limitando la libertad de expresión “por nuestro bien”, empequeñeciendo los derechos individuales de las personas, aumentando exponencialmente los presuntos derechos de determinadas minorías, poniendo trabas al desarrollo empresarial, limitando la propiedad privada, castigando a las víctimas y recompensando a los delincuentes, busca arrasar con la nación, el Estado, el entramado constitucional y la sociedad tradicional alumbrando un nuevo orden, que en realidad es muy viejo, en el que, de vez en cuando, todos habremos de repetir, unánimente y al ritmo que marcarán los medios de comunicación del sistema (casi todos), aquello de “la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza”.