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Pablo Mosquera
Sábado, 29 de Febrero de 2020 Tiempo de lectura:

De Alonso a Iturgaiz, en medio Borja Semper

El PP con sede nacional en la calle Génova y con mando a distancia desde FAES, ha iniciado otra refundación para lo que denominan el centro derecha. Una vez más -1989: Fraga, Mayor Oreja, Aznar-  comienza en Euskadi. Me adelanto a decir sin miedo que dos sopapos en Cataluña y Euskadi, y la cuarta mayoría absoluta en Galicia, serán motivo y motor para una operación política dirigida desde los poderes fácticos para sumar o terminar con la división y ofrecer una alternativa potente al sanchismo-podemita-nacionalista, encabezada por Núñez Feijoo.

 

Tal camino hacia la tierra prometida requiere dejar cadáveres en el trayecto. También requiere recuperar mentes claras y cultas que no pueden estar cómodas con chicos/as de sonrisa fácil y discurso basado en la descalificación, en un país que necesita soluciones urgentes para sus problemas -endeudamiento, credibilidad europea, secesionismo, crisis económica y laboral, envejecimiento poblacional, movimientos migratorios, política financiera y gasto social-.

 

En esa Euskadi dónde la épica del bravo enfrentamiento contra el terrorismo y sus cómplices ya no vende, el PP sufre el achique de espacios -Menotti-. Vuelve otra vez la teoría de pelearse por un gran acuerdo que evite la deriva en el nacionalismo hacia tesis independentistas. Y es que los dirigentes del PP vasco no han sabido mutar. Fue lo mismo que le sucedió a Mayor Oreja y le condujo al ostracismo. La violencia ha sido una fuente de conductas que dividieron a la sociedad vasca, amén de impedir su desarrollo socio-económico. Pero desde que el PNV descabalgó a Ibarretxe y Arzalluz, con la llegada de Imaz, los burukides residentes en Sabin Etxea aprendieron tres postulados: se vive mejor en paz, los derechos históricos y su carga de privilegios quien mejor los protege es el Estado español, hágase lo necesario para evitar un Gobierno vasco con Podemos y Bildu.

 

Alfonso Alonso Aranegui supo entenderlo. Cuando estaba en las Cortes y ejercía como portavoz del PP que controlaba Soraya, puso en marcha operaciones de acercamiento al PNV, para quitarle el favoritismo con acuerdos de gobiernos forales y común, a los socialistas vascos, ofreciendo en Madrid alianzas útiles, que duraron hasta la moción de censura a Rajoy, entre otras razones por la capacidad pragmática del PNV que siempre hizo del pacto necesario, el núcleo de sus Fueros.

 

La llegada del equipo Casado y las instrucciones de Aznar, chocaron con tal ruta. De ahí el discurso que tuvo, nada más pisar tierra vasca, la portavoz Cayetana Álvarez de Toledo. Una mujer que me recuerda a Hatshepsut, la reina-faraón de la dinastía XVIII de Egipto. Había que unificar discursos en Cataluña y Euskadi. El nuevo ideario del PP consistía en defender la unidad de España, prescindiendo de los acuerdos y privilegios al nacionalismo. Pero, además, había unas heridas abiertas en el Congreso del PP que ganó Casado. Moreno Bonilla se salvó por la coalición para gobernar en Andalucía, pero Alonso tenía sus días contados, máxime cuando los resultados electorales indicaban un grave deterioro de la implantación del PP en Euskadi. No hace falta ser muy avispado para entender cómo la desaparición del miedo ha dado paso a la implantación del clientelismo, y nada mejor para verlo que analizar cómo el PNV se ha ido imponiendo en todos los ayuntamientos alaveses, feudos históricos del PP.

 

Pero la primera alarma la dio Borja Sémper. Un político nacido en aquella emoción que emanaba de mi amigo Goyo Ordoñez. Pero supo avanzar más allá de la lucha por la libertad. Magnífico portavoz en el Parlamento vasco. Este irunés no se conformó con mantener como única profesión la de político. Además de formación y méritos profesionales, que le han permitido marcharse a la vida civil cuando le ha dado la gana, es un hombre culto, libre, crítico con la partitocracia, no le debe nada a nadie, y menos a los "fontaneros" del PP, como Oyarzabal, cuyo historial es peligrosamente dependiente para saber colocarse y cambiar a tiempo, con el fin de vivir de y para la política.

 

Me gustará ver a todos los que en las elegantes barras de cafeterías vitorianas han animado o empujado que Alonso fuera el Aníbal en una revuelta cargada de dignidad foral, cuántos se van acordar de tal a la hora de hacer las listas para sacar escaño en el Parlamento vasco, y así seguir en la mamandurria. Lo mismo que recordamos aquella frase de "es la economía estúpido", en nuestro país, dentro de las sedes partidarias se escucha "es la nómina lo más importante".

 

Dicen los que todo lo saben y lo cuentan que alguien con viejas tretas guipuzcoanas y negocios en Madrid, donde vive cómodamente, le llamó a Iturgaiz, sólo, desamparado, olvidado, para que ante la bronca montada por Alfonso, se ofreciera de inmediato como solución urgente a la hemorragia. Y así el hombre de confianza para Mayor Oreja, ex presidente del PP vasco, y profesor de acordeón, además de vascoparlante, logró ser oportuno y oportunista. Eso sí, nada más empezar su andadura metió la pata: reconoció que no sólo asumía a los llegados de Cs, es que su intención y programa eran ocupar el espacio de VOX, pues no en vano le une una vieja amistad y coincidencia con Santiago Abascal. Ahí ya se desmarcó del futuro- Feijoo- y será un dirigente coyuntural.

 

De la despedida de Alonso Aranegui me llamó poderosamente la atención su tristeza al señalar que no sabía lo que iba a ser de su vida, pues la había dedicado desde "niño" a la política. Esa es la peor de las tragedias. Un vitoriano de toda la vida, con estudios universitarios, con pedigrí alavés, pero que nunca ha hecho otra cosa que dedicarse a la política. Aun recuerdo el sonoro fracaso que tuvo aquel despacho que montó en la calle Manuel Iradier con su entonces inseparable amigo Maroto...

 

Alonso Aranegui fue un alcalde del primer gran acuerdo constitucionalista: PP-PSE-UA. Fue la primera vez que se desalojó al nacionalismo de las instituciones públicas vascas. Aún recuerdo el slogan de Unidad Alavesa: "Álava, frontera al nacionalismo". Pero de eso pasaron los años -julio de 1999-. Puede decir el nieto del presidente de la Diputación de Álava, Manuel Aranegui, lo que escribió Zorrilla: "Yo a los palacios subí/  yo los claustros escalé/ y en todas partes deje/ memoria amarga de mi...".

            

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