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Pablo Mosquera
Domingo, 22 de Marzo de 2020 Tiempo de lectura:

¿A qué casta pertenecen sus señorías?

No les ha sido suficiente con la convocatoria del 8-M. Haciendo oídos sordos a los epidemiólogos. No les ha sido suficiente con saltarse dos veces la cuarentena. La segunda vez, para salir en la foto y dar su mitin. No les ha sido suficiente con tomarse a modo de gripe estacional lo que acontecía en China. No les ha sido suficiente con llegar tarde y mal para las medidas precisas que debían gravitar sobre los dicterios de los expertos y los políticos obedecer. No les ha bastado con seguir cobrando cesantías y salarios parlamentarios, mientras otros españolitos autónomos lo pierden todo en la ruleta de la pandemia.   

 

No confío en la denominada clase dirigente. Hace tiempo que elevaron su estatus muy por encima del pueblo o de la sociedad civil. Están dirigidos por el mando a distancia de aquellos que antaño señalábamos como poderes fácticos. Son una mancha o sombra que nos oscurece el sol. Ejercen el egoísmo y siempre juegan con ventaja. Su oportunismo sólo es comparable a su ignorancia.


Pero la sociedad tiene recursos propios. La fuerza del pueblo, esa que a lo largo y ancho de la historia hizo las revoluciones para quitar a los tiranos y ganar derechos fundamentales.

 

Ese pueblo llano que viven toreando un sueldo o una pensión. Que siempre da lo que tiene. De donde salen los voluntarios. Semilla de héroes anónimos a los que rara vez se les dedica una calle o una plaza.

 

Pero esa semilla florece cada primavera, como el 'Alecrín do toxo'. Como las chiribitas que dibujó Agustín Ibarrola en un símbolo para la esperanza en plena dictadura del terror en el País Vasco.

 

Pues desde esas cenizas, desde esos huesos viejos y cansados, desde esas casas humildes, desde aldeas y barrios, saldrán gentes que ejercerán el "hombro con hombro" para ayudar a los más débiles para que no se queden a las puertas de Jerusalén.

 

Debe ser que nunca he dejado de pensar y sentir como un chaval de pueblo marinero, gallego y soñador. Debe ser que viajar, mandar, estudiar, gestionar, no han conseguido amaestrarme. Sigo siendo uno de aquellos estudiantes inquietos, que en verano descargaba boniteros para sentirme fuerte y disfrutar con un salario.

 

Pero ahora, soy mucho más peligroso. Tengo una pluma y sé usarla. Soy como aquellos poetas que hacían frente a las mesnadas de los señores feudales o de la Santa Inquisición. Soy libre. Y como dijo el gran poeta Blas Otero: "sólo me queda la palabra"...

 

Resulta muy esclarecedor que la Unión Europea, el Estado de las autonomías, el espacio que la política ha usurpado a la sociedad civil, para dar a unos y quitar a otros, con base en la denominada política clientelar, ante hechos como el que comenzó en China, ha mostrado su verdadera cara. Entre la imbecilidad y la tempestad de movimientos, que sigue jugando con las voluntades, usando mensajes publicitarios a inventario de los mandarines, oportunistas y siempre oportunos dicterios, debemos preparar unas necesarias elecciones generales para cuando termine esta "peste".

 

También me pregunto cuál está siendo el papel de toda esa tropa denominada "liberados sindicales". ¿Qué están haciendo ? Algunos puede que hasta se les haya olvidado el oficio, mientras los pobres autónomos sufren el mordisco definitivo a su capacidad para fomentar y crear riqueza desde un tejido socio económico popular.

 

Me resultó indignante comprobar cómo los urbanitas usaron la crisis para acudir de vacaciones a sus segundas residencias. Me resultó escalofriante comprobar la diferencia que existe entre el trabajo productivo -los indios- y tanto jefecillo leal al sistema pero absolutamente improductivo en un momento como el que nos golpea cruelmente.

 

Y me preocupa la segunda oleada. Me explico. El continente africano es un lugar silente, dónde se explotan riquezas con 'manu militari'. Nadie se ha preocupado de tales parias que llevan años tratando de huir ante la miseria, entre guerras comerciales, epidemias, falta de agua o alimentos básicos, pero con el papel que les asignó la curia. Ser mano de obra barata, esclava, para sacar de sus filones, materiales preciosos que usamos en la sociedad de la revolución tecnológica.

 

Pues bien. En el momento que tal continente se infecte, se producirán dos hechos: la mutación del virus, el regreso de la pandemia en forma de segunda gran oleada. Todo ello dejando muertes que nadie va a contabilizar.    

 

Me gustaría saber las medidas económicas y financieras que se adoptarán para poner en orden a los mercados. Esos lugares dónde las grandes compañías y los especuladores hacen sus grandes negocios. Y me gustaría saber si de tanto desbarajuste saldrán nuevos líderes que, como Viriato, se enfrenten al Imperio romano. Debemos prepararnos para la revolución. Para el cambio de las leyes. Para disponer de otro espacio que garantice la verdad.

 

Mientras tanto, que cada cual cumpla con su deber.

 

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