Lunes, 22 de Septiembre de 2025

Actualizada Domingo, 21 de Septiembre de 2025 a las 18:21:51 horas

Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Jueves, 09 de Abril de 2020 Tiempo de lectura:
Obituario

Gabriel Moris. La ciencia en el 11-M

[Img #17459]Gabriel Moris Noguera era un padre más que había perdido a su hijo en los atroces atentados del 11 de marzo de 2004. Uno de tantos que en esa terrible circunstancia sufrió la peor experiencia que puede vivir una persona a lo largo de su vida. Como los demás, tuvo fe en que el Gobierno pondría todos los medios humanos y materiales para conseguir llevar ante la Justicia a los criminales.

 

Pero él tenía una diferencia con los otros padres,  era químico. No un químico cualquiera, sino un gran especialista que tras haber ejercido la docencia terminaba su vida laboral dirigiendo el laboratorio de Química de una de las mayores industrias de la Comunidad de Madrid.

 

Por eso, tras pasar algo más de un año desde la masacre, cuando un desconocido Luis del Pino obtuvo una copia de sumario y denunció que no se habían realizado analíticas con técnicas del siglo XXI, entendió mejor que nadie la gravedad de lo ocurrido. Se había usado un método analítico de los años sesenta que sabía perfectamente que estaba total y absolutamente desfasado, mientras habían quedado criando telarañas los modernos equipos de la Policía científica que hubieran permitido conocer la composición exacta del explosivo utilizado.

 

Así, en el documental que para Telemadrid preparó Luis del Pino fue la primera víctima que mostró su escepticismo con lo que hasta entonces había sido una verdad oficial, creída ciegamente por todos. Sus dudas sobre cómo se había hecho la investigación no nacían ni del dolor, ni de la rabia, ni el partidismo o el odio, sino de una comprensión lúcida del papel que tiene la ciencia en las investigaciones policiales del siglo XXI.

 

Porque él entendió mejor que nadie cómo había sido expulsada la CIENCIA, así en mayúsculas del 11M. Con asombro comprobó que no sólo habían sido los análisis de los explosivos. Es que no se estudiaron in situ todos y cada uno de los focos donde se produjeron las explosiones (1), perdiéndose irremisiblemente datos fundamentales para entender la forma en que los asesinos actuaron en los trenes.

 

Con asombro vio que a los mayores terroristas de la historia de España no se les hicieron autopsias y hasta se regatearon los análisis imprescindibles como los que hubieran podido despejar si habían tomado alcohol antes de morir y si estaban vivos o muertos cuando se produjo la explosión (2). Tampoco se hizo el menor estudio para adivinar ni la cantidad de explosivo que acabó con ellos, ni su composición, ni si estos individuos estaban juntos o separados, si estaban en una habitación o si estaban en varias, si todos murieron voluntariamente o no.

 

Ni tan siquiera las ciencias sociales se habían librado del desprecio de unos responsables policiales. En Leganés se encontraron numerosos libros escritos en árabe y nadie, ni mandos policiales ni el señor juez instructor consideraron necesario conocer qué leían estos criminales. Ni tan siquiera cuando un antiguo secretario de Estado de Felipe González públicamente y ante las cámaras expresó su sorpresa porque entre ellos hubiera textos chiitas, nadie consideró necesario, al menos en el Sumario, profundizar en el que podía ser el primer comando ecuménico de la historia yihadista (ironía off).

 

Y Moris mejor que nadie, como científico, pudo valorar cómo las pocas veces que se dio palabra a la Ciencia, está daba unos resultados que ponían en posición difícil a la teoría islamo-conspirativa que inspiró el Sumario del 11-M. Por ejemplo, la ciencia balística, en un informe demoledor y brutal, dejó claro que las armas de los yihadistas no habían sido utilizadas, por más que testigos policiales afirmaran que los terroristas dispararon como locos con sus dos metralletas.

 

Finalmente, a la Ciencia se le dio una oportunidad. Dentro de las solicitudes preliminares al juicio en la Audiencia Nacional, se pidió por algunas acusaciones enmendar el fallo garrafal de no haber analizado el explosivo que estalló en los focos. Y ahí Moris tuvo un papel destacado.

 

Él explicó lo ocurrido. Entonces ya estaba en la Asociación de Víctimas de Terrorismo, que ejercía la acusación particular. Podían designar un perito y se produjo una de esas paradojas tan habituales del 11-M. ¿Se acuerdan de la inmensa solidaridad de todos los españoles con las víctimas? ¿Recuerdan el unánime apoyo que se les prometía? Bueno, pues cuando un sector de las víctimas buscó un perito químico con la experiencia y capacidad técnica para analizar unas muestras que habían sido lavadas intensamente con agua destilada, la cual ignorando los procedimientos científicos había sido tirada, no encontraron a nadie. Nadie se atrevía a acudir y todos a los que se dirigieron, escurrían el bulto. Todo, todo, estaba tan claro que nadie quiso intervenir.

 

Gabriel fue la opción de descarte. A él, siempre discreto y prudente, le parecía extraño que en su condición de interesado como padre de una víctima pudiera participar, pero no quedaba otro remedio. Si por algo destacó su intervención fue en su profesionalidad y sobre todo su discreción. Fíjense en esta foto, que tiene mucho simbolismo, cómo aparece al fondo, como rehuyendo la cámara. Fue la tónica general, su excelencia profesional y falta de protagonismo, cuando lo fácil hubiera sido armar el numerito.

 

Como otras veces que se ha llamado a la Ciencia en este caso, el resultado no fue el esperado por los islamo-conspirativos. Quedó claro que en las pocas muestras de los pocos focos que se pudieron estudiar (3), que no había estallado Goma 2 ECO, sino un explosivo plástico cuya composición coincidía con el Titadyn. Ante tan contundente respuesta científica, la verdad judicial optó por una salida de tintes magufos: no constó jamás que los criminales señalados y fallecidos contaran o siquiera hubieran tenido la oportunidad de acceder a un explosivo que en su composición contara con dinitrotolueno y nitroglicerina. Así que para los señores jueces, que para eso son jueces, son muy listos y saben mucho, mediante un ignoto mecanismo mágico más propio de Expediente X que de la Internacional  Yihadista, sentenciaron sin lugar a dudas y sin explicar cómo era posible tan fragante contradicción. La palabra de dos confidentes policiales al final tenía más valor que la Ciencia.

 

Tras este disgusto, con gran entereza, siguió defendiendo que las cosas se habían hecho mal. En los pocos foros donde era escuchado, en los artículos que regularmente publicaba en Libertad Digital, mantuvo la necesidad de rehacer la investigación, revisando con garantías de imparcialidad, todas las actuaciones realizadas.  Una voz ignorada por unos medios miserables, sumisos y serviles que después de prometer todo el apoyo a las víctimas del 11-M, no quisieron ni escuchar ni dar voz a aquellas que como Moris ,con razones y argumentos racionales, defendían otra posición diferente de las posiciones oficiales.

 

Una grave enfermedad le mermó, pero nunca cejó en su lucha, con educación, firmeza y serenidad, hasta este 29 de marzo en que marchó en compañía de Juan Pablo.

 

Gabriel no te has ido, siempre te tendremos con nosotros.


[Img #17457]

[Img #17461]

Portada

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.