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Pablo Mosquera
Domingo, 19 de Abril de 2020 Tiempo de lectura:

Nuestros mayores

Parece que más allá del gasto social que impacta en las cuentas públicas, más allá de la pirámide demográfica que tanto preocupa a sociólogos y economistas, por encima del fenómeno sanimétrico señalando la esperanza media de vida, superando con mucho el cohorte poblacional juvenil, se encuentra el cohorte que indica la extensión del envejecimiento poblacional.    

 

Hasta aquí, planteamientos científicos. Pero algo ha puesto en cuarentena el silencio de las conciencias ante el envejecimiento. Nadie quiere llegar. Todos, cuando llegamos, miramos hacia atrás pues por delante hay un precipicio. Descubrimos cómo hemos construido una sociedad dónde sólo tienen cabida los productivos, ni siquiera los creativos.

 

No me arrepiento de lo que antecede. La experiencia y el tiempo disponible son herramientas al servicio de la creatividad. De ahí que escritores, artistas plásticos, artesanos, pensadores, sabios..., alcancen el cénit de su producción cuando la sociedad economicista les ha colocado en el vértice de la pirámide que supone un gasto insostenible para las cuentas públicas del sistema. Quizá por la ineptitud del sistema que ha prescindido de tales ciudadanos. Quizá por la incapacidad de los dirigentes sociales, incapaces de sacar partido para las virtudes que atesoran los mayores y que a buen seguro son fuentes de riqueza. Quizá por el miedo que le profesan los enanos mentales al buen juicio, al conocimiento y a la serenidad de visión para encontrar soluciones eficientes a los problemas de la humanidad.

 

Cuando casi nadie dedicaba tiempo sanitario al envejecimiento poblacional y sus demandas, un grupo de jóvenes médicos, trabajadores sociales y enfermeros, fundamos la Sociedad Regional Norte de Geriatría y Gerontología. Celebramos reuniones. Hicimos trabajos para alertar a los poderes públicos sobre la atención socio-sanitaria de un colectivo creciente, con sus propias demandas en materias tan sensibles como dependencia económica, residencial y sanitaria. Desde ahí, hasta la Sociedad Española de Geriatría y la consideración de tal conocimiento como una espacialidad en las ciencias de la salud.

 

En mi caso, llegué mucho más lejos. Trasladé desde mi escaño parlamentario vasco cómo el envejecimiento poblacional, los movimientos migratorios y las nuevas enfermedades infecto-contagiosas serían problemas de los Estados, a los que habría que dedicarles toda suerte de medios, y cómo el prever resultaba más eficiente que tropezarse con el impacto por una realidad fruto de la civilización que estábamos creando.     

 

Había muchas incógnitas pendientes para darles solución. La cuantía de las pensiones y su capacidad acorde en mantener la dignidad de tal parte de la sociedad, especialmente, esas viudas que no sólo perdían al "cabeza de familia", sino que éste se llevaba además la llave de la despensa.

 

La soledad del anciano, que además iba perdiendo facultades físicas y capacidad para gestionar sus problemas de toda índole. Así surgen los equipamientos y servicios a la denominada tercera edad. Residencias de válidos y asistidos, pisos tutelados, ayuda a domicilio.

 

La progresiva presencia de enfermos hospitalizados de edades cada vez más avanzadas, con dos particularidades: trastornos mentales propios del envejecimiento, trastornos físicos que impiden la movilidad en unos domicilios con barreras arquitectónicas y ausencia de familias cuya presencia era compatible con cuidar. La respuesta llega a ser los centros dedicados monográficamente a la Geriatría. Evidente, que tal dispositivo se ha visto superado. Los hospitales asumen el envejecimiento como algo habitual. Los hospitales especializados han sido superados por el moderno concepto de hospital general.   

 

El fenómeno del aislamiento se aborda desde toda suerte de ofertas. Los viajes del Inserso, los centros y hogares para mayores, que tienen mucho que agradecer a la obra social de las entidades de crédito social. Las organizaciones que nacen en la sociedad civil para defender los derechos ciudadanos de los mayores. Una de las experiencias más positivas dónde participé, fueron las "Aulas para la tercera edad" organizadas en Vitoria, y que eran la segunda oportunidad ante la cultura y el conocimiento, creadas pensando en generaciones que estaban jubiladas pero seguían demandando saber e incorporarse a los cambios tecnológicos. Aquí señalo al ciberespacio como herramienta muy útil para nuestros mayores.

 

Y algo que no se ha explotado del todo. El intercambio generacional de conocimientos, que ayuda a la convivencia entre sectores poblacionales. Tuvo su mejor momento cuando las crisis industriales obligaron a disponer el contrato relevo y la enseñanza de viejos oficios artesanales a los jóvenes desempleados.

 

Pero algo más que nunca debemos estudiar. ¿Son las residencias de ancianos un lugar adecuado para nuestros mayores?. ¿Cómo es posible que se haya cebado la pandemia de una forma muy cruel con tales espacios socio sanitarios? ¿Se ocultan los muertos de mayores residenciados por alguna razón política-social? ¿Cómo es posible que los Centros de Salud no hayan territorializado su campo de actuación hasta los servicios sociales comunitarios? ¿Están nuestros mayores en las mejores manos, y estas cuanto tienen de servicio y cuanto de negocio?

 

Frente a lo dicho, la realidad contante y sonante. La vejez es un negocio que factura más de 4.500 millones año, con una rentabilidad del 20%. De ahí la instalación de compañías con fondos de inversión, aseguradoras y constructoras. Que se encargan de publicitar que España tiene un déficit de más de 100.000 plazas residenciales para mayores.

 

Lo que sucede es que hay alternativas. Conformar un espacio socio-sanitario de titularidad pública y actividad integrada e integral. Diseñar equipos multidisciplinares de atención -curar y cuidar- desde los centros de salud. Ambas cuestiones suponen invertir dinero pero responder a quienes han dado su vida por nuestro país, sin olvidar cómo fueron "colchón" de la última crisis financiera.

 

Y algo necesario. Un estudio epidemiológico garantista que explique cómo se ha comportado la pandemia con los mayores, y si los recursos residenciales son la mejor alternativa de cuidados. En mi criterio, debe explorarse que nuestros mayores disfruten viviendo en el medio rural, dónde se sienten importantes, realizados y en contacto con la naturaleza, evitando la deslocalización hacia un medio urbanita que les confine en pequeños espacios y les desconecta de su realidad.   

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