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Lunes, 21 de Septiembre de 2020 Tiempo de lectura:
El 94% de los españoles cambiaría sus características físicas o intelectuales mediante la tecnología

Los futuros transhumanos dan la cara

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Según escribía recientemente el profesor Leandro Gaitán en la revista Naves en Llamas, el transhumanismo es un movimiento intelectual y cultural que promueve el desarrollo de nuevas tecnologías para el mejoramiento humano, tanto a nivel físico, como cognitivo, emocional o moral. "Sus objetivos fundamentales son fomentar el autodiseño humano (es decir, la capacidad de modificarse a uno mismo según los propios deseos), ampliar la capacidad de autonomía humana, eliminar la enfermedad y el envejecimiento (al que también considera una enfermedad), e incluso lograr la inmortalidad". Pues bien, los futuros transhumanos comienzan a dar la cara o, al menos, comienzan a levantar el dedo para apuntarse a la que, según no pocos expertos, será la próxima gran revolución tecnocientífica. Un reciente estudio elaborado por la empresa de ciberseguridad Kaspersky ha revelado que el 94% de los españoles cambiaría su aspecto físico si se les diera la oportunidad, mientras que más de tres cuartas partes (76%) consideraría cambiar sus capacidades físicas implantando o alojando algún elemento tecnológico en sus cuerpos, ya sea de forma permanente o temporal.

 

El estudio, en el que han participado unas 14.500 personas procedentes de 16 países de Europa y del norte de África, sostiene, asimismo, que España es el segundo país en donde los ciudadanos estaría dispuestos a alojar algún dispositivo tecnológico en sus cuerpos. En primer lugar se encuentra Italia, con una aceptación del (81%), mientras que los británicos, franceses y suizos figuran como los más escépticos con ests biotecnologías.

 

La mayoría de los encuestados españoles desearía que esta tendencia se utilizara "para el bien de la humanidad", y el 55% para mejorar la calidad de vida. Sin embargo, desde Kaspersky reconocen que persisten algunas dudas sobre cómo funcionarían estos elementos en caso de que este tipo de cambios estuvieran disponibles. De hecho, los encuestados españoles temen que el uso de este tipo de tecnologías solo llegue a estar "al alcance de los ricos" (57%), mientras que para nueve de cada 10 (91%) el principal miedo es que sus cuerpos puedan ser hackeados por ciberdelincuentes.

 

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En cuanto a la regulación del concepto por parte de los diferentes Gobiernos, Reino Unido es el país más favorable a una intervención por parte del Ejecutivo, con un 77% de los entrevistados, mientras que Grecia sería el país más reticente a la misma, con un 17%.

 

“La mejora humana mediante el uso de implantes es una de las tendencias tecnológicas más importantes hoy en día. Estamos viendo una amplia gama de aplicaciones prácticas que se están desplegando en áreas cotidianas de nuestras vidas, tales como la salud y asistencia social, el deporte, la educación o el transporte. Los exoesqueletos para los servicios de rescate y antincendios o la bioimpresión de órganos son algunos ejemplos. Pero es importante mostrarse cautos ante ello. Los entusiastas ya están probando los límites de lo posible, pero necesitamos normas comunes para asegurar que estas tecnologías alcancen todo su potencial y, al mismo tiempo, minimizar los riesgos”, explica Marco Preuss, director europeo del equipo de investigación y análisis global de Kaspersky.

 

Y es que, según el profesor Gaitán, “el transhumanismo nos puede seducir de muchas maneras. ¿A quién no le gustaría ser varias veces más inteligente que Einstein, correr más rápido que Usain Bolt y adquirir habilidades físicas insospechadas, vivir 500, 1000 o millones de años, no enfermarse, no sufrir dolores, experimentar el arte, la música, el placer o el amor como nunca ningún ser humano pudo hacerlo, experimentar nuevos estados de conciencia, o engendrar copias de sí mismo? Sospecho que la mayoría responderían afirmativamente a todo, otros se conformarían con disfrutar algunas de esas posibilidades, y tal vez muy pocos, dirían que no a todo. ¿Acaso no seduce semejante propuesta? Creo que la respuesta no se hace esperar. Ahora bien, ¿suponen estas promesas algún tipo de amenaza? Desde luego que sí. Amenazas lo suficientemente poderosas como para que cualquiera que desee analizarlas detalladamente, termine por no suscribir a nada de lo dicho anteriormente, o al menos, a casi nada. Eso creo. El transhumanismo podría dar lugar a nuevas formas de totalitarismo. Una de ellas sería la pérdida de control sobre la inteligencia artificial, que subordinaría a los humanos al poder de las máquinas (hay mucha literatura de ciencia ficción y filmografía al respecto). Otra forma de totalitarismo consistiría en el surgimiento de una nueva sociedad fuertemente estratificada, con al menos dos clases de ciudadanos bien definidas: los posthumanos que tendrían el control absoluto y gozarían de privilegios y nuevos derechos; y los humanos, que por no haber accedido a las tecnologías de vanguardia, quedarían a expensas del poder de los primeros. Esto podría dar lugar a nuevas formas de esclavitud, discriminación, desigualdades, abusos, y corrupción. Sin llegar al extremo de pensar una futura sociedad trans-/posthumana, el sólo hecho de que los padres, a través de prácticas eugenésicas de diverso tipo, puedan producir hijos “a la carta”, entrañaría ya un tipo de totalitarismo en el que la libertad de unos (los progenitores) se impondría arbitrariamente sobre la libertad de otros (los hijos), generando una relación de asimetría, de descompensación, que podría, a su vez, derivar en problemas de la más diversa índole. El filósofo alemán Jurgen Habermas piensa que cuando la voluntad de algunos prevalece sobre la libertad de otros se debilita la convivencia democrática y el bien común. Otro riesgo puede inferirse a partir de la experiencia previa de la humanidad. En vista de los gravísimos y archiconocidos problemas que el hombre ha generado en su intento por controlar el medioambiente, ¿no cabría esperar que surjan problemas igualmente graves, o aún peores, si se empeña en manipular el genoma humano o el sistema nervioso central? Francis Fukuyama advierte sobre este asunto y dice que la modificación de cualquiera de nuestras características más importantes implica inevitablemente la modificación de un complejo e interconectado conjunto de características, y nunca podremos anticipar el resultado final. Por otra parte, el “mejoramiento humano” podría ser una grave amenaza si se pone al servicio de nuestras pasiones y desenfrenos. La mejora humana podría realizarse de una manera desordenada y peligrosa como resultado de intereses económicos, luchas de poder entre naciones, corporaciones y organizaciones criminales, y todas las demás formas posibles de maldad que podrían conducir a todo tipo de iniquidades. ¿Se pueden mencionar otras amenazas? Por supuesto, pero el listado sería muy largo. Son amenazas de carácter antropológico, psicológico, sociológico, cultural, económico, demográfico, y político. Las que acabo de mencionar son solo una pequeña muestra que se suma a las ya mencionadas en preguntas anteriores. ¿Significa esto que debemos rechazar tajantemente el transhumanismo? Personalmente, creo que muy pocas cosas se pueden rescatar de esta utopía tecnológica. Hay niveles de mejoramiento humano que podrían, eventualmente, aceptarse, pero solo luego de un cuidadoso proceso de análisis y discernimiento. No se trata de rechazarlo todo en bloque. Los avances tecnológicos no constituyen necesariamente una amenaza. Pero pueden constituir una amenaza si no se toma en consideración que el desarrollo tecnológico y las características de sus efectos cambian según la escala. Como señala Oliver Rey, lo que es humanizante a un cierto nivel puede llegar a ser deshumanizante a otro. Hay técnicas/tecnologías que contribuyen, sin duda, a la libertad y madurez de las personas (un equipo de sonido, una lavadora, un tractor, etc.), pero hay otras que las mantienen en la servidumbre e inmadurez (piénsese, por ejemplo, en los problemas generados por el uso incontrolado de smartphones, en los abusos de la medicina estética, o en los problemas que podrían surgir de la posibilidad de conectar nuestros cerebros a la nube). Es necesario, en mi opinión, abandonar el mito de que la ciencia y la tecnología pueden por sí mismas satisfacer todas las necesidades del ser humano. La creencia en que la liberación y la perfección humana dependen de los avances en la fabricación de artefactos tecnológicos, no es más que una ingenua forma de idolatría”.

 

Antonio Diéguez, por su parte, autor del ensayo Transhumanismo (Editorial Herder), explicaba también en el número especial que la revista Naves en Llamas ha dedicado a esta cuestión que nos encontramos ante un movimiento muy plural, “que sabe acoger la diversidad de nuestro tiempo, e incluso la celebra. Se adapta con facilidad a su difusión a través de las tecnologías de la comunicación y la información, por eso aparece frecuentemente como una ideología justificadora de la expansión de la llamada ‘cuarta revolución’. Como filosofía, sin embargo, deja mucho que desear, puesto que encierra presupuestos que han sido puestos en cuestión seriamente a lo largo de la historia de la filosofía, como su concepción dualista de la relación mente/cuerpo. Y su base científica también es muy irregular. Hay avances científicos que avalan algunas de sus promesas, pero la mayoría son pura especulación, contraria en ocasiones a la opinión mayoritaria de los científicos. Está, por otra parte, ejerciendo una fuerte influencia ideológica en la justificación de ciertas políticas tecnológicas y científicas. Una influencia que se hace especialmente evidente en el modo en que concibe la medicina, como algo que debe ponerse al servicio del mejoramento de los individuos, y en el modo en que apoya sin ambages el acceso desigual a los beneficios de las nuevas tecnologías en función del nivel económico. No conviene olvidar tampoco, porque cada vez se hace más notable el modo en que actúa en algunos sectores como un sustituto de la religión.

 

A pesar de todo, y en una entrevista realizada en The Conversation por el profesor Juan M. Zafra a la antropóloga cyborg Amber Case, una de las personas actualmente más influyentes en el ámbito tecnológico mundial, ésta explicaba que “en la sociedad de la información tenemos que recordar las cosas humanas. Seguramente queramos automatizar las tareas que ha ido desempeñando el ser humano en el mercado de trabajo, pero no deberíamos querer automatizar los momentos especiales que vivimos, como estar con la familia, enamorarse o ver a los niños crecer. Necesitaremos construir sistemas que amplifiquen lo mejor de la tecnología, donde ésta es estrictamente necesaria, y combinarlo con aquello que se le da mejor al ser humano. Los humanos son muy buenos agregando información, sumando conocimiento e interpretando el contexto en el que nos movemos. Los fundamentos, los valores, que tenemos en nuestras culturas podrían convertirse en algo controlado por la inteligencia artificial si no tenemos cuidado. Necesitamos hacer un análisis en profundidad, adoptar un punto de vista amplio, a partir de nuestras experiencias como personas y construir sistemas que nos ayuden a desarrollarnos. La tecnología, las máquinas, deben trabajar a nuestro lado y no en nuestra contra o por encima de nosotros”.

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