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Lidia Falcón
Lunes, 21 de Septiembre de 2020 Tiempo de lectura:

¿Gerontocidio en Cataluña?

Una camarada del Partido Feminista me cuenta la odisea que ha sufrido toda su familia cuando su padre enfermó del Covid-19 a finales de julio en Vilafranca del Penedés (Barcelona). El hombre de 78 años al comenzar a encontrarse mal acudió varios días, durante dos semanas, al ambulatorio Cap Vilafranca Nord para pedir hora a su doctora. La única respuesta que recibía del personal que atendía era que regresara a su casa con la promesa de que le llamarían para atenderle telefónicamente.

 

El lunes 10 de agosto era el día señalado para que su doctora le llamara, pero no lo hizo. El 11 se encontraba ya muy mal y su hija le acompañó a urgencias del Hospital Comarcal Alt Penedès. A la una de la madrugada, después de varias horas esperando, les enviaron a su casa con el diagnóstico de problemas estomacales y repitiéndole que pidiera hora por teléfono con su doctora de cabecera. La gravedad del estado del enfermo había aumentado. Estaba totalmente desorientado repitiendo lo mismo una y otra vez. Los sanitarios que les atendían no hicieron ningún caso de la advertencia de la hija de que ese no era su estado normal y que hasta el día anterior estaba lúcido. Aun así le trataron como a un niño pequeño sin atender las explicaciones.

 

Mientras esperaba, la hija insistió a los sanitarios varias veces que, sobre todo, si le dejaban salir, que la avisaran, porque estaba muy desorientado y tenía miedo de que saliera por la puerta de las ambulancias que se abre con sensor. De la forma habitual, entre despectiva y paternal que han adoptado algunos sanitarios con los pacientes, sobre todo mayores, y sus familias, le aseguraron que no le dejarían salir solo. Pues cuando la doctora salió del consultorio a explicarle el diagnóstico a la hija le dijo que hacía rato que su padre había salido sin ninguna vigilancia. Afortunadamente fue en sentido contrario a la puerta de las ambulancias y se había perdido dentro del hospital. No hicieron ningún caso a su estado de desorientación. Tratado con total indiferencia, como si fuera un ancianito demente, y ni aun así, puesto que en ese caso más protección y vigilancia necesitaba.  

 

Durante tres días la hija estuvo llamando al ambulatorio para conseguir esa cita telefónica con la doctora que debía decidir el tratamiento de los problemas estomacales. El 14 de agosto le respondieron y aseguraron que el lunes 17 de agosto por la tarde su doctora le llamaría.

 

El domingo 16 de agosto la esposa tuvo que avisar a su hija de que era imprescindible acompañar a su marido en taxi a Urgencias porque se encontraba muy mal y padecía temblores muy fuertes. Tuvieron que recurrir al 061 para que enviaran una ambulancia que le condujo al Hospital Alt Penedès.

 

Durante todo el día, la esposa y la hija esperaron que algún sanitario les informara del estado del enfermo, hasta que por la noche les explicaron que padecía neumonía bilateral, sin tener el resultado de la PCR, pero que según las analíticas todo apuntaba a que la neumonía estaba causada por Covid. Si el test daba resultado negativo se quedaría ingresado en el Hospital Comarcal Alt Penedès, si era positivo se lo llevarían al hospital de San Camil en la comarca del Garraf. Y fue positivo.  Lo único que la hija pudo llevarle antes de que lo trasladaran fue su móvil que ni se lo pudo entregar en persona.

 

Mi compañera me escribe: “A todo esto, el lunes 17 llamaron muchas veces del Cap Vilafranca Nord, pero no la doctora, ella nunca llamó. Llamaban para asegurarse de que mi madre y yo iríamos a hacernos la PCR y que nos confinaríamos 14 días. Por cierto, a mí me llamaban dos chicas diferentes. La una a la otra se iban anulando mi cita. Me volvieron loca. Muy desorganizado, dos personas atendiendo a un mismo usuario (yo) y se iban chafando el trabajo la una a la otra.”

 

El paciente estuvo diez días ingresado en el Hospital de los Camilos. “Estuvimos muy desinformadas –sigue relatando- y mi padre muy abandonado. Para que veas, te pongo ejemplos: se le paró lo del oxígeno y nadie se percató, me lo dijo mi padre por teléfono porque le llamábamos mucho para que no pensara que lo habíamos abandonado, y tuve que llamar al hospital para decirles a las enfermeras que fueran a la habitación de mi padre porque se le había parado la máquina. Otro día me comentó que el medicamento estaba chorreando por el tubo (la vía), tuve que llamar a las enfermeras para decirles que fueran a arreglárselo porque el medicamento estaba cayendo al suelo en lugar de entrarle por la vena.

 

Mi padre estaba obsesionado con que le habían tirado la ropa. Las enfermeras nos dijeron que nadie podía ir a llevarle ropa y que el día que saliera del hospital él tendría su ropa, que no la habían tirado. Pues fíjate qué fuerte, atenta a esto: el día que le trajeron en ambulancia a casa le trajeron con una bata de esas abiertas por detrás, con solo una cinta para atarse arriba, la cinta de abajo estaba rota, e iba desnudo con las nalgas al aire. Los de la ambulancia le bajaron cuatro portales más abajo y le hicieron caminar por la calle con el culo al aire. El semáforo en rojo y todos los coches parados mirando. Cuando mi madre abrió el ascensor para recibirles, se encontró a mi padre solo, desnudo (con el trozo de trapo ese) y el informe en las manos. Los de la ambulancia le habían metido en el ascensor y se habían ido. Le habían tirado la ropa.”

 

En el informe que le entregaron decía que a partir de ese momento tenían que atenderle los diferentes especialistas. Pues la única llamada que recibió fue el 1 de septiembre de una enfermera que le anunció a la esposa que iban a llevar a su marido a casa, cuando estaba en su casa desde el 28 de agosto, precisamente el día que cumplió 78 años.

 

El calvario de mi compañera y sus padres no terminó allí. Las llamadas al CAP para saber cuándo iban a atender al paciente fueron continuas, mañana, mediodía, tarde, sin que nadie contestara. Los correos electrónicos se respondían diciendo que no había podido ser entregado y que lo intentara más tarde.

 

Al fin, el 14 de septiembre, la hija fue en persona al ambulatorio del Cap Vilafranca Nord, y nuevamente se repitió la promesa de que le iban a llamar. Tuvo que mostrar claramente su enfado para que la telefonearan al día siguiente. Eso sí, la solución la tienen enseguida los sanitarios: confinar a los pacientes y a sus familias, aunque el test sea negativo.

 

“Mi PCR del día 18 de agosto salió negativa –cuenta la hija- pero me confinaron 14 días. Mi confinamiento terminaba el 31 de agosto. Me dijeron que me llamarían el día 1 de septiembre para asegurarse de que me encontraba bien y que podría empezar a hacer vida normal. El día 3 de septiembre salí a la calle aburrida de esperar la llamada. El domingo 13 de septiembre me llaman las del Covid para preguntarme cómo me encontraba y que ya podía hacer vida normal. Les digo: “Pero a ver, mi confinamiento acabó el día 31 de agosto. El lunes 14 de septiembre me llaman otra vez del Covid con las mismas”.

 

“Todo esto se resume en mala calidad de gestión en la sanidad, falta de personal, trabajo precario y lo que me da mucha, mucha, mucha rabia, el trato que dan a las personas mayores. Estoy harta de ir con mis padres y de que se dirijan a mí cuando son ellos los que están hablando.”

 

La madre de mi compañera fue también ninguneada por el servicio de atención.  Cuando ambas tuvieron que hacerse el test de PCR la madre debía someterse al seguimiento del Sintrom (medicación),  pero cuando pidieron que se lo hicieran ese mismo día, ya que tanto si daba positivo como negativo se iba a tener que confinar dos semanas, se lo negaron. Pretendieron realizar la prueba por teléfono cuando se trataba de analizar  la densidad de su sangre. “Además mi madre tenía un derrame en ojo que me tenía muy asustada, lo tenía rojo granate que casi parecía negro, y tampoco querían atenderla. Por eso te digo – concluye mi compañera- que a las personas mayores no les hacen caso”.

 

Diríase que el Gobierno de Cataluña ha adoptado la estrategia de dejar sin asistencia sanitaria a los mayores, con lo que aumentará el número de decesos y con ello se obtendrá una rebaja en el gasto de pensiones.

 

Cataluña había sido durante casi dos siglos ejemplo de inventiva, avances culturales y sociales, con una burguesía modernista que se complació en llenar Barcelona de edificios adornados de curvas y flores, en financiar un buen teatro de ópera y en explotar al proletariado, como corresponde, para hacer de esa región la más avanzada económicamente. Hasta que llegó la mafia pujolista, entronizada en el poder por el “sentimiento” de nacionalidad diferente que una parte de la población catalana abriga para sentirse superior, y comenzó el expolio de los bienes públicos.

 

Explicar en un artículo la serie de estafas, bancarrotas, que comenzaron con la de Banca Catalana, apropiaciones, expolios y falsedades que han cometido los “honorables Presidents” y su caterva de consellers, partidarios, socios, empresarios y medios de comunicación en Cataluña, es imposible, y por otro lado innecesario, puesto que desde hace unos años algunos medios de comunicación nos informan cotidianamente de ello.

 

En definitiva, la burguesía catalana, a partir del democrático gobierno del honorable Pujol, ya no invirtió sus caudales en edificios floridos ni en el Liceo,  sino que se apropió de los bienes estatales por el sencillo procedimiento de meter la mano en la caja. Y procedió entusiasmada a cumplir los objetivos del capital neoliberal: desmontar los servicios públicos y privatizar todo lo que diera beneficio. La Sanidad, lo primero.

 

Apenas tomó posesión del Gobierno el  “honorable” Artur Mas se comenzaron a recortar fondos en todos los servicios públicos. Fue cuando una ciudadanía, entonces enfadada, asaltó el Parlament y el propio President tuvo que entrar en helicóptero. Después se ha tranquilizado participando en las manifestaciones independentistas. En el sector sanitario, Mas se dedicó a eliminar profesionales, cerrar quirófanos, eliminar camas y UVIS. Y también en aquellos tiempos los sanitarios se enfadaron. Convocaron alguna concentración frente a la Generalitat a la que asistí y observé que todos los participantes llevaban bata blanca menos yo. A la población civil no le parecía que la Sanidad les concerniera.

 

Mientras tanto, los Pujol y sus herederos y conmilitones y sus socios y todos los adeptos metían mano en la caja del Estado y se los repartían. Han tenido que transcurrir treinta años para que comencemos a enterarnos de los detalles, porque los que vivíamos en Cataluña sabíamos de los manejos de la mafia que nos gobernaba, y que sin ser afectos a ellos nadie podía sobrevivir allí en el mundo de la política ni de la empresa ni de la intelectualidad ni de los medios de comunicación. No fue Maragall el que descubrió el 3 por ciento, únicamente lo hizo público en el Parlament.

 

Y ahí seguimos. Eso sí, los autores, cómplices y encubridores de los desfalcos han encontrado la estrategia perfecta para distraer al pueblo y que no vuelva a manifestarse reclamando un mejor reparto de la riqueza y una sanidad pública decente: excitar sus sentimientos nacionalistas asegurando que sus males vienen de la represión estatal española. El “España nos roba” se hizo famoso. Nunca gritaron “Pujol nos roba”.

 

En consecuencia la sanidad catalana es la peor de todas las comunidades, destrozada la organización pública y potenciadas las empresas privadas que como se sabe únicamente persiguen el interés económico.

 

Pero para llegar a esta situación ha sido imprescindible la complicidad de algunos sanitarios, médicos, enfermeras, administrativas, conserjes, que sólo quieren mantener su empleo y que desde la posición de superioridad que les da el monopolio de la salud, muestran el desprecio que les provocan los pacientes que son viejos, y peor aún si son de clase trabajadora, tan pobres y descuidados que no se pagan una buena clínica privada.

 

Aviso a los defensores de la independencia de Cataluña: vayan ahorrando para pagar las compañías de seguros sanitarios y los fondos de inversión en jubilaciones, porque ese es el propósito de esos gobernantes que claman todos los días por separarse del “Estado español” con la acusación de que les roba. Porque lo que quieren es que únicamente puedan robar ellos.

          

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