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Pablo Mosquera
Domingo, 22 de Noviembre de 2020 Tiempo de lectura:

Lastra o lastre

En España tenemos unos jóvenes a los que hemos dado malos ejemplos. Les hemos enseñado a vivir sin trabajar, o a vivir sin los esfuerzos propios del estudio, la formación profesional o el riesgo para ser autónomo emprendedor. Lastran el presupuesto que necesita ingresos procedentes de los impuestos. Son un lastre para esa democracia representativa por circunscripciones electorales, ya que obedecen sin pestañear a quien les da todo lo que disfrutan, ignorando y despreciando su compromiso democrático por servilismo a personas y siglas.

 

No tuve por menos verlo, sentirlo contra mi propia dignidad ciudadana, calificarlo como un gesto de soberbia propio del atrevimiento juvenil irrespetuoso por indigencia cultural. Allí estaba, en la tribuna de las Cortes, una diputada asturiana, con una sonrisa cínica, y con esa seguridad que da pertenecer a la casta. "Hay otra generación". Se estaba refiriendo a las palabras de Alfonso Guerra sobre el "estado de la cuestión".

 

Pero, ¿qué méritos políticos, culturales o sociales, acumula la interfecta para despreciar opiniones de quienes pertenecen al mismo partido, han contribuido a la Transición en España, son "padres" del Estado democrático y social que les acoge permitiendo que se expresen así y ahí?. Ninguno. Salvo haber estado en un momento oportuno en el sitio oportuno, para rendir pleitesía a un aventurero que logra conjugar carambolas para llegar a dónde nadie podía adivinar iba a hacerlo.   

 

Hace poco se hizo pública una encuesta en la que los jóvenes desconocían quién fue Miguel Ángel Blanco. Supongo que algunos sintieron alivio por no decir cierta satisfacción. Los nuevos ciudadanos desconocían las heridas que desde 1959 había dejado el nacionalismo radical en la sociedad. Vuelvo a comparar. ¿Cómo es posible acercar a la juventud los acontecimientos de una guerra incivil y su posterior extensión en dictadura, y ocultar mediante manipulaciones directas o subliminares la memoria histórica del "conflicto" vasco en el que unos mataban y los demás aterrorizados se exiliaban ?. Claro, que nada es casual. Gracias a "operaciones" de esta naturaleza, los jóvenes aceptan las teorías de Bildu, su participación en la "nueva política del Estado" y guiones tan cutres como el que se puede "disfrutar" con la serie Patria. Digámoslo alto y claro. De todos los segmentos poblacionales, el más cercano a la manipulación es la juventud. Sobre todo, si el conocimiento les llega a través de las redes sociales, dónde a base de repetir una mentira, termina por convertirse en verdad; o dónde no existe control moral de las teorías que se difunden.

 

Cuando las nuevas generaciones son incultas, confunden su espacio de libertad con el de falta de respeto para la convivencia, consumen productos sin apenas valor añadido, es decir parte de un mundo desechable y muy provisional, la sociedad del futuro perderá esa pléyade de dirigentes necesarios para hacer un país culto y decente -Platón-. Serán miembros del lastre que nuestras generaciones hemos ido dejando como esos plásticos que amenazan la vida de las especies marinas.  

 

En el Gobierno de Zapatero ya hubo otro experimento parecido al de Lastra. Aquella inefable Leire Pajín. Altas responsabilidades en el PSOE. Ministra de Sanidad. Nunca tampoco logró tanto poder. Era el claro ejemplo que supone la política como profesión. Cualquiera que se afilie a las juventudes de un partido político y le dedique su tiempo al aprendizaje de lo que se vino a denominar "gramática parda", patadas en las espinillas, zancadillas, entrega sumisa, conducta de corre ve y dile, en los pasillos de una sede partidaria, sabe que puede llegar muy arriba.

 

Lastrar el futuro de la juventud es condenar a una sociedad para que su devenir caiga en manos de poderes fácticos que con mando a distancia mueven a dirigentes con muy pocos valores y absoluto desconocimiento de la historia, que como todas las humanidades, confiere carácter y pensamiento para avanzar en una sociedad más convivencial, solidaria y comprometida con los derechos universales, huyendo del maniqueísmo. 

 

Cada vez con mayor profusión, en esas empresas de poder donde la partitocracia se apoya y extiende, hay una legión de gaznápiros que constituyen la guardia pretoriana del César. Suelen mezclarse con los badulaques, a los que resulta muy sencillo convencer y usar para tareas rudas. No hacen preguntas. No analizan y así no son críticos ideológicos. No molestan, salvo que al ejercitar ese deporte nacional que es la envidia, descubran como el de al lado resulta más favorecido en presente y futuro. Sobre todo, en futuro, ya que su peculio puede pasar, entonces, del infinito al cero.

 

Pero volvamos al escenario. ¿Imaginen en el salón para debates de la calle Ferraz, un mano a mano entre los viejos socialistas -Guerra, Leguina, Jáuregui, Bono- y la generación encabezada por esa "pastora" que reivindica ha llegado el momento de enterrarlos y tomar las decisiones. Lo malo es que sus decisiones, las vamos a notar, cual tsunami, en cuanto salgamos del portal de nuestras viviendas, dónde residimos como españoles. ¡Menudo lastre!

 

Nunca me conformé con aquello de mal de muchos...Y lo digo por la categoría de otros líderes que asientan sus posaderas en los históricos sillones de las Cortes. ¿Se imaginan a Don Manuel...si, el de Vilalba, con su memoria fruto de la lectura, escritura y velocidad mental puesta a prueba en el espacio público y privado, debatiendo con los chicos peras de la derecha actual?. Terminaría por parafrasear a Don Ramón María de Valle Inclán: "Yo soy el dolor de un mal sueño". Y es que Don Manuel me solía regalar excelentes libros. Uno de ellos, la nueva recopilación de las obras completas de Don Ramón María. Por algo los intelectuales siempre regalan libros que han leído y analizado. Mientras tanto, los muchachos/as estos, como Adriana de Asturias, prefieren la última generación de smartphone.

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