Desde hace más de una década, Estocolmo, la capital de Suecia, incrementa su población, anualmente, en 40.000 personas. Este crecimiento exponencial de su número de habitantes, acompañado de un importante desarrollo económico y comercial, ha convertido ahora a esta urbe, que durante mucho tiempo fue la más grande de las pequeñas ciudades europeas, en la más pequeña de las grandes capitales del viejo continente. Asentada sobre 14 islas, Estocolmo es una ciudad elegante, límpida y transparente como el agua que serpentea por sus innumerables puentes, pero es también una metrópolis muy activa en el ámbito cultural, azorada por la pulsión migratoria, bella cuando mira al Báltico, romántica en los balcones que se vuelcan al mar desde su Ayuntamiento de Premio Nobel y entrañable cuando se mira, y se admira, desde su zona antigua. Es, Estocolmo, una ciudad fría, con una luz marchita que baña sus calles de un barniz muy especial y que pide ser paseada con calma, para disfrutar de sus cafés, de sus panaderías, de su parte antigua bañada por el mar, de sus palacios, de sus fascinantes mercados y, cómo no, de sus numerosas tiendas de diseño.