Vítores de apoyo a los islamistas en partidos jugados en Marruecos y Túnez
El fanatismo terrorista del Estado Islámico comienza a hacerse fuerte en los campos de fútbol del norte de África
"Alá es grande, Alá es grande, vamos a la yihad", cantan los fanáticos del “Raja Athletic Club” de Casablanca, que hace unos días, en los momentos previos al partido que jugaron en su campo, dedicaron parte de sus ánimos y vítores a los sanguinarios yihadistas que asolan Siria e Irak cortando cabezas, ejecutando a opositores y crucificando a quienes no acepten unirse a su islamismo extremo.
Por las mismas fechas, y en otro país del norte de África, Túnez, otros cientos de fanáticos desplegaron una enorme bandera del Estado Islámico (EI) en la tribuna principal del “Etoile du Sahel”, que juega en el estadio de Sousa, al sur de Túnez. Meses atrás, Maher Magmagui, uno de los hinchas más conocidos de este equipo, había sido calurosamente homenajeado. Acababa de morir en Siria, luchando en las filas del EI. Según se explica en el blog “Orilla Sur”, Magmagui era compositor de las canciones del “Etoile” y formaba parte de las autodenominadas “Brigadas Rojas”, los seguidores más “ultra” de esta formación.
Hay que tener en cuenta que, según explican los especialistas en psicología de la violencia, la práctica del deporte une mucho a los terroristas y, sobre todo, facilita enormemente las relaciones entre los criminales y entre quienes amamantan ideológicamente a los asesinos. La mayoría de los terroristas que tomaron parte en los atentados islamistas del 11 de marzo de 2004 en Madrid habían jugado juntos a fútbol en diferentes equipos. El antropólogo norteamericano Scott Atran ha identificado y demostrado cómo al menos diez de los terroristas suicidas utilizados por Hamas en los últimos años formaban parte de los equipos de deporte colectivo organizados por una mezquita extremista. De hecho, algunos oficiales israelíes están convencidos de que los líderes de Hamas buscan en este tipo de equipos deportivos a los hombres más violentos y radicales.
El terrorismo yihadista, como el terrorismo etarra, prospera en pequeños grupos cerradas, en guetos fanatizados, en ámbitos intelectualmente arrasados por el integrismo ideológico, en reductos convivenciales donde los más ignorantes y los más viles van macerando con ahínco su odio, su inquina y su aborrecimiento hacia todo aquello que les resulta ajeno. En estos espacios asfixiantes, auténticos agujeros negros para la libertad de pensamiento y la tolerancia, es donde los individuos que luego dispararán un tiro en la nuca a un concejal de barrio, que colacarán un coche bomba en un supermercado, que se reventarán en el interior de una escuela judía o que decapitarán a un ciudadanos occidental, pierden también, orgullosos, sus últimas migajas de empatía con quienes pronto habrán de ser sus víctimas.
Dos ejemplo más. Cuando la red terrorista islamista de Al Qaeda mantenía sus cuarteles generales en Sudán, Osama Bin Landen organizó su propia liga de fútbol, en la que participaban varios equipos de la región y en la que había encuentros todos los fines de semana. Hoy en día, en Indonesia, la organización terrorista también islamista Jemaah Islamiya mantiene a sus militantes en contacto, bien controlados y comunicados entre sí, a través de partidos de fútbol que juegan habitualmente.
"Alá es grande, Alá es grande, vamos a la yihad", cantan los fanáticos del “Raja Athletic Club” de Casablanca, que hace unos días, en los momentos previos al partido que jugaron en su campo, dedicaron parte de sus ánimos y vítores a los sanguinarios yihadistas que asolan Siria e Irak cortando cabezas, ejecutando a opositores y crucificando a quienes no acepten unirse a su islamismo extremo.
Por las mismas fechas, y en otro país del norte de África, Túnez, otros cientos de fanáticos desplegaron una enorme bandera del Estado Islámico (EI) en la tribuna principal del “Etoile du Sahel”, que juega en el estadio de Sousa, al sur de Túnez. Meses atrás, Maher Magmagui, uno de los hinchas más conocidos de este equipo, había sido calurosamente homenajeado. Acababa de morir en Siria, luchando en las filas del EI. Según se explica en el blog “Orilla Sur”, Magmagui era compositor de las canciones del “Etoile” y formaba parte de las autodenominadas “Brigadas Rojas”, los seguidores más “ultra” de esta formación.
Hay que tener en cuenta que, según explican los especialistas en psicología de la violencia, la práctica del deporte une mucho a los terroristas y, sobre todo, facilita enormemente las relaciones entre los criminales y entre quienes amamantan ideológicamente a los asesinos. La mayoría de los terroristas que tomaron parte en los atentados islamistas del 11 de marzo de 2004 en Madrid habían jugado juntos a fútbol en diferentes equipos. El antropólogo norteamericano Scott Atran ha identificado y demostrado cómo al menos diez de los terroristas suicidas utilizados por Hamas en los últimos años formaban parte de los equipos de deporte colectivo organizados por una mezquita extremista. De hecho, algunos oficiales israelíes están convencidos de que los líderes de Hamas buscan en este tipo de equipos deportivos a los hombres más violentos y radicales.
El terrorismo yihadista, como el terrorismo etarra, prospera en pequeños grupos cerradas, en guetos fanatizados, en ámbitos intelectualmente arrasados por el integrismo ideológico, en reductos convivenciales donde los más ignorantes y los más viles van macerando con ahínco su odio, su inquina y su aborrecimiento hacia todo aquello que les resulta ajeno. En estos espacios asfixiantes, auténticos agujeros negros para la libertad de pensamiento y la tolerancia, es donde los individuos que luego dispararán un tiro en la nuca a un concejal de barrio, que colacarán un coche bomba en un supermercado, que se reventarán en el interior de una escuela judía o que decapitarán a un ciudadanos occidental, pierden también, orgullosos, sus últimas migajas de empatía con quienes pronto habrán de ser sus víctimas.
Dos ejemplo más. Cuando la red terrorista islamista de Al Qaeda mantenía sus cuarteles generales en Sudán, Osama Bin Landen organizó su propia liga de fútbol, en la que participaban varios equipos de la región y en la que había encuentros todos los fines de semana. Hoy en día, en Indonesia, la organización terrorista también islamista Jemaah Islamiya mantiene a sus militantes en contacto, bien controlados y comunicados entre sí, a través de partidos de fútbol que juegan habitualmente.