Lo que queda del Futurismo
Hasta el 18 de enero de 2015, la Fundación Juan March presenta la exposición “Depero futurista (1913-1950)”, dedicada a la obra y la figura de Fortunato Depero (Fondo, provincia de Trento, 1892-Rovereto, 1960) a través de las cuales quiere plantear una visión renovada de la que ha sido llamada "La vanguardia de las vanguardias": el futurismo italiano.
El 20 de febrero de 1909, Filippo Tommasso Marinetti, publicó en el diario francés “Le Figaro”, el “Manifiesto futurista”, un decálogo de preceptos que, en el umbral del siglo XX, habría de conmover con fuerza los pilares del arte y de la cultura. (Leer manifiesto íntegro en 'pdf' al final de este artículo)
Con aquel texto provocador, delirante, truculento e incómodo para el pensamiento establecido, Marinetti, un escritor tumultuoso y explosivo que había nacido en la ciudad de Alejandría (Egipto) el 22 de diciembre de 1876, quiso responder a la actitud desdeñosa y aristocrática de los intelectuales de vanguardia en relación con lo nuevo y lo contemporáneo y, para ello, estableció una serie de mandatos apoyados en el valor del irracionalismo, en la exaltación de la euforia, en la fugacidad, en la velocidad y en la tecnología.
El futurismo impulsado por Marinetti, que rápidamente se trasladó al mundo del arte en general, pero especialmente a los ámbitos de la pintura o de la escultura, se difundió con rapidez a través de veladas poéticas de encuentro directo con el público y mediante revistas como “Lacerba”. Presos de un gran dinamismo, los futuristas difundían sus ideas y principios, ardorosos, frenéticos e insurrectos, en los que exaltaban valores, o más bien “valores alternativos”, como el ultranacionalismo, el amor al peligro, la energía a borbotones, el coraje, la audacia, la agresividad y la guerra, a la que consideran como “la única higiene del mundo”.
Marinetti se había doctorado en Letras en París y en Jurisprudencia en Génova (Italia), y tras publicar sus primeras obras, comenzó a editar, en 1905 y en Milán, la revista “Poesía”, de gran éxito y a cuyo prestigio contribuirían los mejores escritores europeos y norteamericanos del momento como, entre otros, Jean Cocteau, Miguel de Unamuno, William Butler Yeats o Giovanni Pascoli.
Directamente ligado al movimiento fascista italiano desde los inicios de éste, Marinetti participó en varias manifestaciones probelicistas, y en 1935 partió hacia la guerra de Etiopía. Más tarde, en 1942, luchó en el frente ruso. Caído el régimen fascista en 1943, Marinetti se adhirió a la República Social Italiana creada por Mussolini en septiembre del mismo año. Murió unos meses más tarde, de un ataque al corazón, en la ciudad de Bellagio, el día 2 de diciembre de 1944.
¿Qué nos queda hoy del futurismo? La permanente lucha del arte por ir más allá, a pesar de que en ocasiones sucumba en lo grotesco, lo ridículo o lo risible; el constante cuestionamiento de los cánones tradicionales; la relectura irónica del pasado; la apuesta por la inmersión tecnológica en la creación estética; la inmediatez y la multiplicidad de las tendencias formales; el carácter rupturista; y, sobre todo, la insistente búsqueda de lo nuevo, los impactante y lo espectacular, a pesar de que, felizmente, las vanguardias hace mucho tiempo ya que desaparecieron.
El 20 de febrero de 1909, Filippo Tommasso Marinetti, publicó en el diario francés “Le Figaro”, el “Manifiesto futurista”, un decálogo de preceptos que, en el umbral del siglo XX, habría de conmover con fuerza los pilares del arte y de la cultura. (Leer manifiesto íntegro en 'pdf' al final de este artículo)
Con aquel texto provocador, delirante, truculento e incómodo para el pensamiento establecido, Marinetti, un escritor tumultuoso y explosivo que había nacido en la ciudad de Alejandría (Egipto) el 22 de diciembre de 1876, quiso responder a la actitud desdeñosa y aristocrática de los intelectuales de vanguardia en relación con lo nuevo y lo contemporáneo y, para ello, estableció una serie de mandatos apoyados en el valor del irracionalismo, en la exaltación de la euforia, en la fugacidad, en la velocidad y en la tecnología.
El futurismo impulsado por Marinetti, que rápidamente se trasladó al mundo del arte en general, pero especialmente a los ámbitos de la pintura o de la escultura, se difundió con rapidez a través de veladas poéticas de encuentro directo con el público y mediante revistas como “Lacerba”. Presos de un gran dinamismo, los futuristas difundían sus ideas y principios, ardorosos, frenéticos e insurrectos, en los que exaltaban valores, o más bien “valores alternativos”, como el ultranacionalismo, el amor al peligro, la energía a borbotones, el coraje, la audacia, la agresividad y la guerra, a la que consideran como “la única higiene del mundo”.
Marinetti se había doctorado en Letras en París y en Jurisprudencia en Génova (Italia), y tras publicar sus primeras obras, comenzó a editar, en 1905 y en Milán, la revista “Poesía”, de gran éxito y a cuyo prestigio contribuirían los mejores escritores europeos y norteamericanos del momento como, entre otros, Jean Cocteau, Miguel de Unamuno, William Butler Yeats o Giovanni Pascoli.
Directamente ligado al movimiento fascista italiano desde los inicios de éste, Marinetti participó en varias manifestaciones probelicistas, y en 1935 partió hacia la guerra de Etiopía. Más tarde, en 1942, luchó en el frente ruso. Caído el régimen fascista en 1943, Marinetti se adhirió a la República Social Italiana creada por Mussolini en septiembre del mismo año. Murió unos meses más tarde, de un ataque al corazón, en la ciudad de Bellagio, el día 2 de diciembre de 1944.
¿Qué nos queda hoy del futurismo? La permanente lucha del arte por ir más allá, a pesar de que en ocasiones sucumba en lo grotesco, lo ridículo o lo risible; el constante cuestionamiento de los cánones tradicionales; la relectura irónica del pasado; la apuesta por la inmersión tecnológica en la creación estética; la inmediatez y la multiplicidad de las tendencias formales; el carácter rupturista; y, sobre todo, la insistente búsqueda de lo nuevo, los impactante y lo espectacular, a pesar de que, felizmente, las vanguardias hace mucho tiempo ya que desaparecieron.