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Raúl González Zorrilla, director de La Tribuna del País Vasco
Jueves, 27 de Noviembre de 2014 Tiempo de lectura:

Muerte de una dama

La noticia de la Agencia EFE es escueta, pero encierra una catástrofe para el mundo literario. Dice así: “La escritora británica P. D. James, una de las novelistas policiacas más reconocidas del pasado siglo, murió a los 94 años, confirmó hoy su agente. Phyllis Dorothy James, más conocida como P. D. James, fue autora de obras como ‘Un impulso criminal’, ‘Muertes poco naturales’, ‘Intrigas y deseos’, ‘Mortaja para un ruiseñor’ o ‘Muerte de un forense’. Con gran tristeza, la familia de la autora P. D. James comunica que ha muerto en paz, en su casa de Oxford, en la mañana del 27 de noviembre de 2014, a los 94 años de edad".

 

P. D. James es uno de los pilares fundamentales de la renovación de la novela negra que se produce en los países anglosajones, y también en otros lugares como España, a partir del último cuarto del pasado siglo veinte. Heredera en muchos aspectos de la gran Agatha Christie, P. D. James es autora de más de una veintena de historias apasionantes en las que las magníficas tramas criminales se unen con la enorme capacidad de esta creadora para profundizar en sus personajes, para describir sus fascinantes escenarios londinenses y para presentar al lector complejas situaciones vitales con una veracidad muy poco común. También, y sobre todo, para plantear dilemas éticos que los protagonistas de sus relatos siempre resuelven con el convencimiento de que la verdad y la justicia no son siempre, exactamente, la misma cosa.

 

En los libros de P. D. James, los personajes se mueven por impulsos coherentes, por razones de peso y por estímulos convincentes. No hay lugar en estas historias para actores planos y lacios que solamente actúan como figurines para adornar la trama: los protagonistas de novelas magníficas como “Intrigas o deseos”, “Mortaja para un ruiseñor” o “Una cierta justicia”, por citar solamente algunos de sus mejores títulos, son hombres y mujeres que habitan ese territorio difuso, y cada vez más extenso, que separa el bien del mal y lo tolerable de lo inaceptable, y que, sobre todo, saben que, como bien dice uno de los personajes de “Sabor a muerte”, “el crimen contamina todo lo que toca”.

 

En este sentido, si hay alguien que siempre triunfa en las novelas de P. D. James es el sistema institucional, el ordenamiento jurídico y el complejo entramado normativo que caracteriza a la sociedad inglesa en particular, y a las sociedades occidentales en general. Adam Dalgliesh, que como otros detectives de papel ha pasado ya al Olimpo de los grandes personajes literarios, es el representante de este complejo y riquísimo conjunto de normas, leyes, costumbres, hábitos, tradiciones y rutinas que es perfectamente reflejado por la autora y que, además, no escapa a la ironía, la mordacidad y la crítica de ésta.


En las novelas de P. D. James, los crímenes siembran el horror donde habitualmente reina la belleza serena de lo cotidiano y rompen de una forma radical el orden natural de las cosas. Pero esta quiebra es narrada con la elegancia y la distinción de quienes saben que, cuando llegue el momento de recomponer la maltrecha normalidad, cosa de la que Adam Dalgliesh se encargará con esmero y tesón, casi siempre habrá de haber un pequeño espacio para la compasión, la piedad y la esperanza.


P. D. James, cuyo nombre completo es Phyllis Dorothy James, nació en Oxford (Inglaterra) el 3 de agosto de 1920. Estudió en Cambridge y, entre 1949 y 1968, trabajó como administradora de la Seguridad Social británica. Entre 1969 y 1979, también fue funcionaria pública del Ministerio del Interior. Empezó su carrera literaria relativamente tarde, aunque con gran éxito desde el principio. Publicó su primera obra, “Cubridle el rostro”, en 1963. En ella aparece por primera vez el policía Adam Dalgliesh, su personaje más famoso e imperecedero.

 

Descanse en paz.

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