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Ernesto Ladrón de Guevara
Lunes, 01 de Diciembre de 2014 Tiempo de lectura:

El adoctrinamiento

[Img #5314]Llevo varios artículos escritos sobre el adoctrinamiento en la escuela, que constituye una de las mayores aberraciones que pueda haber, pues no hay nada más contradictorio que una mente adoctrinada como contraposición a una mente educada Para formar sujetos emancipados, libres, con criterio propio y una visión humanista formada a través de la reflexión autónoma y el estudio, se necesitan tres cosas fundamentalmente: un profesorado independiente de toda superestructura ideologica, una escuela plural en su composición interna,  y mucha libertad de pensamiento mediante el contraste de opiniones y de información. Ninguno de estos componentes está presente en la red educativa vasca, ni en la catalana. Allí donde hay nacionalismo secesionista hay manipulación de las consciencias, coerción ambiental y limitación del pensamiento libre.

 

Emilio Lledó, catedrático de la Historia de la Filosofía, uno de los filósofos más relevantes de los que se dedican al pensamiento en la actualidad, recientemente galardonado con el Premio Nacional de las Letras de 2014, miembro de la Real Academia Española, decía en uno de sus artículos, en El País, que  “Desde hace años, de nuevo en estos días, como manifestación del menosprecio por la enseñanza pública y por sus profesores, se habla de la libertad de los padres para elegir el centro en el que educar a sus hijos. Esa defensa libertaria no tiene que ver con el deseo de que se practique en la educación una verdadera libertad: la libertad de entender, de pensar, de interpretar, de desfanatizar, de sentir. Libertad que, por encima de todas las sectas, debería fomentar la combatida Educación para la Ciudadanía y la identidad democrática. Una libertad que enseñase algo más que la obsesión por el dinero y por el solapado cultivo de la avaricia. A lo mejor, esa educación les obligaba a dimitir a algunos personajes de la vida pública, por vergüenza del engaño que arrastran y contaminan. Mejor dicho: haría imposible que se dieran semejantes individuos.”

 

 Y afirma también en su libro “Elogio a la Infelicidad” que “La mayor parte de las aberraciones históricas, de las injusticias y maldades, no sólo proceden de manipuladores del poder, de mortíferos discriminadores, de promotores de la ofuscación y la radical incultura, sino también, aunque en más inocente medida, de la sumisión provocada por esa enfermedad crónica que los fanatismos y las mentiras ajenas han inoculado en la mente propia. Esto constituye la plaga más agresiva de las que puede sufrir el progreso social. Porque el individuo así manipulado, a pesar de su indefensión y pasividad actúa, sin saberlo, en la forja de un pastoso suelo social, de un imaginario colectivo que inutiliza  muchas iniciativas de progreso y, sobre todo, que paraliza las mentes para inventarlo.” 

 

No estoy contra el euskera ni soy antivasco, como muchos han esgrimido contra mí para descalificarme a mí sin entrar en mis razonamientos por ser  objeto de mis críticas. Pero sí estoy contra las políticas lingüísticas que son un eficaz instrumento en manos de nacionalistas que pretenden la construcción nacional, arrasando lo que pillan por el camino. Estoy contra aquellos que me decían en las tribunas institucionales que las políticas lingüísticas son intocables y no deben entrar en el juego parlamentario. Pues claro que se pueden cuestionar como se puede poner en solfa todo, en un sistema liberal, todo lo que esté mal y convenga rectificar, corregir o cambiar.

 

Estos días pasados se discutió en el Parlamento Vasco el plan Estratégico del Euskera para el periodo 2014-2016, elaborado por el Gobierno Vasco, que es un auténtico giro de tuerca más que se añade a un proceso continuo de euskaldunización por la fuerza de la sociedad vasca.  En  dicho Plan se presupuestan 335 millones de euros, que son 111,8 millones por año, que es un 2% del Presupuesto anual. Así, según el PNV, se trata de corregir la asimetría  social entre el euskera y el castellano, lo que es la prueba del algodón de la intervención sobre las gentes, tratando de limitar algo tan básico como el ejercicio de la libertad en la comunicación interpersonal y lo que el lingüista Rafael Lapesa insistía hasta la saciedad, que las lenguas las producen los pueblos no los políticos, afirmación que se confirma viendo como tras 35 años de intervencionismo sobre la libertad de la población apenas ha avanzado el uso social del euskera. Lamentablemente los del decadente y decrépito socialismo vasco siguen sin enterarse, y, en su acomplejado despropósito de renunciar a sus principios históricos y sumarse a la hégira nacionalista,   nuevamente ayudan al nacionalismo a lograr sus objetivos de la formación del espíritu nacional. Igual que Franco.

 

Esta previsión presupuestaria referida a la euskaldunización supone nada más y nada menos que el 7% de incremento, en momentos de graves carencias sociales, paro, empobrecimiento social, vulneración de los derechos del niño al no abordar los problemas nutricionales, etc.

 

Para que se vea el afán manipulador de las conciencias infantiles, la mayor parte de esa inversión en políticas nacionalistas va dirigida a la Primaria y a la ESO, en partes iguales.

 

Desde 1983 los diferentes gobiernos, incluido el de Patxi López, se han gastado nada menos que la friolera de 1.875 millones de euros –según el diario El Mundo, aunque yo creo que la cifra se queda corta-, y ahora piensan seguir gastando nuestros impuestos en florituras, sin velar por los prevalentes intereses de la sociedad que pasan por abordar las causas de las crisis económica, social y de valores; con el apoyo de PNV, BILDU y los socialistas trasvertidos.

 

En esto hay varios propósitos: seguir alimentando al clientelismo político en las administraciones, sobre todo en la educativa, mantener el pesebre de un ejército de individuos que no producen nada rentable para la sociedad en su conjunto, sostener a un comisariado político que actúa sobre todo en el ámbito educativo en un empeño pertinaz por transformar las mentalidades inmaduras, y cambiar el imaginario colectivo mediante la transformación del lenguaje.

 

Dice Emilio Lledó en el libro mencionado que “Las palabras, que albergan –por su inmenso poder de articular referencias, de empujar la creación de nuestras perspectivas en el pensamiento- las semillas de discursos posibles, anulan esas posibilidades entre las murallas de las ‘frases hechas’, de los pensamientos dogmatizados. El poder pensar se convierte, así, en una tarea complicada. A tal extremo puede llegar, en la sociedad mediatizada, esa complicación que ‘lo que se dice’ no tenga el menor interés, y sea expresión muerta de esa previa anulación a la que ha llegado el inutilizado pensamiento. Pensar es, por el contrario, una tarea que únicamente puede realizarse en el contexto de la libertad, de esa indeterminación que hace juego con la posibilidad con que se nos hace presente el mundo.’”

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