El análisis comparativo más respetable sobre la percepción de la corrupción en 175 países del mundo acaba de traer a los españoles una mala y una buena noticia. 

La mala es que cayó de los aparentemente notables 71 puntos de honradez de 2004, siendo cien la mejor nota, a los 60 puntos de 2014, lo que la sitúa en el puesto 37 de los países menos corruptos del planeta, y el 19 de los 29 europeos analizados. 

La buena es que el dato está marcado por los escándalos del pasado, que se ignoraban, y que ahora se denuncian enseguida. 

En 2014 España ha mejorado un punto con respecto a 2013, cuando se perdieron diez por el descubrimiento y judicialización de las corrupciones, básicamente, de la década anterior. 

Posiblemente los españoles no lleguen a la situación de los daneses, 92 puntos, pero están todavía con 17 puntos de honradez por encima de Grecia e Italia. 

Acaba de publicarse el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) 2014, elaborado por la ONG Transparencia Internacional (TI), que sistematiza en cada país analizado doce macroencuestas con miles de fuentes fiables. 

En España TI tiene su sede en la Fundación Ortega y Gasset y está presidida por el catedrático de economía de la Autónoma madrileña, Jesús Lizcano. 

Las vías de la corrupción en España se persiguen ya implacablemente. Lo más importante es que no hay corrupción sistémica, por ejemplo en entidades públicas, como las policías. 

Además, se produce una autodepuración porque ahora están reforzándose las leyes y se airea y denuncia toda corrupción. 

Cuando España recibía las mejores notas, con Aznar y Zapatero, ignorábamos que el basurero estaba sellado y que, una vez abierto, estaba peor que ahora, cuando parece anunciarse que en 2015 estará más limpio.