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Enrique Arias Vega
Miércoles, 04 de Noviembre de 2015 Tiempo de lectura:

Defensa de los ricos españoles

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Una respuesta a la lista Forbes de los ciudadanos más ricos de España es la de escandalizarse porque posean tanto dinero y cada vez tengan más mientras gran parte de la población las pasa canutas.

 

Es una manera legítima de verlo, claro, pero no la única. A mí me llaman la atención otros aspectos. Por ejemplo, que los más adinerados, como Amancio Ortega, Juan Roig o Isak Andic, no lo sean por herencia, como ocurría antaño, sino por su propio esfuerzo. Lo mismo sucede a nivel mundial, por cierto, con Bill Gates, Warren Buffett y otros, lo que muestra una inmensa movilidad social y que la sociedad actual es cualquier cosa menos rígida y clasista, como ha venido siendo durante siglos.

 

O sea, que no nos encontramos ante los clásicos hijos de papá, típicos parásitos sociales dedicados a la ostentación y al derroche. Al contrario: los superricos de hoy ni viven ya en los fastuosos palacetes de otras épocas ni despilfarran el dinero en fiestas fabulosas ni coleccionan coches de lujo como Jordi Pujol Ferrusola, pongo por caso.

 

Ésa es la diferencia entre las acaudaladas personas de la lista Forbes y aquellas otras enriquecidas con la especulación inmobiliaria, las comisiones, la intermediación financiera y otros medios socialmente inútiles y muchas veces perversos.

 

Por eso, ojalá hubiese en nuestro país más empresarios de fuste que creasen puestos de trabajo, produjesen riqueza y aportasen productos a nuestra sociedad, independientemente de quién sea la titularidad del patrimonio. Lo importante no es la propiedad de los medios de producción, como decía el marxismo tradicional e ineficiente que arruinó a la población de media Europa, sino el uso que se da a esos medios, el resultado obtenido y el reparto de lo producido.

 

Por eso, nadie debe avergonzarse de este tipo de ciudadanos ricos sino, al contrario, pretender que su ejemplo arraigue y se expanda.   

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