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Lunes, 23 de Noviembre de 2015 Tiempo de lectura:
“Se resiste porque no se puede hacer otra cosa, y porque uno se acostumbra a todo”

Michel Houellebecq: “Los gobiernos franceses de la última década han fracasado en su deber fundamental de defender a la población”

[Img #7492]Hace unos días, el escritor francés Michel Houellebecq, uno de los más destacados de este país y polémico autor de la novela “Sumisión”, escribía un artículo en el diario italiano “Corriere della Sera” en el que reflexionaba sobre los atentados del pasado 13 de noviembre en París.

 

“Nos acostumbramos, incluso a los ataques”, señala el escritor, que explica cómo a raíz de los atentados islamistas contra la revista Charlie Hebdo que tuvieron lugar el último mes de enero, se mantuvo dos días pegado a las noticias de la televisión. “A raíz de los atentados del pasado 13 de noviembre, todo lo que hice fue llamar a los amigos y conocidos que viven en los barrios afectados (y es un montón de gente)”.

 

Y añade: “Francia va a resistir. Los franceses resistirán, incluso sin hacer alarde de un heroísmo excepcional, sin ni siquiera necesitar un ‘clic’ detonante de un nuevo orgullo nacional. Se resiste porque no se puede hacer otra cosa, y porque uno se acostumbra a todo. Mantener la calma y continuar. Mantener la calma y seguir adelante. Muy bien, vamos a hacer precisamente eso (aunque - por desgracia - tenemos un Churchill para dirigir el país). Contrariamente a la creencia popular, los franceses son más dóciles y blandos,  pero eso no quiere decir que sean necios completos. Su principal defecto es una especie de superficialidad propensa a la falta de memoria, lo que significa que necesitan periódicamente refrescar sus recuerdos. Lamentablemente, la situación en la que nos encontramos es debida a responsabilidades políticas específicas; y estas responsabilidades políticas deben ser depuradas, tarde o temprano”.

 

Michel Houellebecq afirma que, en su opinión, es muy poco probable que el “oportunista e insignificante jefe de Estado francés, así como el ‘retardado’ del primer ministro, puedan salir airosos de esta situación”. Y es que, se pregunta, “¿quién iba a anunciar recortes en los cuerpos policiales, hasta reducirlos a algo inúltil e incapaz de cumplir con sus obligaciones?, ¿quién ha repetido durante tantos años que las fronteras son tonterías pasadas de moda, símbolos del pasado?”

 

Los líderes políticos franceses se han envuelto en operaciones absurdas y costosas, “cuyo principal resultado ha sido la de sumir en el caos a Irak y luego a Libia, y ahora estaban dispuestos a hacer lo mismo con Siria”. (“Se me olvidó, es cierto que no fuimos a Irak, no la segunda vez, pero parece obvio que Dominique de Villepin pasará a la historia sólo por eso, que no es poca cosa”).

 

La conclusión ineludible es, por desgracia, muy severa, dice  Houellebecq: “los gobiernos franceses de la última década han fracasado miserablemente, de manera sistemática, en su misión fundamental, que es la de proteger al pueblo francés”. “La población, por su parte, no ha fallado en nada” y, según las encuestas de opinión, “siempre ha mantenido la fe y la solidaridad con las fuerzas del ejército y de la policía”. Además, recuerda Houellebecq, el pueblo francés ha despreciado los sermones de la “izquierda moral” en relación a la acogida de refugiados y nunca ha aceptado sin sospechas “las aventuras militares extranjeras en las que sus gobernantes han arrastrado al país”.
 

Y concluye el autor de obras como “Las partículas elementales” o “Lanzarote”: “Ha surgido una división abismal entre los ciudadanos y quienes deberían representarlos. El descrédito que ahora golpea en Francia a la totalidad de la clase política no sólo es generalizada, sino también legítimo. Me parece que la única solución que nos queda sería ir lentamente a la única forma de democracia real que existe, que es la democracia directa”.

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