Castejón y el ocaso del PSOE
Un debate televisivo puede resaltar diferencias de programa, de carisma o de gestión, incluso quemar un candidato, pero jamás hundir un partido político con más de 100 años de historia. Y es precisamente este matiz, la historia, el que sitúa la cruda realidad en sus justos términos. Pedro Sánchez Castejón pretende representar la renovación, pero a pesar de ser un hombre joven no es un recién llegado a la política. Fue diputado en las legislaturas de Zapatero y también consejero de la Asamblea General de Caja Madrid en la época de Miguel Blesa, entre 2004 y 2009, con dietas asignadas y unos cuantos regalos.
Por eso, y a pesar de los gestos que vimos el último año, la regeneración del PSOE sigue pareciendo una dudosa quimera. Andalucía está en manos de Susana Díaz, un personaje que invirtió diez años en terminar su carrera de derecho. Afiliada con solo 17 años, ese cachorro del PSOE andaluz fue educada políticamente a la sombra de Chaves, Griñán y el sindicato que también fundo Pablo Iglesias, UGT, corrupto hasta decir basta durante el gobierno González (PSV) y protagonista del mayor saqueo de fondos públicos que ha conocido la historia de la Unión Europea: las ayudas a parados, sus “compañeros”. Pero ella nada vio, tampoco con Aznalcollar, el último escándalo aparecido que augura que habrá más.
34 años de poder monolítico en Andalucía y corrupción sistémica (la cifra del saqueo supera los 6.000 millones de euros) no se regeneran en dos años. La prensa y las dinámicas redes sociales facilitan información constante, fluida y multimedia, muy fácilmente contrastable, desmotando con eficacia cualquier tipo de propaganda, ese baluarte de la izquierda.
España hoy parece iniciar la salida a una crisis que dura ya demasiado, cuyos responsables, los políticos, se corrompieron hasta el asco sin que aun hoy hayan penado por sus crímenes o hayan devuelto lo sustraído, y quien mejor representó la persecución de estos crímenes, acosada e injuriada, fue recientemente destituida, hablo de la juez Alaya. La corrupción no respetó nada, manchando “Corinnas” y coronas (algún día se hablará a fondo de ello). La huella es imborrable y en la memoria de la sociedad aún pesa mucho. No es baladí que esta segunda quiebra económica de España también la haya protagonizado el PSOE.
Tras 39 años de dictadura, los españoles votaron masiva y ejemplarmente a UCD en un ejercicio de moderación y centralidad admirable, dando a la nueva y vieja clase política un mensaje muy claro: pasemos página, reconciliación, miremos al futuro. Asistimos de modo indeleble a la extinción de la ultraderecha que, salvo algunos nostálgicos violentos e intolerantes, feneció políticamente con el régimen. La ultraizquierda, entonces testimonial, hoy renace “amablemente leninista” mientras abjura de aquella reconciliación que perdonó crímenes horrendos jamás juzgados. “Ya no vale”. Contemplamos un proceso de demolición histórica de los unos y el ensalzamiento heroico de los otros, con calles y colegios dedicados a asesinos comunistas (hoy son demócratas) mientras se criminaliza a quienes nos protegieron de aquel saqueo "socialista" que nos llevaba hacia el "marxismo leninismo" de la URSS.
Quienes hoy se dicen "amables leninistas" son amigos políticos de quienes practicaron el discurso intolerante y totalitario del “9mm Parabellum” durante los últimos 40 años de democracia. La aparición de estos partidos radicalizados, a 40 años de la Transición, solo se explica y obedece por la pérdida de la honestidad y la centralidad, seña de identidad de cualquier estabilidad política, abandonada en su primera legislatura por “Zapatero, el rojo” como asimismo se definió.
Gracias a él, sus acuerdos con ETA, las leyes ideológicas y la cobardía de Rajoy, los hijos del terror marxista se financian de mis impuestos y ya ocupan escaños y concejalías (EH-BILDU, SORTU, AMAIUR, ERC, COMPROMIS) o se disponen a ocuparlos (PODEMOS) copando ayuntamientos tan importantes como Cádiz, Valencia, Madrid, Barcelona, Pamplona y un largo etc.. de la mano de Sanchez Castejón, carente de un discurso coherente, gracias al reciente pasado de crisis y corrupción. Quienes hasta hoy defendieron posiciones de centralidad en la socialdemocracia española, siguen aún embarrados en marañas judiciales por cientos de casos de corrupción, y a punto de ser arrollados por ese ariete del combate político demagógico, que en Weimar uso ideológicamente el naciona-socialismo, en Rusia el camarada Lenin, o en la Italia fascista el socialista Mussolini, para descalificar al adversario como otra opción legítima de gobierno.
Sánchez Castejón prometió a la opinión pública y a los empresarios ser garante de estabilidad democrática, negando pactos con nuevos populismos, para poco después entregar decenas de ayuntamientos a comunistas chavistas. En un gesto de sentido de estado, el PP ofreció el gobierno de ayuntamientos muy relevantes que ganó en buena lid (sin mayoría absoluta) a políticos socialistas si con eso se evitaba que la radicalidad los gobernase. Y esa es la factura que el 20N Castejón y su partido habrán de pagar.
Históricamente, el PSOE obtuvo el poder cuando ofreció un discurso de centralidad, respetando ese gran mensaje de moderación que la sociedad española reclamó en 1978 y hoy sigue anhelando. Una centralidad que el amable progresismo leninista, ideológicamente comunista, islamista y antisemita, traduce en concejales "actrices porno" que se orinan en la calle, Ritas asalta-iglesias o destroza-rectorados sevillanos, y decapitadores de Gallardones con guillotina. Estos indeseables ni pueden ni quieren representar a "la gente" sino a "la gentuza" de su entorno “radikal”, alejándose del favor y la voluntad de los españoles, la verdadera “gente”, asaeteada por impuestos, mientras frente a sus comercios cientos de manteros ocupan y expropian la calle de todos, vendiendo falsificaciones ilegales y dañando sus negocios.
Los trágicos experimentos comunistas que tan de cerca se vivieron en los años treinta del pasado siglo siguen vivos en la memoria gracias al constante recurso al guerra-civilísimo y las sangrientas imágenes que llegan del expolio a Venezuela, cuyos asesores, profesores universitarios españoles, co-dirigieron la represión de la oposición desde CEPS y el saqueo del país más rico de Iberoamérica, segunda reserva de petróleo del mundo.
Las decisiones de Sanchez Castejón y su radicalización hacia co-gobiernos con leninistas acarrean una pesada factura cuyo precio pagará pronto: primero en las elecciones nacionales, después, en un inminente congreso extraordinario que los barones del PSOE ya están cocinando. Es inadmisible que demagogos de universidad se apoderen de un partido de la entidad del PSOE, donde constitucionalistas de la talla de Peces Barba, honestos sindicalistas como Nicolás Redondo o intelectuales como Solé-Tura ilustraron buena parte de la Transición y la democracia. Gentes que conocen a Newton, saben pronunciar “PricewaterhouseCoopers Auditores, S.L” y jamás cambiarán títulos a conocidos tratados filosóficos de Kant “sin una justificada critica, sin una convincente razón, y sin un rasgo de pureza”, es solo barato populismo, indeseable demagogia.
“Toda acción política, cuya verdadera intención se oculta por temor a perder el apoyo popular, es injusta” decía Kant, adivinando quizá esta extrapolación que me permito aquí hacer de la pérdida de identidad, centralidad y valores de Sánchez Castejón.
R. Murrow decía que “una nación de ovejas engendra un gobierno de lobos”. La España que hoy mira a los políticos no es aquella analfabeta iberia caciquil de los años treinta en manos de curas, militares o demagogos marxistas, ni la próspera, joven e ilusionada España que, empecinada en avanzar, inauguro los años setenta. Hoy España la conforman personas instruidas e informadas, cada día más participativas, socialmente implicadas, también en redes sociales como Twitter, hoguera de vanidades y periodismo volátil e inmediato de apenas 140 caracteres, el nuevo mentidero 2.0. Los nueve millones de audiencia del debate así lo confirman.
Hay un aserto que muchas veces me asalta y hoy parece que los españoles entendimos. Es de Platón, tiene 3.000 años y como todo en sus textos es intemporal: “El precio de desentenderse de la política es ser gobernados por los peores hombres”.
Que no nos estafen más. Nos vemos el día 20.
Un debate televisivo puede resaltar diferencias de programa, de carisma o de gestión, incluso quemar un candidato, pero jamás hundir un partido político con más de 100 años de historia. Y es precisamente este matiz, la historia, el que sitúa la cruda realidad en sus justos términos. Pedro Sánchez Castejón pretende representar la renovación, pero a pesar de ser un hombre joven no es un recién llegado a la política. Fue diputado en las legislaturas de Zapatero y también consejero de la Asamblea General de Caja Madrid en la época de Miguel Blesa, entre 2004 y 2009, con dietas asignadas y unos cuantos regalos.
Por eso, y a pesar de los gestos que vimos el último año, la regeneración del PSOE sigue pareciendo una dudosa quimera. Andalucía está en manos de Susana Díaz, un personaje que invirtió diez años en terminar su carrera de derecho. Afiliada con solo 17 años, ese cachorro del PSOE andaluz fue educada políticamente a la sombra de Chaves, Griñán y el sindicato que también fundo Pablo Iglesias, UGT, corrupto hasta decir basta durante el gobierno González (PSV) y protagonista del mayor saqueo de fondos públicos que ha conocido la historia de la Unión Europea: las ayudas a parados, sus “compañeros”. Pero ella nada vio, tampoco con Aznalcollar, el último escándalo aparecido que augura que habrá más.
34 años de poder monolítico en Andalucía y corrupción sistémica (la cifra del saqueo supera los 6.000 millones de euros) no se regeneran en dos años. La prensa y las dinámicas redes sociales facilitan información constante, fluida y multimedia, muy fácilmente contrastable, desmotando con eficacia cualquier tipo de propaganda, ese baluarte de la izquierda.
España hoy parece iniciar la salida a una crisis que dura ya demasiado, cuyos responsables, los políticos, se corrompieron hasta el asco sin que aun hoy hayan penado por sus crímenes o hayan devuelto lo sustraído, y quien mejor representó la persecución de estos crímenes, acosada e injuriada, fue recientemente destituida, hablo de la juez Alaya. La corrupción no respetó nada, manchando “Corinnas” y coronas (algún día se hablará a fondo de ello). La huella es imborrable y en la memoria de la sociedad aún pesa mucho. No es baladí que esta segunda quiebra económica de España también la haya protagonizado el PSOE.
Tras 39 años de dictadura, los españoles votaron masiva y ejemplarmente a UCD en un ejercicio de moderación y centralidad admirable, dando a la nueva y vieja clase política un mensaje muy claro: pasemos página, reconciliación, miremos al futuro. Asistimos de modo indeleble a la extinción de la ultraderecha que, salvo algunos nostálgicos violentos e intolerantes, feneció políticamente con el régimen. La ultraizquierda, entonces testimonial, hoy renace “amablemente leninista” mientras abjura de aquella reconciliación que perdonó crímenes horrendos jamás juzgados. “Ya no vale”. Contemplamos un proceso de demolición histórica de los unos y el ensalzamiento heroico de los otros, con calles y colegios dedicados a asesinos comunistas (hoy son demócratas) mientras se criminaliza a quienes nos protegieron de aquel saqueo "socialista" que nos llevaba hacia el "marxismo leninismo" de la URSS.
Quienes hoy se dicen "amables leninistas" son amigos políticos de quienes practicaron el discurso intolerante y totalitario del “9mm Parabellum” durante los últimos 40 años de democracia. La aparición de estos partidos radicalizados, a 40 años de la Transición, solo se explica y obedece por la pérdida de la honestidad y la centralidad, seña de identidad de cualquier estabilidad política, abandonada en su primera legislatura por “Zapatero, el rojo” como asimismo se definió.
Gracias a él, sus acuerdos con ETA, las leyes ideológicas y la cobardía de Rajoy, los hijos del terror marxista se financian de mis impuestos y ya ocupan escaños y concejalías (EH-BILDU, SORTU, AMAIUR, ERC, COMPROMIS) o se disponen a ocuparlos (PODEMOS) copando ayuntamientos tan importantes como Cádiz, Valencia, Madrid, Barcelona, Pamplona y un largo etc.. de la mano de Sanchez Castejón, carente de un discurso coherente, gracias al reciente pasado de crisis y corrupción. Quienes hasta hoy defendieron posiciones de centralidad en la socialdemocracia española, siguen aún embarrados en marañas judiciales por cientos de casos de corrupción, y a punto de ser arrollados por ese ariete del combate político demagógico, que en Weimar uso ideológicamente el naciona-socialismo, en Rusia el camarada Lenin, o en la Italia fascista el socialista Mussolini, para descalificar al adversario como otra opción legítima de gobierno.
Sánchez Castejón prometió a la opinión pública y a los empresarios ser garante de estabilidad democrática, negando pactos con nuevos populismos, para poco después entregar decenas de ayuntamientos a comunistas chavistas. En un gesto de sentido de estado, el PP ofreció el gobierno de ayuntamientos muy relevantes que ganó en buena lid (sin mayoría absoluta) a políticos socialistas si con eso se evitaba que la radicalidad los gobernase. Y esa es la factura que el 20N Castejón y su partido habrán de pagar.
Históricamente, el PSOE obtuvo el poder cuando ofreció un discurso de centralidad, respetando ese gran mensaje de moderación que la sociedad española reclamó en 1978 y hoy sigue anhelando. Una centralidad que el amable progresismo leninista, ideológicamente comunista, islamista y antisemita, traduce en concejales "actrices porno" que se orinan en la calle, Ritas asalta-iglesias o destroza-rectorados sevillanos, y decapitadores de Gallardones con guillotina. Estos indeseables ni pueden ni quieren representar a "la gente" sino a "la gentuza" de su entorno “radikal”, alejándose del favor y la voluntad de los españoles, la verdadera “gente”, asaeteada por impuestos, mientras frente a sus comercios cientos de manteros ocupan y expropian la calle de todos, vendiendo falsificaciones ilegales y dañando sus negocios.
Los trágicos experimentos comunistas que tan de cerca se vivieron en los años treinta del pasado siglo siguen vivos en la memoria gracias al constante recurso al guerra-civilísimo y las sangrientas imágenes que llegan del expolio a Venezuela, cuyos asesores, profesores universitarios españoles, co-dirigieron la represión de la oposición desde CEPS y el saqueo del país más rico de Iberoamérica, segunda reserva de petróleo del mundo.
Las decisiones de Sanchez Castejón y su radicalización hacia co-gobiernos con leninistas acarrean una pesada factura cuyo precio pagará pronto: primero en las elecciones nacionales, después, en un inminente congreso extraordinario que los barones del PSOE ya están cocinando. Es inadmisible que demagogos de universidad se apoderen de un partido de la entidad del PSOE, donde constitucionalistas de la talla de Peces Barba, honestos sindicalistas como Nicolás Redondo o intelectuales como Solé-Tura ilustraron buena parte de la Transición y la democracia. Gentes que conocen a Newton, saben pronunciar “PricewaterhouseCoopers Auditores, S.L” y jamás cambiarán títulos a conocidos tratados filosóficos de Kant “sin una justificada critica, sin una convincente razón, y sin un rasgo de pureza”, es solo barato populismo, indeseable demagogia.
“Toda acción política, cuya verdadera intención se oculta por temor a perder el apoyo popular, es injusta” decía Kant, adivinando quizá esta extrapolación que me permito aquí hacer de la pérdida de identidad, centralidad y valores de Sánchez Castejón.
R. Murrow decía que “una nación de ovejas engendra un gobierno de lobos”. La España que hoy mira a los políticos no es aquella analfabeta iberia caciquil de los años treinta en manos de curas, militares o demagogos marxistas, ni la próspera, joven e ilusionada España que, empecinada en avanzar, inauguro los años setenta. Hoy España la conforman personas instruidas e informadas, cada día más participativas, socialmente implicadas, también en redes sociales como Twitter, hoguera de vanidades y periodismo volátil e inmediato de apenas 140 caracteres, el nuevo mentidero 2.0. Los nueve millones de audiencia del debate así lo confirman.
Hay un aserto que muchas veces me asalta y hoy parece que los españoles entendimos. Es de Platón, tiene 3.000 años y como todo en sus textos es intemporal: “El precio de desentenderse de la política es ser gobernados por los peores hombres”.
Que no nos estafen más. Nos vemos el día 20.