El triunfo que Cameron exhibe ante el resto de los países europeos
Los datos económicos del Reino Unido que avergüenzan al resto de la Unión Europea
Después de casi un año de negociaciones, el primer ministro británico, David Cameron, se encuentra en Bruselas reunido con el resto de los líderes europeos para tratar de cerrar un acuerdo sobre los nuevos términos de la relación de Gran Bretaña con el resto de la Unión Europea. Si la reunión finaliza exitosamente, Cameron defenderá la permanencia del Reino Unido en la UE en el referéndum que se ha comprometido a celebrar y que, según algunas informaciones, podría convocar para el próximo 23 de junio.
Las reclamaciones y las modificaciones de funcionamiento que el Reino Unido exige a la Unión Europea están avaladas por una exitosa realidad económica y social que es, sin duda, el gran triunfo que Cameron exhibirá hoy ante sus homólogos europeos y que, fijándonos únicamente en los datos, debería avergonzar a muchos de éstos.
El Reino Unido creó más de 500.000 empleos solamente en 2015, arrastrando su tasa de desempleo al 5,1%, uno de los niveles más bajos de la UE. Actualmente, el Reino Unido cuenta con 31 millones de trabajadores y, en los últimos cinco años, el país ha creado 2,5 millones de empleos netos. Además, el 70% de los puestos de trabajo creados durante los últimos meses, lo han sido a tiempo completo.
No suele ser conocido que la extraordinaria vitalidad del mercado de trabajo británico se ha acompañado, a lo largo de los últimos ejercicios, de una disminución masiva del número de funcionarios en el país. Entre 2010 y 2014, Gran Bretaña ha suprimido 630.000 empleos públicos y, para 2019, desde el Ministerio de Economía se informa que los puestos funcionariales anulados se acercarán al millón. A modo de ejemplo, en Francia, en el mismo periodo, se crearon 300.000 empleos públicos nuevos.
El Gobierno británico mantiene una fórmula que, en vista de los resultados, parece ser exacta: cada funcionario de menos alumbra cuatro empleos de más en el sector privado.
La pujanza mundial de Londres es el ejemplo más paradigmático del éxito del crecimiento general de Gran Bretaña. Con sus 14 millones de habitantes en su área metropolitana, la capital del Reino Unido, por sí sola, alumbra el 22% del PIB nacional y es, con gran diferencia, la principal capital económica y financiera de Europa. Si Londres fuera un país soberano, su Producto Interior Bruto sería similar al de países como Suiza o Suecia. Solamente entre los años 2007 y 2011, la economía londinense creció un 12%.
Esta extraordinaria vitalidad ha hecho que, según un reciente estudio de la consultora PwC, Londres se haya convertido en la primera locomotora del mundo en términos económicos, por delante de megaurbes como Nueva York, París o Pekín. Y esto se refleja en un escenario urbano sumamente pujante que apenas tiene igual en otros rincones del mundo: 170 museos (tres de ellos entre los diez más importantes del mundo), casi un millar de galerías de arte, 70 torres de más de cincuenta pisos en construcción (200 más en proyecto) y 17.000 conciertos organizados anualmente.
Pero el Londres que David Cameron quiere convertir en el espejo en el que han de mirarse sus vecinos europeos es también la capital número uno mundial en el desarrollo de empresas digitales, la segunda en registros innovadores en las oficinas de propiedad intelectual y número dos planetario en la recepción de inversiones extranjeras. También está situada en tercer lugar en la lista de las ciudades más caras del mundo.
De cualquier modo, hay un dato que resume el abrumador empuje económico y empresarial de Londres y del resto del Reino Unido: en los últimos 10 años, se han creado en Londres más de un millar de start-up (nuevas compañías, generalmente de carácter tecnológico) exitosas. En el mismo tiempo, 281 se crearon en París y 107 en Francfort.
Después de casi un año de negociaciones, el primer ministro británico, David Cameron, se encuentra en Bruselas reunido con el resto de los líderes europeos para tratar de cerrar un acuerdo sobre los nuevos términos de la relación de Gran Bretaña con el resto de la Unión Europea. Si la reunión finaliza exitosamente, Cameron defenderá la permanencia del Reino Unido en la UE en el referéndum que se ha comprometido a celebrar y que, según algunas informaciones, podría convocar para el próximo 23 de junio.
Las reclamaciones y las modificaciones de funcionamiento que el Reino Unido exige a la Unión Europea están avaladas por una exitosa realidad económica y social que es, sin duda, el gran triunfo que Cameron exhibirá hoy ante sus homólogos europeos y que, fijándonos únicamente en los datos, debería avergonzar a muchos de éstos.
El Reino Unido creó más de 500.000 empleos solamente en 2015, arrastrando su tasa de desempleo al 5,1%, uno de los niveles más bajos de la UE. Actualmente, el Reino Unido cuenta con 31 millones de trabajadores y, en los últimos cinco años, el país ha creado 2,5 millones de empleos netos. Además, el 70% de los puestos de trabajo creados durante los últimos meses, lo han sido a tiempo completo.
No suele ser conocido que la extraordinaria vitalidad del mercado de trabajo británico se ha acompañado, a lo largo de los últimos ejercicios, de una disminución masiva del número de funcionarios en el país. Entre 2010 y 2014, Gran Bretaña ha suprimido 630.000 empleos públicos y, para 2019, desde el Ministerio de Economía se informa que los puestos funcionariales anulados se acercarán al millón. A modo de ejemplo, en Francia, en el mismo periodo, se crearon 300.000 empleos públicos nuevos.
El Gobierno británico mantiene una fórmula que, en vista de los resultados, parece ser exacta: cada funcionario de menos alumbra cuatro empleos de más en el sector privado.
La pujanza mundial de Londres es el ejemplo más paradigmático del éxito del crecimiento general de Gran Bretaña. Con sus 14 millones de habitantes en su área metropolitana, la capital del Reino Unido, por sí sola, alumbra el 22% del PIB nacional y es, con gran diferencia, la principal capital económica y financiera de Europa. Si Londres fuera un país soberano, su Producto Interior Bruto sería similar al de países como Suiza o Suecia. Solamente entre los años 2007 y 2011, la economía londinense creció un 12%.
Esta extraordinaria vitalidad ha hecho que, según un reciente estudio de la consultora PwC, Londres se haya convertido en la primera locomotora del mundo en términos económicos, por delante de megaurbes como Nueva York, París o Pekín. Y esto se refleja en un escenario urbano sumamente pujante que apenas tiene igual en otros rincones del mundo: 170 museos (tres de ellos entre los diez más importantes del mundo), casi un millar de galerías de arte, 70 torres de más de cincuenta pisos en construcción (200 más en proyecto) y 17.000 conciertos organizados anualmente.
Pero el Londres que David Cameron quiere convertir en el espejo en el que han de mirarse sus vecinos europeos es también la capital número uno mundial en el desarrollo de empresas digitales, la segunda en registros innovadores en las oficinas de propiedad intelectual y número dos planetario en la recepción de inversiones extranjeras. También está situada en tercer lugar en la lista de las ciudades más caras del mundo.
De cualquier modo, hay un dato que resume el abrumador empuje económico y empresarial de Londres y del resto del Reino Unido: en los últimos 10 años, se han creado en Londres más de un millar de start-up (nuevas compañías, generalmente de carácter tecnológico) exitosas. En el mismo tiempo, 281 se crearon en París y 107 en Francfort.