La reconstrucción de la memoria del terrorismo
Iñaki Arteta no necesita presentación. Es un cronista comprometido con la verdad, que utiliza la imagen y el testimonio como vehículo para narrar hechos probados, situaciones reales, expresiones de la convulsión emocional provocada por las alimañas que han estado asesinando de forma vil para fines compartidos por todo el universo nacionalista vasco. Y, en ese sentido, los colaboradores de ETA se amparaban en la patraña de la justificación de un conflicto, pero éste era el creado por ellos mismos para secuestrar las libertades y el pluralismo político y social vascos, y no era “político” en el significado griego del término, sino delictivo, pues para ser político ha de ser cívico.
Los que hemos estado comprometidos con la lucha por la verdad, la justicia y la libertad en las Vascongadas sabemos bien quién es Iñaki Arteta, pues nunca faltaba a una cita para denunciar la barbarie, para evidenciar que el silencio es cómplice del terrorismo, y que éste ha de ser erradicado pues es un cáncer y una aberración moral que carcome la convivencia e inutiliza cualquier intento de desarrollo cultural, económico y social de las sociedades que lo sufren. Por eso, aplicó todas sus energías y su arte, su saber hacer en el mundo de la comunicación visual, para ir recogiendo aquellas evidencias del rastro sangriento, de la aflicción emocional y del destrozo ocasionado por ETA durante varias décadas de ejecutoria criminal. Ello le ha ocasionado estar señalado por los que administraban el terror y por sus cómplices por acción o por omisión. Además de tener que estar fuera del circuito de las subvenciones y tratos de favor que tan característicamente es propio del mundo del nacionalismo, que es sectario por naturaleza.
El PNV ha vetado cualquier posibilidad de emitir los documentales de Iñaki Arteta en la EITB, a pesar de tener ese complejo de comunicación de radio y televisión naturaleza pública. Es decir que sostenemos con nuestros impuestos un ente cuyo nivel de audiencia es bajísimo con un presupuesto de 125 millones de euros anuales. Con una audiencia del 13 % ese sistema de adoctrinamiento social se permite el lujo, de forma impune, de excluir a los no nacionalistas, aunque paguemos religiosa y puntualmente los múltiples impuestos.
Si este conglomerado de comunicación fuera privado ya habría tenido una reestructuración para hacerlo viable, pero es público, y los nacionalistas tradicionalmente lo han considerado una pieza esencial en su estrategia de aculturación social y de uso fraudulento de la información para conformar la consciencia histórico-cultural de la sociedad vasca. No hay más que ver los documentales sobre historia, sobre todo sobre la Guerra Civil de 1936 para comprobar el sectarismo del enfoque, o los telediarios, con un clarísimo matiz doctrinario, nada plural ni objetivo.
Pero en este caso particular, la exclusión de estos documentales de Iñaki, donde de forma escrupulosamente objetiva se ofrecen relatos ofrecidos por las víctimas de ETA, es la prueba del algodón del intento del mundo nacionalista, y más en concreto del PNV, de borrar su implicación durante décadas en el llamado “conflicto vasco” que consistía en que unos persiguieran y otros fuéramos perseguidos, con el objeto de lograr la llamada “construcción nacional vasca”.
Iñaki Arteta ha producido y realizado numerosos documentales de largo formato con todo el espectro de la persecución, asesinato, extorsión y modificación consiguiente de la sociología vasca; con más de 200.000 exiliados forzados. Por tanto se ha implicado de lleno en la denuncia de esta situación, pero, además, su obra es de gran perfección técnica y cinematográfica. Con ello no ha sacado más beneficio que estar en el ojo del huracán y tener la conciencia tranquila por haber hecho algo que es deber cívico pero también heroico ya que es la vía complicada de hacer cinematografía y la forma más segura de no recibir un euro de instancias oficiales. Por eso su forma de financiación ha sido la mayor de las veces de forma privada, mediante aportaciones particulares. Ya es desgracia que ni tan siquiera los partidos constitucionalistas actuantes en gobiernos de diferente nivel hayan contribuido en líneas generales a la financiación de algo tan necesario para la memoria y la educación cívica de las futuras generaciones. Esto es único en el mundo, donde las instituciones se volcarían para potenciar este tipo de iniciativas contra la barbarie y el terrorismo.
Por el contrario, la comisión de control de EITB rechazó la proposición de UPyD, apoyada posteriormente por el PP de la emisión en el ente público vasco de los documentales de Iñaki Arteta, para dejar constancia de la memoria de las víctimas y hacer de esa memoria un patrimonio colectivo. Esta iniciativa política pretendía la difusión de “Sin libertad”, “Voces sin libertad”, “Olvidados”, “Trece entre mil”, “El infierno vasco”,“Nada sería igual” o “1980” galardonados con premios, y en algún caso nominados para el Goya. Claro está, que si el Ente gobernado por el PNV considera a los presos etarras como presos políticos qué podemos esperar, y, si, por otra parte, un parlamentario del PNV se atrevía a poner en duda la calidad y el rigor de la producción de Iñaki Arteta reconociendo que no había visto ninguno de los documentales, está todo dicho. Y todo apunta a que los nacionalistas quieran falsificar la memoria y diluir en un “tótum revolótum” lo sucedido durante décadas en el País Vasco, para mezclar temas inconexos y sin relación entre sí como si en esta tierra hubiera habido dos bandos enfrentados en una guerra que solamente existía en el imaginario nacionalista; con exclusión, todo sea dicho, de la aberrante actuación de los GAL que tanto daño hicieron a la credibilidad del Estado de Derecho.
Hay mucha hemeroteca que deja al descubierto el hilo difuso de conexión de los nacionalistas con ETA. No hay más que ver las bambalinas de los acuerdos de Lizarra, la actitud del PNV durante las manifestaciones ciudadanas contra el terror y exequias de Fernando Buesa, etc. Pero lo que más ilustra esta condición es la polémica entre Euskadiko Ezkerra y Arzallus allá por la década de los ochenta respecto a la disolución de ETA político-militar. Así lo manifestaba el 26 de agosto de 1985 el exdirigente de la séptima asamblea de ETA Juan Miguel Gorburu Mendizábal (El Correo Español-El Pueblo Vasco de esa fecha) afirmando que en la segunda reunión celebrada con el ex presidente del PNV, “el señor Arzallus no dedujo la necesidad de romper la tregua a causa de su profundo convencimiento de que esta ruptura no serviría para nada por muy mal que estuviese el panorama político. Por el contrario, el resto de los interlocutores de ETA p-m dedujeron como consecuencia de la conversación una invitación a la ruptura de la tregua”.
Golburu Mendizábal continúa afirmando que como resultado de esa reunión “fue profusamente utilizado por los futuros ‘octavos’ que Arzallus había animado a la ruptura de la tregua. […]”
No sé si para el común de los ciudadanos vascos esto no queda claro. Para mí, sí. Y que conste que podría escribir muchos artículos contando cosas y vivencias que yo mismo he comprobado en primera persona.
Iñaki Arteta no necesita presentación. Es un cronista comprometido con la verdad, que utiliza la imagen y el testimonio como vehículo para narrar hechos probados, situaciones reales, expresiones de la convulsión emocional provocada por las alimañas que han estado asesinando de forma vil para fines compartidos por todo el universo nacionalista vasco. Y, en ese sentido, los colaboradores de ETA se amparaban en la patraña de la justificación de un conflicto, pero éste era el creado por ellos mismos para secuestrar las libertades y el pluralismo político y social vascos, y no era “político” en el significado griego del término, sino delictivo, pues para ser político ha de ser cívico.
Los que hemos estado comprometidos con la lucha por la verdad, la justicia y la libertad en las Vascongadas sabemos bien quién es Iñaki Arteta, pues nunca faltaba a una cita para denunciar la barbarie, para evidenciar que el silencio es cómplice del terrorismo, y que éste ha de ser erradicado pues es un cáncer y una aberración moral que carcome la convivencia e inutiliza cualquier intento de desarrollo cultural, económico y social de las sociedades que lo sufren. Por eso, aplicó todas sus energías y su arte, su saber hacer en el mundo de la comunicación visual, para ir recogiendo aquellas evidencias del rastro sangriento, de la aflicción emocional y del destrozo ocasionado por ETA durante varias décadas de ejecutoria criminal. Ello le ha ocasionado estar señalado por los que administraban el terror y por sus cómplices por acción o por omisión. Además de tener que estar fuera del circuito de las subvenciones y tratos de favor que tan característicamente es propio del mundo del nacionalismo, que es sectario por naturaleza.
El PNV ha vetado cualquier posibilidad de emitir los documentales de Iñaki Arteta en la EITB, a pesar de tener ese complejo de comunicación de radio y televisión naturaleza pública. Es decir que sostenemos con nuestros impuestos un ente cuyo nivel de audiencia es bajísimo con un presupuesto de 125 millones de euros anuales. Con una audiencia del 13 % ese sistema de adoctrinamiento social se permite el lujo, de forma impune, de excluir a los no nacionalistas, aunque paguemos religiosa y puntualmente los múltiples impuestos.
Si este conglomerado de comunicación fuera privado ya habría tenido una reestructuración para hacerlo viable, pero es público, y los nacionalistas tradicionalmente lo han considerado una pieza esencial en su estrategia de aculturación social y de uso fraudulento de la información para conformar la consciencia histórico-cultural de la sociedad vasca. No hay más que ver los documentales sobre historia, sobre todo sobre la Guerra Civil de 1936 para comprobar el sectarismo del enfoque, o los telediarios, con un clarísimo matiz doctrinario, nada plural ni objetivo.
Pero en este caso particular, la exclusión de estos documentales de Iñaki, donde de forma escrupulosamente objetiva se ofrecen relatos ofrecidos por las víctimas de ETA, es la prueba del algodón del intento del mundo nacionalista, y más en concreto del PNV, de borrar su implicación durante décadas en el llamado “conflicto vasco” que consistía en que unos persiguieran y otros fuéramos perseguidos, con el objeto de lograr la llamada “construcción nacional vasca”.
Iñaki Arteta ha producido y realizado numerosos documentales de largo formato con todo el espectro de la persecución, asesinato, extorsión y modificación consiguiente de la sociología vasca; con más de 200.000 exiliados forzados. Por tanto se ha implicado de lleno en la denuncia de esta situación, pero, además, su obra es de gran perfección técnica y cinematográfica. Con ello no ha sacado más beneficio que estar en el ojo del huracán y tener la conciencia tranquila por haber hecho algo que es deber cívico pero también heroico ya que es la vía complicada de hacer cinematografía y la forma más segura de no recibir un euro de instancias oficiales. Por eso su forma de financiación ha sido la mayor de las veces de forma privada, mediante aportaciones particulares. Ya es desgracia que ni tan siquiera los partidos constitucionalistas actuantes en gobiernos de diferente nivel hayan contribuido en líneas generales a la financiación de algo tan necesario para la memoria y la educación cívica de las futuras generaciones. Esto es único en el mundo, donde las instituciones se volcarían para potenciar este tipo de iniciativas contra la barbarie y el terrorismo.
Por el contrario, la comisión de control de EITB rechazó la proposición de UPyD, apoyada posteriormente por el PP de la emisión en el ente público vasco de los documentales de Iñaki Arteta, para dejar constancia de la memoria de las víctimas y hacer de esa memoria un patrimonio colectivo. Esta iniciativa política pretendía la difusión de “Sin libertad”, “Voces sin libertad”, “Olvidados”, “Trece entre mil”, “El infierno vasco”,“Nada sería igual” o “1980” galardonados con premios, y en algún caso nominados para el Goya. Claro está, que si el Ente gobernado por el PNV considera a los presos etarras como presos políticos qué podemos esperar, y, si, por otra parte, un parlamentario del PNV se atrevía a poner en duda la calidad y el rigor de la producción de Iñaki Arteta reconociendo que no había visto ninguno de los documentales, está todo dicho. Y todo apunta a que los nacionalistas quieran falsificar la memoria y diluir en un “tótum revolótum” lo sucedido durante décadas en el País Vasco, para mezclar temas inconexos y sin relación entre sí como si en esta tierra hubiera habido dos bandos enfrentados en una guerra que solamente existía en el imaginario nacionalista; con exclusión, todo sea dicho, de la aberrante actuación de los GAL que tanto daño hicieron a la credibilidad del Estado de Derecho.
Hay mucha hemeroteca que deja al descubierto el hilo difuso de conexión de los nacionalistas con ETA. No hay más que ver las bambalinas de los acuerdos de Lizarra, la actitud del PNV durante las manifestaciones ciudadanas contra el terror y exequias de Fernando Buesa, etc. Pero lo que más ilustra esta condición es la polémica entre Euskadiko Ezkerra y Arzallus allá por la década de los ochenta respecto a la disolución de ETA político-militar. Así lo manifestaba el 26 de agosto de 1985 el exdirigente de la séptima asamblea de ETA Juan Miguel Gorburu Mendizábal (El Correo Español-El Pueblo Vasco de esa fecha) afirmando que en la segunda reunión celebrada con el ex presidente del PNV, “el señor Arzallus no dedujo la necesidad de romper la tregua a causa de su profundo convencimiento de que esta ruptura no serviría para nada por muy mal que estuviese el panorama político. Por el contrario, el resto de los interlocutores de ETA p-m dedujeron como consecuencia de la conversación una invitación a la ruptura de la tregua”.
Golburu Mendizábal continúa afirmando que como resultado de esa reunión “fue profusamente utilizado por los futuros ‘octavos’ que Arzallus había animado a la ruptura de la tregua. […]”
No sé si para el común de los ciudadanos vascos esto no queda claro. Para mí, sí. Y que conste que podría escribir muchos artículos contando cosas y vivencias que yo mismo he comprobado en primera persona.