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Miércoles, 02 de Marzo de 2016 Tiempo de lectura:
Vitoria 3 de marzo de 1976: así lo recordaba Manuel Fraga

“Fue el punto más alto de la presión intentada por la izquierda en la calle para formar un Gobierno provisional como en 1931”

En 1987, Manuel Fraga Iribarne, que durante los sucesos de Vitoria del 3 de marzo de 1976 era el  responsable del Orden Público, publicaba el libro “En busca del tiempo servido”, la segunda parte de sus memorias, tituladas “Memoria breve de una vida pública”. En este volumen, Manuel Fraga relataba cómo vivió los sucesos ocurridos en la capital alavesa el 3 de marzo de 1976. “Allí pasé dos días de los más duros e interesantes de mi vida”, explica.

 


 

[Img #8264]“Comienza una de las semanas más dramáticas de aquellos tiempos dramáticos. De miércoles a viernes yo tenía concertado un viaje a Alemania, invitado por mi colega el ministro del Interior, Maihofer, un liberal con el que me entendí muy bien; era un profesor de Derecho Penal, con el que hablé largamente (en francés). El viaje hubiera resultado perfecto, si no fuera por el contexto español, pues el mismo día de mi partida se produjeron los graves sucesos de Vitoria (…)”

 

“(…) En Vitoria se había producido, después de varios días de tensión, un choque entre manifestantes y policía, con cuatro muertos y numerosos heridos. Lo milagroso es que no hubiera más, porque la fuerza se vio totalmente desbordada; salvó la situación la llegada oportuna de una unidad de la Guardia Civil, que se trasladaba a otro sitio, pasando por Vitoria. Inmediatamente se enviaron refuerzos y la situación quedó controlada”.

 

“Aún falta un análisis serio de lo ocurrido en Vitoria; y que se intentó también en Sabadell: una ocupación de la ciudad, como la de Petrogrado en 1917. Los que creaban un ambiente de presión sobre el Gobierno para que, perdida la calle (la famosa calle, cuya seguridad debe garantizar todo Gobierno digno de este nombre), diera paso a un Gobierno provisional, como en 1931, no eran conscientes de que algunas personas podían llevar la presión hasta la locura. Un grupo oscuro de líderes desacreditados por el mismo desastre lo intentaron en Vitoria: su detención y traslado a Madrid finiquitó el asunto. Pero tuvieron su día, no de triunfo, pero sí de sangre”.

 

“Vitoria se prestaba a una experiencia de este tipo, de inspiración entre los soviets de 1917 y el 68 parisino. Ahora, aprovechando la llanura de Foronda (frente a las estrecheces del ‘bocho’ bilbaíno y del estrecho valle de Eibar) y su concierto económico (cuando Vizcaya y Guipúzcoa habían perdido los suyos), había logrado una rápida industrialización. Ello produjo la multiplicación, en pocos años, de su población por cuatro: con una inmigración de aluvión, de muchas otras partes de España, con las clásicas dificultades de integración de grupos, en lo que predominaban los hombres jóvenes, separados de sus familias”.

 

“El resultado fue un caldo de cultivo muy apropiado para un grupo de agitadores oscuros y empecinados. Eran los tiempos en que el profesor Tamames decía públicamente que para frenar la iniciativa reformista del Gobierno había que presionarle sin tregua en la calle”.

 

“No trato de eludir responsabilidades. Desde Bonn pregunté si regresaba, y el presidente del Gobierno me invitó a completar el viaje. Retorné el sábado, 6, y en Barajas me recibió, sonriente, Adolfo Suárez, devolviéndome la responsabilidad del Departamento. Después de una breve reunión con mis colaboradores en el Ministerio, salí en helicóptero a Vitoria. Allí pasé dos días de los más duros e interesantes de mi vida”.

 

“Cuanto había estudiado y meditado, de cómo se construye el orden y se destruye el orden social, allí podía comprobarse. La ciudad, ocupada por fuerzas suficientes, vivía una calma tensa. Mis reuniones con autoridades y fuerzas sociales; mis dramáticas visitas a los heridos más graves; los diálogos con familias venidas de la España agrícola del interior; las declaraciones que hube de realizar, son parte de los momentos importantes de una vida política en tiempos de crisis. Solo en aquellas horas pude medir la verdadera profundidad del sacrificio que me había impuesto al servicio de España”.

 

“Lo cierto es que, aunque el lunes, 8, en medio de una huelga general del País Vasco, aún había de producirse un muerto en Vizcaya, Vitoria marcó  el punto más alto de la marea de la presión intentada por la izquierda en la calle, que a partir del 1 de mayo iba a reducirse a algo parecido a la normalidad”.

 

 

 

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