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Mikel Azurmendi
Sábado, 19 de Marzo de 2016 Tiempo de lectura:
El porqué de tan limitada deslegitimación de ETA por parte de sus antiguos alumnos

Los antiguos miembros de ETA y su exiguo papel en la deslegitimación del terrorismo (2º Parte)

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El motivo por el que hasta los más compungidos ex etarras no llegan a tomar conciencia clara de los vastos estragos cívicos y sociales de sus actos estriba en que no se trata de plantearse una cuestión política añadida a su arrepentimiento. Todos ellos se siguen considerando abertzales y consideran que nadie debe pedirles un cuestionamiento de sus ideas abertzales. “Estamos en democracia, ¿no?, pues que se nos respeten nuestro derecho a pensar libremente y a manifestar ese pensamiento”, vienen a decir todos ellos.

 

Pero no se trata de exigirles cuentas políticas sino de que deban replantearse más a fondo la cuestión de la culpa moral. Porque la compunción moral de los ex terroristas arrepentidos sólo llega hasta ese umbral del daño que causaron a otros: NO SE APERCIBEN DEL INMENSO DAÑO QUE SE HAN HECHO ELLOS A SÍ MISMOS.

 

Ninguno de ellos ha cobrado conciencia de que sus actos terroristas han vuelto indigna su existencia: pues no solamente sus actos arrasaron los derechos humanos (de los otros) sino que se despojaron de derechos a sí mismos entregándoselos a una organización de terror cívico, quedando convertidos en despojos humanos, sin dignidad alguna, sin libertad, sin voluntad para emprender metas propias, como muñecos, títeres o peones del Hermano Mayor. Alguno de los últimos arrepentidos han reclamado para sí su condición de persona, pero ¿es así?, ¿qué consecuencias tiene ser un gran asesino de una gran organización del terror?, ¿cuál es la condición para que el terrorista recobre la dignidad del ser humano?

 

La fuente de los derechos humanos no es una misteriosa norma que le cuelgue al niño al nacer a manera de escapulario, ni tampoco un DNI que lleve consigo impresa el alma humana o la Razón universal, ni es un antiguo código divino inscrito en la costilla de Adán pero no descifrado hasta el s.XX. Nada de eso. El hecho fundante y origen de los derechos humanos es que nuestra imaginación moral ha barruntado –tardíamente, es verdad, en 1948 precisamente, tras las masacres y holocaustos de la II Guerra mundial, en el Congreso de Chicago de 1948– que el mundo sólo gana y mejora merced a la acción de los humanos y que eso que acrece en el mundo con la mejora que le impregnamos los humanos, eso es la dignidad de ser persona. Y, en cambio, lo que arruina y empeora al mundo con la acción malvada, eso hace indigna una existencia humana. En consecuencia, nadie puede echar mano a otro ni usar la existencia de otro para los fines de uno porque, al degradar algo del mundo, uno se degrada él mismo. LA DIGNIDAD DE LA PERSONA ES QUE NO PUEDE SER HUMILLADA, NADIE DEBE IMPEDIRLE HACER LO QUE ELLA ESTIME HACER MIENTRAS NO HAGA DAÑO A NINGÚN OTRO.
 

El ex etarra compungido no ha llegado a ver todavía la inmensa degradación personal de sí mismo al haber él degradado el mundo de su alrededor. Si bien se postra humildemente ante su víctima y le pide perdón, no barrunta que él tiene ante el mundo una cuenta pendiente de indignidad y que debe saldarla para adquirir de nuevo figura de un humano digno. Él debe impetrar con humildad en la red comunitaria, donde ha nacido y crecido, por el estropicio de sus actos que han malogrado lo que se esperaba de él. Debe suplicar ante esa comunidad humana que le ha traído al mundo y le ha educado en una familia amorosa y en una escuela amable y buena. Porque en lugar de aumentar el bien-estar y belleza del mundo, él ha maleado el hábitat y su curso cívico de cosas apostatando de su libertad y racionalidad haciendo decrecer la dignidad de su propia existencia personal. Ésta se le ha vuelto gris, indigna. Es ésa la conciencia que tenían Primo Levi y muchísimos otros supervivientes de los campos de concentración por el mero hecho de haber sobrevivido a expensas de los otros compañeros que allí murieron (5). “Si esto es un hombre”, decía de sí mismo Primo Levi  admitiendo que era un alma llena de esquinas deudoras de miles de gentes que murieron de su parte. “Si esto es un hombre” es lo que debería repetirse a sí mismo todo ex etarra compungido ante el hecho de haber quitado la vida a muchos otros pero quedar él vivo, aparentemente vivo  pero entregada su alma entera al Hermano Mayor, entregada a éste su libertad, su capacidad de pensar entera. ¿Soy yo un hombre, una persona? es lo que todo etarra y ex etarra, incluido el más arrepentido de todos, debería corear.
 

LA LIMITACIÓN MORAL DE NO HABERLO BARRUNTADO LE IMPIDE AL EX ETARRA ARREPENTIDO TOMAR CONCIENCIA DE LA DESTRUCCIÓN DE LA RELACIÓN INTER-PERSONAL CAUSADA POR SUS ACTOS TERRORISTAS.

 

Miope de lo que es el fondo de dignidad humana y la fuente de los derechos humanos, juzga la conexión entre los ciudadanos como “asunto político”, cuando es un asunto pre-político, absolutamente moral. A causa de ello hasta los más grandes arrepentidos no son conscientes de que están contagiados de una grave enfermedad etarra pues prosiguen como ventrílocuos de ETA: al terrorismo ejercido le llaman “lucha armada” sin jamás mentar la palabra “terrorismo”; a entregar las armas le llaman “proceso de paz”; a su violencia ejercida la consideran otra parte de la violencia general y hasta la equiparan con la violencia del Estado (6). Los arrepentidos enmudecen, como amnésicos, ante la devastación durante cincuenta años producida por terroríficos hechos -no únicamente asesinatos, secuestros, amenazas, robo y chantajes de personas- sino hechos que han fracturado la sociedad vasca escindiéndola y envileciéndola (7).

 

Creo que es esta limitación moral lo que les impide contrarrestar la falsificación de “la memoria distorsionada” que sólo unos pocos, como Carmen Guisasola, sí han intuído que es el arma de ETA para proseguir “manteniendo la imagen coherente” de siempre: la imagen memoriosa de que su lucha era política y en defensa de los vascos. De ahí que esos arrepentidos todavía prosigan con la misma arquitectura mental que les configuró su militancia en ETA: para ellos Euskadi sigue siendo Euskalherria (una y euskaldún), Navarra sigue perteneciendo a “la parte sur de Euskalherria”, y al asunto vasco de sus actos violentos lo siguen llamando “el conflicto” (8). Profundizar hasta lo hondo en la conciencia de culpa moral implicaría, seguramente, llegar hasta ese fondo de ideas que le impulsó a uno a convertirse en un peón de la organización terrorista, un voluntariamente sometido a lo que le ordenen a uno. Y eso no es una cuestión política sino moral, una cuestión esencial para que un arrepentido pueda colaborar con el proceso de reconciliación de los vascos.

 

Para que alguna vez se reconcilie la sociedad vasca, el mundo mental de los etarras, su relación con el mundo (sentimientos e ideas) deberá transformarse radicalmente. Tan radicalmente cuanto radicalizaron la persuasión de ser ellos los únicos vascos puros y quienes podían disponer de la vida de otros vascos sucios y traidores. Deberán, pues, poner en entredicho el ideario que constituía su mundo de privilegiados puros por el que practicaban la limpieza social.

 

Esto no es una exigencia política, no. Esto es una simple reciprocidad moral con el mundo coterráneo en el que deben ser considerados como personas.
 

Si esto es así, me atrevería a asegurar que EL ARREPENTIMIENTO Y PETICIÓN DE PERDÓN TODAVÍA NO HAN PRODUCIDO DE POR SÍ UN DESEO DE CLARIFICAR EL SUSTRATO DE LOS MÓVILES (SENTIMIENTOS E IDEAS) QUE A UN EX ETARRA LE EMPUJARON A ASESINAR Y EJERCER EL TERROR.

 

De manera que la impostergable interrogante es si uno puede arrepentirse de haber asesinado sin condenar las causas y motivos por qué lo hizo. Si se produjera alguna vez que el arrepentido se preguntase por las motivaciones que le impulsaron a ejercer el terror, vería que él es un producto de ETA y que esta organización es un singular producto histórico:

 

1º de una absoluta falta de compasión humana, de una ética impía y sin otro principio que usar al otro para lograr el máximo resultado para sí (el fin justifica los medios). Ética utilitarista camuflada bajo el axioma ficticio de los derechos colectivos de la nación

 

2º de una ideología que ha narrado falsamente la historia vasca para construir una patria sin referencia empírica alguna que configura al español como enemigo de esa patria. Lo cual inyecta en el militante penetrantes estados anímicos de odio y motivaciones para asesinar a ese enemigo

 

3º de una voluntad de poder tan inconmensurable que se cree autorizada a matar para imponer una lengua, supuestamente madre, para todos los hablantes cuando apenas llega a constituir la del 25% de la población
 

A mi modo de ver las cosas, será imposible la reconciliación de los vascos sin que estos tres ejes de inflexión autocrítica en los actos nada cívicos del ex militante etarra los asuma el conjunto de los nacionalistas radicales que han usado el terror, o se han servido de su prestigio para inyectar violencia ideológica en barrios y aldeas, o se han beneficiado partidistamente de ello hasta normalizar desde las instituciones la actual “norma” (horma) de  ser vasco.

 

Próximo Capitulo: La ex-militancia de ETA, una miscelánea de los antiguos alumnos

 


NOTAS

 

(5).  Es un hecho que casi todos esos supervivientes tenían conciencia de que sobrevivir más de tres meses en un Lager únicamente le era posible a uno merced a argucias o estratagemas por las que otros compañeros debían padecer, y hasta perecer. Primo Levi decía que de los primeros ciento cincuenta mil judíos internados en su campo, “apenas sobrevivían unos pocos centenares en 1944: ninguno de éstos era un vulgar prisionero que vegetase en los Komando vulgares y recibiese la ración normal. Quedaban solamente los médicos, los sastres, los zapateros remendones, los músicos, los cocineros, los jóvenes homosexuales atractivos, los amigos y paisanos de alguna autoridad del campo; además de los individuos particularmente crueles, vigorosos e inhumanos instalados (por los SS) en los cargos de Kapo, de Blockältester u otros; y, en fin, los que... siempre habían logrado organizarse con éxito gracias a su astucia y energía (...) Sucumbir es lo más sencillo: basta cumplir las órdenes que se reciben, no comer más que la ración, atenerse a la disciplina del trabajo y del campo. La experiencia ha demostrado que, de este modo, sólo excepcionalmente se puede durar más de tres meses” (Si esto es un hombre, 1958, pg.95-96). Para durar más de tres meses, uno tenía que consentir con todo y mirar hacia otro lado, tenía que escaquearse a expensas de cayera un tercero, tenía que trapichear como fuere para pasar desapercibido. Eso en el caso del más honrado de los supervivientes. Uno se volvía superviviente duradero a cuenta del musulmán, del hundido, de quien se abandonaba del todo por no poner de su parte una artera defensa, marrulleras artes y tortuosos procedimientos para enchufarse. La supervivencia sin fraternidad exigía al prisionero “aguzar el ingenio a favor de uno mismo, ejercitar la paciencia y la voluntad, acallar la dignidad, no apiadarse del vecino, apagar la luz de la conciencia, salir al campo como brutos contra otros brutos”  (SEH, pg.98). En Los hundidos y los salvados (pg.105) Primo Levi esboza otros cuantos perfiles más, tales como: no avergonzarse de estar vivo en lugar de otro, haber golpeado a alguien cuando se tenían fuerzas para ello, haber aceptado algún cargo, haber quitado el pan a alguien. Son rasgos que muestran que uno “ha suplantado a su prójimo y está viviendo la vida de ese prójimo”. Para Primo Levi la imagen de un no-hombre, de una existencia gris era “Un hombre demacrado, con la cabeza inclinada y las espaldas encorvadas, en cuya cara y en cuyos ojos no se puede leer ni una huella de pensamiento”(SEH, pg.96).

 

Estos testimonios de Primo Levi fueron corroborados plenamente por su compañero de barracón, Jean Améry, en su libro Más allá de la culpa y la expiación (pre-Textos, 2001:53-54).

 

(6).  “Sé bien que la violencia padecida en Euskal Herria en las últimas décadas no es únicamente la de ETA” decía el arrepentido I.Etxezarreta, pero también Txelis en su documento insinuaba esa ambigüedad de erradicar “definitivamente todo tipo de violencia, especialmente la violencia de intencionalidad política (Setién) sea cual fuere su signo y origen”. Al subrayar Chelis que está contra “todo tipo de violencia” y “sea cual fuere su signo y origen” le preguntaba yo  si no situaba su discurso en el lenguaje de los terroristas más que en el de sus víctimas: <<¿Cree Chelis que ha sido injusto el Estado democrático reteniéndole a él en prisión? ¿Cree Chelis que cuando los agentes de seguridad del Estado han repelido una agresión de los terroristas con violencia, incluso con muerte del terrorista, obraron injustamente? ¿No se engaña Chelis al creer que su discurso va “más allá de los discursos políticos de distinto signo… y trata(r) de situar esta reflexión en un ámbito ante todo ético y, si se quiere, metapolítico”? ¿Por qué ese miedo moral a llamar a las cosas por su nombre?>>

 

(7).  Daré unos someros ejemplos: imposibilitaron la existencia de partidos políticos democráticos -acabando con UCD y lastrando gravemente la del PP y PSOE-; implantaron la existencia de agrupaciones y partidos no democráticos y para-fascistas que, en plena instauración de la democracia, hicieron de la ciudadanía una masa amorfa y plegada a sus intereses; implantaron con violencia la ley del silencio cautivo de la ciudadanía y el imperio del nacionalismo étnico como cultura política, única y obligatoria; desterraron del país a un gran número de ciudadanos que no podían transigir con una ausencia de libertad personal y en la educación de sus hijos

 

(8).  Véase la larga entrevista de los presos de Nanclares, en Argia 28.01.2011

 

 

 

 

 

 

 

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