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Juan López Benito
Lunes, 09 de Enero de 2017 Tiempo de lectura:

El triunfo de la distensión. Cuba 1908

El supuesto y controvertido deshielo protagonizado entre Cuba y Estados Unidos cumple en estos días dos años. A este hecho habría que sumar la nueva era de relaciones diplomáticas abiertas entre la Unión Europea y la isla caribeña. Más allá de las expectativas generadas, en mi caso nulas, esta circunstancia me ha evocado un histórico suceso producido en 1908 y que tuvo como protagonistas a la patria cubana y al pueblo español.


Hablamos del arribo a la isla caribeña del primer buque de la Armada española tras el Tratado de París de 1898, un amistoso gesto que pretendía conciliar a ambas naciones tras años turbulentos.


El navío escogido para la ocasión fue la fragata Nautilus, una embarcación que había realizado importantes misiones en nombre del pabellón español, como la hazaña de circunnavegar el globo a vela al mando del entonces Capitán de Fragata Fernando Villaamil, con motivo de los fastos del IV Centenario del Descubrimiento de América.


La travesía a Cuba fue un acontecimiento muy emotivo para ambos países. En Cuba se multiplicaron los homenajes, banquetes, bailes y obsequios para la gozosa tripulación de la nave. La ciudad de La Habana se engalanó para la ocasión, con la instalación de iluminaciones, arcos del triunfo, enseñas y diversos ornamentos que inundaron las vías públicas.

 

En la publicación española “Nuevo Mundo” se relatará lo siguiente: “La llegada de nuestra corbeta dio lugar en la Habana a una explosión de sentimiento patriótico por parte de la numerosísima colonia española, y a una imponente manifestación de simpatía hacia España por parte del pueblo cubano. La recepción que la ciudad hizo a nuestros marinos fue espléndida (…) Esta explosión solemne de fraternidad, entre dos pueblos, a raíz de su separación mediante una larga y encarnizada lucha, es un altísimo y hermoso ejemplo del espíritu de la civilización moderna; y quizá sea este el único caso de la Historia en que tan pronto hayan sucedido a las luchas fratricidas, tantas manifestaciones de mutuo cariño”.

Pero, ¿qué manifestaron los más influyentes políticos cubanos?, ¿exhibieron el mismo entusiasmo que el resto de la sociedad civil? Indudablemente así fue: Enrique José Valera, del Partido Conservador, registró este acontecimiento como “una expresión de las ideas modernas de fraternidad y de progreso”.


José María Gómez del P. Liberal Histórico declaró: “Bienvenidos sean a las playas cubanas los jóvenes guardias marinas del Nautilus, herederos dignísimos de aquellos legendarios valientes, que con un gran heroísmo sin ejemplo y una abnegación sin límites, ofrendaron sus vidas por la Patria en Lepanto, Trafalgar, Santiago o Cavite”. Y a continuación lamentaba “que los españoles no hayan podido, a su llegada, encontrar la bandera cubana flotando libre de toda intervención extranjera”.


Alfonso Zayas del P. Liberal quiso remarcar que: “Cuba en sus ansias de independencia, nunca renegó de sus progenitores y hoy late en ella vivísimo, el sentimiento de raza y de continuidad de carácter, de idioma y de tradición”.
 

Hermosas y emotivas palabras que cierran este artículo que ha querido tributar un pequeño homenaje a aquella histórica delegación.
 

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