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Ernesto Ladrón de Guevara
Miércoles, 26 de Abril de 2017 Tiempo de lectura:

Sobre la izquierda devorando las bases de la sociedad occidental

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Criticamos a los nacionalistas, pero la izquierda es tan culpable como éstos en la destrucción de España.


Hay una triple ingeniería social.

 

Por una parte, tenemos a la vista del que quiera verlo una ideología de género desaforada que llega al límite del ridículo en algunas ocasiones. Nadie duda de la esencial igualdad del ser humano, independientemente de cualquier condición personal y social. Nadie duda de que hay que seguir trabajando para la esencial igualdad de la mujer con el hombre en aquello que sea equiparable, por ejemplo, en las condiciones de vida y trabajo. Pero la maternidad es insustituible. Ningún hombre puede cumplir el papel de la madre. El hombre debe coadyuvar a la crianza y la educación de la prole, con responsabilidad en su función de padre y compartiendo el cuidado de los niños, pero la familia debe estar estructurada y dividida en función de roles. Padre y madre nunca podrán ser iguales, porque biológicamente son distintos. Parece una evidencia, pero en este mundo de subversión de valores parece que no lo es. Decir lo contrario es respetable, otra cosa es que sea sensato y bueno para que la familia esté bien organizada. Ni el padre debe hacer “mutis por el foro” en su función de padre ni la madre ha de abandonar su función de madre que no es la misma que la del padre porque no lo ha sido nunca en la filogénesis de la especie.


Por otra parte, una ideología que trata de homologar el matrimonio de personas del mismo sexo con el heterosexual.  No entiendo por qué la unión de personas del mismo sexo debe llamarse matrimonio cuando en la antigua Roma de la que procede el Derecho Romano que tiene sus fuentes en el Derecho Natural se llamaba matrimonio a la unión de un hombre con una mujer, cuyo fin es la reproducción, sin perjuicio de la satisfacción sexual. Es una perfecta estupidez llamar a esta idea milenaria pensamiento retrógado, cuando ha existido así siempre. Y en aquella Roma había una homosexualidad absolutamente consentida y normalizada. Pero una cosa es la homosexualidad y sus derechos y otra el matrimonio.


En ambas versiones de ideología “progre” existe un planteamiento de ingeniería social cuyo objeto último es atacar la idea de la familia como fin último y cambiar el orden de valores en los que se ha estructurado la sociedad occidental desde siempre, hasta la llegada del materialismo histórico de Friedich Engels (El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado). La familia en las sociedades occidentales es el elemento sustancial para vertebrar la sociedad. Cambiar ese orden de valores es destruirla y sustituirla por el Estado omnipresente. Y eso ya lo inventó Lenin, y está totalmente superado por la historia, por la aberración del Estado soviético y la destrucción del humanismo que ponía a la persona como valor esencial a proteger.  En este caso esa subversión lleva a que los derechos del niño queden supeditados y postergados al ideal colectivista. Eso no es progresismo. Es profundamente regresivo.


La tercera cuestión, en la que coinciden básicamente los nacionalistas, la izquierda, y últimamente una derecha timorata, es la destrucción de la unidad nacional, la desvertebración territorial y la volatilización de los puentes que unen a los diferentes territorios de España, poniendo la diferencia por encima de la coincidencia cultural, y las realidades históricas.  En este planteamiento de fondo las lenguas regionales tienen una vital importancia para el mundo del nacionalismo y de la izquierda, como planteamiento de imposición, no de libertad en su uso. Y para ello el objetivo es dañar la lengua común, el español o castellano, erradicándola del espacio escolar y cultural y coaccionando para que quede relegada del uso social. Eliminando el vínculo lingüístico y primando las lenguas regionales se modifica la percepción del mundo y las cosas, y se elaboran marcos cognitivos que rompen la cultura común empobreciendo a las colectividades y sumiéndolas en un microcosmos  rústico limitativo a lo próximo, a lo concreto, infantilizando a nuestras sociedades.


El enigma que requiere una respuesta científica alejada de las apreciaciones frívolas y simples es cuál es la razón que lleva a la izquierda, cuanto más radical más exasperadamente desvertebradora, a esas posiciones. La respuesta no es fácil.  Me gustaría conocer la opinión de mis lectores al respecto.

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