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La Tribuna del País Vasco
Miércoles, 25 de Diciembre de 2019 Tiempo de lectura:

Navidad: La gran festividad de la civilización occidental

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"Felices fiestas de invierno", "Feliz solsticio de invierno" o "Felices fiestas" son expresiones vacuas que están utilizando la izquierda política y las instituciones sumisas al totalitaritarismo políticamente correcto, simplemente, para ocultar la palabra "Navidad" y todo lo que ella conlleva. 

 

El odio público a la Navidad, que año tras año se expresa cada vez con más fuerza siempre desde idénticos espacios ideológicos, es algo más que una pose intelectual o que un aspaviento cultural que trata de llamar la atención con una burda transgresión de nuestras tradiciones más sólidas. Hoy, la violenta hostilidad a las fechas navideñas se impulsa en España y en el resto de la Unión Europea desde la izquierda política y desde ámbitos pretendidamente “progresistas” que han comprendido que la Navidad representa, mejor que ningún que otro símbolo colectivo, todo lo que ellos aborrecen con más virulencia: el cristianismo como uno de los pilares fundamentales de nuestras sociedades; la familia natural como base esencial sobre la que se construye nuestro sistema de convivencia; la tradición europea más ancestral como germen de la gran civilización occidental; el capitalismo y el liberalismo clásicos, a pesar de todo, como grandes fuerzas motoras del avance del progreso y del bienestar; y los derechos individuales como sólido armazón sin el que no podría existir absolutamente nada de lo que tenemos a nuestro alrededor.

 

La Navidad, cuyos orígenes más remotos hay que buscarlos en las fiestas paganas que los primeros pobladores europeos celebraban para recibir al solsticio de invierno y que griegos y romanos convirtieron posteriormente en fechas claves en su calendario, es, sin lugar a dudas, la única gran celebración que la civilización occidental tiene en común y, por ello, se ha convertido en el gran enemigo a batir por quienes tienen como único objetivo acabar con nuestros valores. Por eso, fundamentalmente, en esta misión ominosa se han unido socialistas, comunistas y radicales antisistema que han encontrado el apoyo más entusiasta, como no podía ser de otro modo, del islamismo político que, junto con sus corifeos, asuela Occidente tratando de arrasar nuestro sistema de libertades y los principios más elementales de nuestra forma de vida: la tolerancia ideológica, el libre albedrío personal, la democracia como fórmula de participación política, la solidaridad entre individuos, el aliento de la cultura clásica y la convivencia civilizada entre diferentes.

 

Izquierdistas, islamistas y radicales antisistema, en comandita, dicen que odian la Navidad, pero lo que de verdad están diciendo es que odian a la familia tradicional alrededor de una mesa, que odian nuestro legado judeocristiano y grecolatino, que odian nuestras tradiciones inmemoriables, que odian nuestra cultura y nuestras costumbres y que, en definitiva, odian el esfuerzo, la meritocracia, el trabajo duro y el esfuerzo titánico que, a pesar de todo, han convertido a la cultura europea y la civilización occidental en la más refinada de las conquistas humanas.

 

En La Tribuna del País Vasco amamos la Navidad. Nos gustan los nacimientos, los villancicos repetidos hasta la saciedad, los neones incansables adornando las principales avenidas de nuestras capitales, la Misa del Gallo, el Concierto de Año Nuevo de Viena, los abetos engalanados coronando las plazas de nuestros pueblos, los entrañables mercadillos de Europa central, el consumo sentimental, los nacimientos en los que el niño Jesús brilla con un esplendor misterioso, las familias reunidas en la cena de Nochebuena, la gente cargada de regalos paseando en libertad y la mirada embelesada de los niños viendo a los Reyes Magos pasar. Pero, sobre todo, adoramos la Navidad porque de una forma mística y misteriosa representa mucho mejor que ningún otro símbolo colectivo lo mejor de nuestro pasado, el estado de nuestro presente y, sobre todo, todo aquello que tenemos que proteger, por encima de todo, para el futuro de nuestros hijos.

 

Feliz Navidad

 

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