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Pablo Mosquera
Sábado, 13 de Enero de 2018 Tiempo de lectura:

Pacto de Ajuria Enea: Aquel pacto transversal para la paz

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Enero de 1988. Tras la crisis interna del PNV ya nada sería igual. Garaicoechea y Arzalluz midieron sus fuerzas y rompieron el monolito. Todavía hoy, treinta años más tarde, resulta imposible señalar cuánto hubo de pelea entre gallos o diferencias para diseñar el futuro de Euskal Herría. Pero la llegada de Ardanza posibilitó el primer pacto transversal entre formaciones políticas -derecha e izquierda, nacionalismo y constitucionalismo- para construir la paz y normalidad, en un lugar de España dónde siempre mataban los mismos y siempre morían los mismos...


Del pacto que se reunía en la casa de los Ajuria del paseo de la Senda en Vitoria, salieron múltiples acuerdos, algunos de corto recorrido, otros que lideraron la sustitución de la subcultura de la violencia con fines políticos, por un espacio para la democracia fundamentada en el respeto a los derechos humanos, y condenando la metodología violenta del nacionalismo radical, que había hecho el  recorrido histórico, desde el carlismo al PNV,  hasta las diferentes ETApm y ETAm. Y así, aquellas reuniones de partidos con representación en el Parlamento de Vitoria, permitió movilizar las conciencias ciudadanas hasta llegar a la explosión del verano de 1997 cuando nace el "espíritu de Ermua" tras el asesinato de un concejal del PP.


A veces cierro los ojos y casi me veo en la cabecera de tantas y tantas manifestaciones de condena, formando parte de aquel grupo de dirigentes que compartíamos terminar con el terrorismo. En verdad contribuimos a ello, pero ahora a tiempo pasado descubro que aquel PNV lo que pretendía era cambiar paz por autodeterminación.


No lo consiguieron, por dos hechos que hoy se pueden analizar. ETA dejó de obedecerles. La comunidad internacional, tras la irrupción del terrorismo islámico, decidió dar la batalla a todos los grupos terroristas de Oriente y Occidente. A partir de esos momentos, ETA se encontró aislada, sin ayudas interesadas en desestabilizar una península situada entre Europa y África. En medio, pueden añadirse otros considerandos, como la paulatina concienciación ciudadana frente a ETA y su mundo, o la propia capacidad de una parte del nacionalismo para involucrarse de verdad, en la lucha integral contra ETA, y así la participación de la policía autónoma vasca, comandada por Atucha, también contribuyó al cerco del denominado MLNV.


Es posible que algún día sepamos cuáles eran las raíces comunes entre determinados miembros del PNV o de EA con HB y ETA. Yo les recomiendo la lectura de un libro casi desaparecido. "El Jesuita" de Pepe Rey. Aquel gallego, máximo responsable de las páginas para la investigación de EGIN o GARA, sabía mucho, y lo contó, lo mismo que también contó en qué consistía el GAL que operaba desde Guipúzcoa y que le costó la vida -supo demasiado y así se puede comprobar en el denominado informe Navajas- a mi amigo Goyo Ordoñez.    

   
Hoy, Euskadi es una comunidad próspera. ETA, una sombra del pasado. El PNV, un partido que gobierna las instituciones vascas y que pacta con el PP. Su objetivo máximo es no perder los famosos Derechos Históricos procedentes de la foralidad. Observados como vestigios a eliminar por las instancias de la UE. Señalados como privilegios por las nuevas generaciones de políticos españoles. Núcleo fundamental de la capacidad económica de un territorio norteño con algo más de dos millones de habitantes, dónde hay abundancia de recursos económicos, pero debemos reconocer que a diferencia de otras comunidades, tienen buenos gestores para las competencias de su Estatuto.


Tras el Pacto de Ajuria Enea, la generación Arzalluz cometió un grave error. Creyeron que al espíritu de Ermua se le tapaba con el Pacto de Lizarra. Aquella velada amenaza sobrevolando en las reuniones de Ajuria Enea, dónde la salida alternativa era la unidad de todo el nacionalismo, incluyendo a los "hijos descarriados" de HB, tuvo, en Ibarreche, a un gestor con signos de levitación, que no podían terminar bien, más allá de los sueños que un día describió aquel iluminado Sabino Arana.


La alternativa al Pacto de Ajuruia Enea, entre los constitucionalistas, fue el acuerdo para un Gobierno Foral de Álava -1999- que mostró como la solución política para dar carpetazo a la construcción nacional era, la unidad de los demócratas sin los nacionalistas que ya estaban en Lizarra. Y así nació el primer gran pacto. PP-PSE-UA, que impulsó una sociedad en la que el PNV fue perdiendo autoridad moral y terminó por sustituir a sus viejos dirigentes -algunos tuvieron connotaciones con la CIA- por la generación de Imaz y Urkullu.


Hoy, con el paso de los años, quedan aquellas fotos de primera plana en todos los periódicos nacionales y vascos, cada vez que se reunía el Pacto de Ajuria Enea. Tuve el honor de formar parte del mismo desde 1990 hasta su desaparición.


La casa de los Ajuria se convirtió en un lugar acogedor. Pude conocer en el corto espacio de la intimidad a personajes que formamos parte de la historia. Ardanza; Arzalluz, Garaicoechea; Madrazo; Mayor Oreja; Iturgaiz; Aulestia; Redondo; Jáuregui; Bandrés; Oliveri. De todos ellos, me quedo con Jáuregui y Ardanza.


Desde aquel lugar cercano a mi casa y al Parlamento vasco, tratamos de enfrentarnos en el terreno de la ideología a una revolución que empobrecía al país de los vascos, y sembraba el terror entre la sociedad que llegó a sufrir uno de los episodios más crueles de un conflicto fratricida, cuando el franquismo ya había desaparecido, Euskadi disfrutaba de la máxima autonomía y un territorio pequeño, tenía hasta cuatro gobiernos y otros tantos parlamentos.


Al menos, de los que formamos parte del Pacto por la Pacificación y Normalización, no hubo que lamentar muertes, aunque ETA lo llegara a intentar en repetidas ocasiones.    
 

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