Méndez de Vigo, "devoto de Kipling"
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Los políticos, cuyas palabras, discursos, frases, insolencias, estupideces, barbaridades, tenemos que aguantar en mayor o menor grado a menos que uno escape a una isla desierta, nos dejan cada día sus “perlas” lingüísticas, su virginidad filosófica, su estulticia. Mucho se ha hablado recientemente de las “portavozas” y de la persistencia – disfrazada de una baratísima filosofía- en ese error por parte de personajes que, salvo milagro mariano, ya no tienen solución.
Pero esta semana me he quedado como estatua de piedra con el ministro Méndez de Vigo. Hace tres semanas, en la rueda de prensa de los viernes, el Portavoz del Gobierno y heraldo español de esa extraña realidad que todos llaman “cultura”, me sorprendía aludiendo a un poema de Rudyard Kipling llamado “Si…” “If…” No está mal que un político, y más si es Ministro de Cultura, cite, mencione de vez en cuando a un literato; es más, está muy bien. El caso es que la siguiente semana el heraldo de la cultura, volvía a responder a la pregunta de una periodista del siguiente modo: “Yo no sé si usted conoce un poema de Kipling llamado 'Si'. Le invito a que lo lea. De manera que responder a suposiciones condicionales: si…si…si…, es hablar por hablar…”.
Cuando escuché por segunda vez la mención al mismo poema, ya comenzó a quedárseme un mal sabor de boca, y comenzaba a sentir una vergüenza ajena, vergüenza que sólo el ministro parecía no sentir. No se le ocurrió mencionar a otro literato, ni siquiera otra obra del mismo literato, sino la misma y con las mismas palabras que iban dejando un tufillo a ignorancia. Pero cuando ya me entraron retortijones de estómago fue cuando al siguiente viernes -tercer viernes consecutivo ya- el defensor de la cultura vuelve a decir. “Ya saben ustedes que yo soy un devoto de Kipling y no se puede estar especulando como en su poema 'Si'".
He exagerado respecto a los retortijones de estómago, pues creo que al escuchar por tercera vez lo mismo, me quedé como estatua de piedra, boquiabierto, sin poder dar crédito a lo que oía. Un enrojecimiento, fruto de la vergüenza ajena que sentía hacia aquel hombre, me hizo ver que yo seguía siendo hombre y no piedra. De verdad que yo no había visto ni a un loro repetirse tanto. Yo me pregunto si Méndez de Vigo no tiene memoria, o es que no tiene más arsenal literario o sencillamente tiene una cara que se la pisa. Por favor, señor ministro, ¿podría usted cambiar de cita en la próxima rueda de prensa? Como Ministro de Cultura español estaría bien que citara de vez en cuando a un clásico nuestro, por ejemplo, se me antoja recomendarle a Baltasar Gracián, quien decía algo más o menos así: “el que tiene mérito no es tanto el que sabe, sino el que aparenta que sabe sin saber nada”. Le pido pues, señor de Vigo, que aumente sus méritos y aparente mejor.
Ese tercer día, para mí tan revelador de la ignorancia del heraldo como revelador fue el tercer día tras la muerte de Cristo para la Magdalena, lo completó el señor ministro de esta forma: “Como yo sé que a ustedes les gusta la cultura, déjenme ahora recomendar eventos culturales para este fin de semana”, pasando a continuación el heraldo a mencionar los eventos más diversos y hasta contradictorios entre sí –como suele hacer cada viernes al final de su rueda de prensa-; eventos que en su ignorancia revestida de boato campechano incluía en eso que no dudaba en llamar “cultura”.
Ya sabemos por Gustavo Bueno que la cultura, entendida como la entiende el ministro y como se ha extendido en nuestra sociedad es uno de los mitos actuales más tenebrosos, más nefastos. Y cuando de Vigo terminó su rueda de prensa invitando a los ignorantes españoles a que leamos, “y lean, lean ustedes que eso siempre viene bien”, -dijo- me recordó a una profesora de literatura que expresó abiertamente en un claustro lo bueno que sería que los alumnos lean más, aunque sea una revista del corazón (revistas que la profesora leía con deleite en la sala de profesores).
La “cultura” no es una realidad sino un mito, tan asentado, incrustado, tan asumido por todos que resultaría imposible convencerle al señor ministro de que él forma parte de un mito, igual que sus consejeros, igual que las subvenciones. Convencerse de que el mito de la caverna de Platón es una realidad y la realidad de su ministerio un mito nefasto, terrible, es algo a lo que este ministro-fachada debe ponerse manos a la obra. Y es que no existe la “cultura”, sino infinidad de culturas. Así, pues, este ministro ¿de qué cultura es ministro? La cultura islámica es no sólo distinta, sino en muchos aspectos contradictoria a la cultura cristiana, y la cultura cristiana española, a su vez, bien distinta a la cultura cristiana danesa. Y si un ministro de cultura defiende, por ejemplo una cultura islámica, ¿no traiciona a la cultura cristiana, convirtiéndose por ello no ministro sino enemigo principal de nuestra cultura?
Por otro lado, haciendo una concesión al idealismo alemán (no del gusto de Gustavo Bueno), la cultura es lo contrario a la naturaleza, y por tanto es aquello que hace el hombre. El Quijote es cultura, y también un Kalasnikov es cultura, y un televisor, y un campo de regadío, y una alcantarilla. Podríamos salvar la dificultad considerando la idea moderna de cultura como aquello que tiene que ver con el espíritu, al modo protoalemán –los alemanes fueron en el fondo los que inventaron esa idea prístina de cultura tal y como se entiende hoy, es decir, fueron los creadores del mito-, pero entonces cabría preguntar ¿es cultura el 80% del arte vacío que subvenciona hoy el mismo Ministerio de Cultura? ¿Es eso espíritu? ¿No es más bien una carga de dinamita contra el espíritu? ¿Es culto quien lee por el mero hecho de leer sin importar lo que se lee? ¿Es igual leer a un barato novelista actual que a Dostoievski?
Por todo ello, señor ministro le pido que precise un poco mejor lo que hemos de leer los borregos de su rebaño. Si me permite usted yo le seré preciso y le invito a que lea la obra “El mito de la cultura”, de Gustavo Bueno. Ahí se dará cuenta que “la cultura”, tal como usted la emplea es un término casi tan moderno, aunque no tan soez ni ridículo como el de “portavoza”, un término decimonónico, metafísico, metamérico, falaz, un nefasto mito actual. Y ya que usted también nos invitaba en su última rueda de prensa a disfrutar de los carnavales, algo que también usted incluía en eso que entiende por “cultura”, permítame cerrar estas líneas homenajeando a Cádiz y a su carnaval para decirle…. “er que tiene que leéh ereh tú pischa”.
Los políticos, cuyas palabras, discursos, frases, insolencias, estupideces, barbaridades, tenemos que aguantar en mayor o menor grado a menos que uno escape a una isla desierta, nos dejan cada día sus “perlas” lingüísticas, su virginidad filosófica, su estulticia. Mucho se ha hablado recientemente de las “portavozas” y de la persistencia – disfrazada de una baratísima filosofía- en ese error por parte de personajes que, salvo milagro mariano, ya no tienen solución.
Pero esta semana me he quedado como estatua de piedra con el ministro Méndez de Vigo. Hace tres semanas, en la rueda de prensa de los viernes, el Portavoz del Gobierno y heraldo español de esa extraña realidad que todos llaman “cultura”, me sorprendía aludiendo a un poema de Rudyard Kipling llamado “Si…” “If…” No está mal que un político, y más si es Ministro de Cultura, cite, mencione de vez en cuando a un literato; es más, está muy bien. El caso es que la siguiente semana el heraldo de la cultura, volvía a responder a la pregunta de una periodista del siguiente modo: “Yo no sé si usted conoce un poema de Kipling llamado 'Si'. Le invito a que lo lea. De manera que responder a suposiciones condicionales: si…si…si…, es hablar por hablar…”.
Cuando escuché por segunda vez la mención al mismo poema, ya comenzó a quedárseme un mal sabor de boca, y comenzaba a sentir una vergüenza ajena, vergüenza que sólo el ministro parecía no sentir. No se le ocurrió mencionar a otro literato, ni siquiera otra obra del mismo literato, sino la misma y con las mismas palabras que iban dejando un tufillo a ignorancia. Pero cuando ya me entraron retortijones de estómago fue cuando al siguiente viernes -tercer viernes consecutivo ya- el defensor de la cultura vuelve a decir. “Ya saben ustedes que yo soy un devoto de Kipling y no se puede estar especulando como en su poema 'Si'".
He exagerado respecto a los retortijones de estómago, pues creo que al escuchar por tercera vez lo mismo, me quedé como estatua de piedra, boquiabierto, sin poder dar crédito a lo que oía. Un enrojecimiento, fruto de la vergüenza ajena que sentía hacia aquel hombre, me hizo ver que yo seguía siendo hombre y no piedra. De verdad que yo no había visto ni a un loro repetirse tanto. Yo me pregunto si Méndez de Vigo no tiene memoria, o es que no tiene más arsenal literario o sencillamente tiene una cara que se la pisa. Por favor, señor ministro, ¿podría usted cambiar de cita en la próxima rueda de prensa? Como Ministro de Cultura español estaría bien que citara de vez en cuando a un clásico nuestro, por ejemplo, se me antoja recomendarle a Baltasar Gracián, quien decía algo más o menos así: “el que tiene mérito no es tanto el que sabe, sino el que aparenta que sabe sin saber nada”. Le pido pues, señor de Vigo, que aumente sus méritos y aparente mejor.
Ese tercer día, para mí tan revelador de la ignorancia del heraldo como revelador fue el tercer día tras la muerte de Cristo para la Magdalena, lo completó el señor ministro de esta forma: “Como yo sé que a ustedes les gusta la cultura, déjenme ahora recomendar eventos culturales para este fin de semana”, pasando a continuación el heraldo a mencionar los eventos más diversos y hasta contradictorios entre sí –como suele hacer cada viernes al final de su rueda de prensa-; eventos que en su ignorancia revestida de boato campechano incluía en eso que no dudaba en llamar “cultura”.
Ya sabemos por Gustavo Bueno que la cultura, entendida como la entiende el ministro y como se ha extendido en nuestra sociedad es uno de los mitos actuales más tenebrosos, más nefastos. Y cuando de Vigo terminó su rueda de prensa invitando a los ignorantes españoles a que leamos, “y lean, lean ustedes que eso siempre viene bien”, -dijo- me recordó a una profesora de literatura que expresó abiertamente en un claustro lo bueno que sería que los alumnos lean más, aunque sea una revista del corazón (revistas que la profesora leía con deleite en la sala de profesores).
La “cultura” no es una realidad sino un mito, tan asentado, incrustado, tan asumido por todos que resultaría imposible convencerle al señor ministro de que él forma parte de un mito, igual que sus consejeros, igual que las subvenciones. Convencerse de que el mito de la caverna de Platón es una realidad y la realidad de su ministerio un mito nefasto, terrible, es algo a lo que este ministro-fachada debe ponerse manos a la obra. Y es que no existe la “cultura”, sino infinidad de culturas. Así, pues, este ministro ¿de qué cultura es ministro? La cultura islámica es no sólo distinta, sino en muchos aspectos contradictoria a la cultura cristiana, y la cultura cristiana española, a su vez, bien distinta a la cultura cristiana danesa. Y si un ministro de cultura defiende, por ejemplo una cultura islámica, ¿no traiciona a la cultura cristiana, convirtiéndose por ello no ministro sino enemigo principal de nuestra cultura?
Por otro lado, haciendo una concesión al idealismo alemán (no del gusto de Gustavo Bueno), la cultura es lo contrario a la naturaleza, y por tanto es aquello que hace el hombre. El Quijote es cultura, y también un Kalasnikov es cultura, y un televisor, y un campo de regadío, y una alcantarilla. Podríamos salvar la dificultad considerando la idea moderna de cultura como aquello que tiene que ver con el espíritu, al modo protoalemán –los alemanes fueron en el fondo los que inventaron esa idea prístina de cultura tal y como se entiende hoy, es decir, fueron los creadores del mito-, pero entonces cabría preguntar ¿es cultura el 80% del arte vacío que subvenciona hoy el mismo Ministerio de Cultura? ¿Es eso espíritu? ¿No es más bien una carga de dinamita contra el espíritu? ¿Es culto quien lee por el mero hecho de leer sin importar lo que se lee? ¿Es igual leer a un barato novelista actual que a Dostoievski?
Por todo ello, señor ministro le pido que precise un poco mejor lo que hemos de leer los borregos de su rebaño. Si me permite usted yo le seré preciso y le invito a que lea la obra “El mito de la cultura”, de Gustavo Bueno. Ahí se dará cuenta que “la cultura”, tal como usted la emplea es un término casi tan moderno, aunque no tan soez ni ridículo como el de “portavoza”, un término decimonónico, metafísico, metamérico, falaz, un nefasto mito actual. Y ya que usted también nos invitaba en su última rueda de prensa a disfrutar de los carnavales, algo que también usted incluía en eso que entiende por “cultura”, permítame cerrar estas líneas homenajeando a Cádiz y a su carnaval para decirle…. “er que tiene que leéh ereh tú pischa”.