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Enrique Arias Vega
Miércoles, 07 de Marzo de 2018 Tiempo de lectura:

Italia, perversa imagen de Europa

Hay quien recuerda, para justificar la ingobernabilidad de Italia tras las últimas elecciones, que siempre ha sido así y que, pese a todo, siguen sobreviviendo los italianos. El gran periodista Indro Montanelli lo decía hace medio siglo: “Este país funciona mejor cuando ha cesado un Gobierno y todavía no ha entrado el que le sustituye”.


Ya. Pero cada vez es más difícil, porque tras la limpieza de la vieja clase política por los escándalos de la tangentópolis, hace 24 años, los políticos de hoy no le llegan ni a la rabadilla a los anteriores. A partir de entonces llegaron Silvio Berlusconi, Umberto Bossi y otros oportunistas y aprovechados, para acabar con la presencia de Beppe Grillo, Luigi Di Maio, Matteo Salvini,… personas con menos fundamento y convicciones que algunos directivos de fútbol o estrellas de streptease.


El actual fenómeno populista no es exclusivo de Italia, ni siquiera de Europa, pero el viejo continente resulta más afectado que ningún otro, por el descrédito de los políticos, el auge de la demagogia y el empeño en que nos represente gente sin más mérito que su griterío, su capacidad de difamar o sus falsas recetas de curandero.


El embaucamiento de los otrora racionales ciudadanos europeos por los gurús de populismos vocingleros y de salvíficos nacionalismos empezó ya en 2005, cuando diferentes países no quisieron ratificar el proyecto de Constitución común aprobado por el Parlamento de Bruselas.


A partir de entonces, todo han sido desastres, desde el brexit británico hasta las leyes autoritarias y xenófobas de Viktor Orbán en Hungría, pasando por el crecimiento de la extrema derecha en casi toda Europa o el separatismo catalán en España.


Lo que acaba de suceder en Italia no es, pues, una excepción sino la comprobación del exacerbamiento de los antagonismos políticos dentro y fuera de las naciones, de las crecientes dificultades de entendimiento entre los partidos, de la fragmentación de la opinión pública y de la fragilidad de los Gobiernos. Si no aprovechamos en España para sacar alguna lección al respecto, ya sabemos la inestabilidad que nos viene encima.
 

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