Democracia sin demócratas
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"Es imposible construir una democracia sin demócratas" aseguraba mi difunto padre asesinado por ETA el jueves uno de junio de 1986, día del Corpus Christi, festividad cristiana que sus asesinos ignoraban.
Los medios de comunicación del cuatro de mayo de 2018 insisten en el "lavado de cara" de los encapuchados y del final de un "conflicto".
No se puede estar más equivocado en ese análisis que ignora que ETA es el centro del nacionalismo vasco creado en el odio y para el odio a España por el inventor de la ideología nazi y xenófoba del Partido Nacionalista Vasco.
El pretendido blanqueo es el de la xenofobia fascista de Sabino Arana y que para que se sentaran las bases de una convivencia pacífica tendría su partido, el PNV, que renunciar a su persona e ideología.
Cuando ETA ha matado a un guardia civil, un policía, un político o un empresario ha sido por odio a España, odio que no ha desaparecido, y mientras no desaparezca y se construya la historia bajo la verdad, la convivencia no será posible.
Asesinatos planificados en frío. Colaboradores y cómplices, vecinos y conocidos de la víctima. Individuos que realizaban seguimientos indicando los recorridos. Comité de ETA donde se elegían las dianas. En torno a esa mesa que decidía quién era la persona que reportaría o más dinero o mayor repercusión social se sentaban cual hermanitas de la caridad los oteguis, terneras o ambotos sin remordimiento alguno. Gente que ahora se presenta en primera línea de la paz para reclamar sus méritos en pro del pueblo vasco. Y muchos ciudadanos de este pueblo celebraban con entusiasmo y champán la muerte, la muerte de españoles por ser su mérito, nada más y nada menos que ser españoles. Otros, como el jesuita renegado, se frotaba las manos recogiendo en Madrid los réditos terroristas.
A todos los españoles fallecidos pido a Dios que ya que han compartido la muerte de Jesucristo compartan con él la gloria de la resurrección y, estando en el Cielo, recen por sus asesinos y por su arrepentimiento.
Los nacionalistas tienen que renunciar a la imposición del euskera, a la educación bajo la óptica mentirosa de su falsa historia, a denominar fascista al que exhibe la bandera española o se opone a sus ideas y también a actitudes de exhibición de soberbia y preponderancia de que lo mejor es lo vasco, que no son más que pruebas de su ignorancia.
El ataque terrorista a los guardias civiles de Alsasua es la prueba irrefutable de que las cosas no han cambiado. Solo ha cambiado el falso discurso de la reconciliación y las falsas palabras de una paz mentirosa apoyada en declaraciones institucionales con palabras grandielocuentes cargadas de bajeza moral por esconder unas intenciones que nada tienen que ver con la democracia.
La democracia nada ha ganado si las condiciones para que el País Vasco como parte de España siguen siendo las mismas.
Se habla de que la paz hace posible la vuelta de esos 400.000 vascos que no tuvieron más remedio que huir para conservas sus vidas. Será difícil que esos vascos que se sienten españoles vuelvan a un lugar en el que son despreciados, continúa el odio a todo lo español y se les impone una educación que no quieren para sus hijos.
Volver a ese paraje idílico con frontones e ikurriñas, pruebas de bueyes y sidra y chacolí no es apetecible cuando las personas que te han ayudado y protegido siguen siendo objeto de la persecución y del odio como la Guardia Civil de Alsasua.
No sorprende que la Barkos, como presidenta de Navarra, apoye a los terroristas que deberían recibir una condena ejemplar.
ETA desaparece nominalmente, las consignas siguen con el desprecio hacia todo lo que más queremos y admiramos.
La estrategia de los nacionalistas apoyada en la mentira histórica, el odio a la tradición española del carlismo vasco-navarro, a los que no piensan como ellos y ese error irreparable de imponer una lengua minoritaria como arma mortal para separar pueblos y familias que no son capaces de remediar, lleva a los "huidos" a ni siquiera pensar en la vuelta.
A los partidos nacionales PP y PSOE solo queda recordarles el daño hecho a esos cientos de miles de vascos a los que han vendido al nacionalismo y, por fortuna ya han recibido un castigo merecido en las urnas. Cambiaron y seguirán cambiando abandonar a los vascos españoles por seguir en el poder nacional a costa de nuestro dolor.
"Es imposible construir una democracia sin demócratas" aseguraba mi difunto padre asesinado por ETA el jueves uno de junio de 1986, día del Corpus Christi, festividad cristiana que sus asesinos ignoraban.
Los medios de comunicación del cuatro de mayo de 2018 insisten en el "lavado de cara" de los encapuchados y del final de un "conflicto".
No se puede estar más equivocado en ese análisis que ignora que ETA es el centro del nacionalismo vasco creado en el odio y para el odio a España por el inventor de la ideología nazi y xenófoba del Partido Nacionalista Vasco.
El pretendido blanqueo es el de la xenofobia fascista de Sabino Arana y que para que se sentaran las bases de una convivencia pacífica tendría su partido, el PNV, que renunciar a su persona e ideología.
Cuando ETA ha matado a un guardia civil, un policía, un político o un empresario ha sido por odio a España, odio que no ha desaparecido, y mientras no desaparezca y se construya la historia bajo la verdad, la convivencia no será posible.
Asesinatos planificados en frío. Colaboradores y cómplices, vecinos y conocidos de la víctima. Individuos que realizaban seguimientos indicando los recorridos. Comité de ETA donde se elegían las dianas. En torno a esa mesa que decidía quién era la persona que reportaría o más dinero o mayor repercusión social se sentaban cual hermanitas de la caridad los oteguis, terneras o ambotos sin remordimiento alguno. Gente que ahora se presenta en primera línea de la paz para reclamar sus méritos en pro del pueblo vasco. Y muchos ciudadanos de este pueblo celebraban con entusiasmo y champán la muerte, la muerte de españoles por ser su mérito, nada más y nada menos que ser españoles. Otros, como el jesuita renegado, se frotaba las manos recogiendo en Madrid los réditos terroristas.
A todos los españoles fallecidos pido a Dios que ya que han compartido la muerte de Jesucristo compartan con él la gloria de la resurrección y, estando en el Cielo, recen por sus asesinos y por su arrepentimiento.
Los nacionalistas tienen que renunciar a la imposición del euskera, a la educación bajo la óptica mentirosa de su falsa historia, a denominar fascista al que exhibe la bandera española o se opone a sus ideas y también a actitudes de exhibición de soberbia y preponderancia de que lo mejor es lo vasco, que no son más que pruebas de su ignorancia.
El ataque terrorista a los guardias civiles de Alsasua es la prueba irrefutable de que las cosas no han cambiado. Solo ha cambiado el falso discurso de la reconciliación y las falsas palabras de una paz mentirosa apoyada en declaraciones institucionales con palabras grandielocuentes cargadas de bajeza moral por esconder unas intenciones que nada tienen que ver con la democracia.
La democracia nada ha ganado si las condiciones para que el País Vasco como parte de España siguen siendo las mismas.
Se habla de que la paz hace posible la vuelta de esos 400.000 vascos que no tuvieron más remedio que huir para conservas sus vidas. Será difícil que esos vascos que se sienten españoles vuelvan a un lugar en el que son despreciados, continúa el odio a todo lo español y se les impone una educación que no quieren para sus hijos.
Volver a ese paraje idílico con frontones e ikurriñas, pruebas de bueyes y sidra y chacolí no es apetecible cuando las personas que te han ayudado y protegido siguen siendo objeto de la persecución y del odio como la Guardia Civil de Alsasua.
No sorprende que la Barkos, como presidenta de Navarra, apoye a los terroristas que deberían recibir una condena ejemplar.
ETA desaparece nominalmente, las consignas siguen con el desprecio hacia todo lo que más queremos y admiramos.
La estrategia de los nacionalistas apoyada en la mentira histórica, el odio a la tradición española del carlismo vasco-navarro, a los que no piensan como ellos y ese error irreparable de imponer una lengua minoritaria como arma mortal para separar pueblos y familias que no son capaces de remediar, lleva a los "huidos" a ni siquiera pensar en la vuelta.
A los partidos nacionales PP y PSOE solo queda recordarles el daño hecho a esos cientos de miles de vascos a los que han vendido al nacionalismo y, por fortuna ya han recibido un castigo merecido en las urnas. Cambiaron y seguirán cambiando abandonar a los vascos españoles por seguir en el poder nacional a costa de nuestro dolor.