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Raúl González Zorrilla, director de La Tribuna del País Vasco
Martes, 10 de Julio de 2018 Tiempo de lectura:
Fallece José María Setién

Un obispo piadoso con los terroristas y pendenciero con las víctimas

[Img #14275]Hace algo más de diez años, el hoy fallecido José María Setién, obispo emérito de San Sebastián, el mismo que durante décadas no dudó en mostrar su más profundo desprecio hacia las víctimas del terrorismo, el que siempre estuvo dispuesto a equidistar entre asesinos y asesinados y quien insistió hasta el vómito en justificar intelectualmente a los criminales etarras, perpetró una especie de ensayo literario que tituló “Un obispo vasco ante ETA”.

 

Fíjense bien en el detalle porque a la hora de buscar un epígrafe para su ininteligible trabajo, José María Setién bien pudo haber utilizado otra preposición y decir, por ejemplo, “Un obispo contra ETA”. Pero no, Setién, que siempre fue un sabio en el arte miserable de retorcer el vocabulario para que las palabras signifiquen exactamente lo contrario de lo que quieren decir, buscó, de una forma absolutamente deliberada, mostrarse “en presencia” de ETA (que así es como define el diccionario de la Real Academia la preposición “ante”). Y quiso, de una forma no menos reflexionada, no presentar oposición, antagonismo u obstrucción teórica a los terroristas, ya que esta tarea, como en repetidas ocasiones señaló, no era su labor.

 

De hecho, al obispo emérito Setién le molestaba hasta el hecho de que las Fuerzas de Seguridad del Estado tuvieran éxito en su lucha contra la violencia etarra, ya que según también manifestó durante la presentación del panfleto que comentamos, “resulta lamentable que haya que estar oyendo una y otra vez, por unos y por otros, quién ha actuado más eficazmente, qué es lo que ha hecho en relación al terrorismo. El tema es un poco más serio para convertirlo en una moneda de cambio de unas elecciones políticas”.

 

No sé yo qué consideraba el obispo Setién más serio que actuar eficazmente contra los criminales etarras (aunque lo supongo), pero este personaje siniestro, que durante su magisterio siempre tuvo abiertas las puertas de la catedral donostiarra del Buen Pastor a las protestas continuas de los familiares de los presos etarras, que insultó a las víctimas del terrorismo siempre que pudo y que siempre defendió la conveniencia de negociar políticamente con ETA, no era, desde luego, la persona más adecuada para hablar de cómo se debe luchar contra el terror.

 

De hecho, ni tan siquiera fue capaz de explicar nunca las razones por las que tuvieron que pasar casi cuatro décadas desde que comenzara la actividad terrorista de ETA para que la iglesia vasca organizara en Guipúzcoa una misa en recuerdo a las víctimas de la violencia terrorista. Un servicio tras casi cuarenta años de terror, celebrado en el mes de octubre de 1998 en la Catedral del Buen Pastor de San Sebastián, y que, por cierto, no contó con la presencia de Setién. Por cierto, el obispo emérito, un personaje éticamente insignificante, ideológicamente extremo y políticamente independentista, también ha muerto sin explicar las razones por las que, en aquella misa, censuró todas las oraciones que las víctimas del terrorismo habían preparado para el acto y en las que se mencionaba explícitamente la palabra “España”, a las víctimas de los cuerpos de seguridad o a la necesaria libertad de los ciudadanos vascos.

 

El sacerdote vizcaíno Jaime Larrínaga, hoy “exiliado” en Madrid por las amenazas vertidas contra él desde ámbitos del nacionalismo vasco más radical y violento, lo ha explicado con gran concisión y brillantez: "La Iglesia vasca, y esto no es ningún secreto, es en su mayoría profundamente nacionalista. Cuando hay que nombrar a algún obispo para alguna de las diócesis vascas se emplean, por parte del clero de esta región, todos los medios para que sea un obispo nacionalista. Se podría exigir que fuera un buen pastor, católico, universal, abierto para una sociedad y una iglesia plural. Pero no. La Iglesia vasca solamente muestra su cara nacionalista. Ha sacralizado Euskadi, y la ha colocado por encima del Evangelio y de Dios. Dentro de esta concepción nacionalista, los terroristas, los que hacen el 'trabajo sucio', son considerados como los hijos 'descarriados', como los hijos pródigos a los que hay que atender y respetar en sus derechos. La Iglesia sí que condena las muertes, pero ignora a los asesinos, y los asesinos, cuando son detenidos y juzgados, encuentran en la Iglesia amparo y defensa. De esta forma, la Iglesia, al mostrarse piadosa con los crueles, se convierte en cruel con las víctimas. La Iglesia vasca siempre ha denunciado los crímenes de ETA, pero jamás ha condenado a los asesinos”.

 

Este fue José María Setién.

 


 

BIOGRAFÍA

 

José María Setien Alberro nació en Hernani el 18 de marzo de 1928. Realizó sus estudios eclesiásticos en el Seminario de Vitoria y en la Universidad Gregoriana de Roma, donde se licenció en Sagrada Teología y obtuvo el doctorado de Derecho Canónico.

 

Fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1951. En octubre de 1955 fue designado profesor de Teología Moral en el Seminario de Vitoria y a partir de 1960 fue Profesor en la Universidad Pontificia de Salamanca, tanto en la Facultad de Derecho Canónico como en la de Teología, de la que fue Decano.

 

Durante su estancia en Vitoria desempeño el cargo de Director Espiritual en el Seminario. Fue también Rector del Colegio El Salvador, para vocaciones tardías, en Salamanca. Posteriormente fue Vicario para la Pastoral de la diócesis de Santander, durante algún tiempo.

 

El 26 de septiembre de 1972 fue nombrado Obispo Titular de Zama Minor y Auxiliar de San Sebastián, siendo consagrado Obispo por el mismo Don Jacinto Argaya en la S.I. Catedral del Buen Pastor de San Sebastián, el 28 de octubre del mismo año.

 

Desde el 17 de febrero de 1979 hasta el 13 de enero del 2000 fue Obispo de San Sebastián.

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