No comulgaré con ruedas de molino
“ — ¿Y piensas que los que hemos formado, al oír esto, se negarán y no estarán dispuestos a compartir los trabajos del Estado, cada uno en su turno, quedándose a residir la mayor parte tiempo unos con otros en el ámbito de lo puro?
—Imposible, pues estamos ordenando a los justos cosas justas. Pero además cada uno ha de gobernar por una imposición, al revés de lo que sucede a los que gobiernan ahora en cada Estado
— Así es, amigo mío: si has hallado para los que van a gobernar un modo de vida mejor que el gobernar, podrás contar con un Estado bien gobernado; pues sólo en él gobiernan los que son realmente ricos, no en oro, sino en la riqueza que hace la felicidad: una vida virtuosa y sabia. No en cambio, donde los pordioseros y necesitados de bienes privados marchan sobre los asuntos públicos, convencidos de que allí han de apoderarse del bien; pues cuando el gobierno se convierte en objeto de disputas, semejante guerra doméstica e intestina acaba con ellos y con el resto del Estado.
—No hay cosa más cierta.” (PLATÓN, Libro VII de “La República”)
La sensación que nos produce el estado de la gobernación de este país, España, no puede ser más desoladora y penosa. Nadie se ocupa de las necesidades e intereses de la mayoría de la población española y todos los días sin excepción tenemos en la opinión publicada un nuevo caso de oprobio en alguien del Gobierno con mayor o menor causa. En poco tiempo han dimitido dos ministros, otra ministra está sojuzgada por unos vínculos nada recomendables con personas que tienen causas que dejan al descubierto situaciones lamentables, otro más con unos bienes inmuebles registrados de forma sospechosa para eludir al fisco, un presidente que se erige en gobernante sin haber sido designado por el pueblo, que es el que tiene la soberanía, etc. Y mientras tanto este Gobierno sin legitimidad de origen se permite tomar decisiones que son claves para el futuro inmediato de nuestra nación, con una irresponsabilidad y frivolidad que abruma.
La Constitución habilita la participación política de los ciudadanos a través de los partidos, y dota de personalidad jurídica a cada uno de los diputados elegidos en representación de la soberanía nacional. Por algo se impide en el texto constitucional el mandato imperativo, es decir, se preserva la voluntad propia no vinculada a disciplinas partidarias en cada uno de los parlamentarios que actúan en nombre de la nación, porque cada uno de los representantes, una vez elegidos, es la voz del pueblo y ha de defender el interés general, la soberanía nacional, y, por tanto al conjunto de la Nación. Eso es en teoría. La realidad nos muestra otra cara lamentable, degradada e indigna de la alta misión que tienen esos delegados de la voluntad general.
En la triste realidad, los partidos encarnan solamente el interés sectario y endogámico de su colectivo, no el interés general. Se está prostituyendo la democracia y la noble finalidad que tiene en su sentido más genuino y semántico. Lo que llamamos partitocracia es la plasmación más evidente y cruel de lo que no debe ser la democracia, de lo que es la corrupción de la democracia. Es la viva imagen de lo que estamos viendo día tras día en las pantallas televisivas y que se traduce en los teletipos de la prensa nacional.
En pleno siglo XXI no se han superado los signos de decadencia que afectaron a la formación del Estado nacional en el siglo XIX, con asonadas, pronunciamientos, inestabilidad institucional, constituciones elaboradas en función del grupo dominante y zarandeos al sistema de gobierno, yendo de un extremo al otro del escenario político mientras que la nación se desangraba, se perdía influencia en el mundo y desaparecían los restos del imperio. En ese estado de cosas, paradójicamente, los que tenían la sartén por el mango en el Antiguo Régimen lo seguían teniendo en el nuevo, aprovechándose de dos desamortizaciones que permitían cambiar las cosas para que todo siguiera igual, salvo en lo que se refiere a la propiedad eclesiástica. Seguimos igual porque no hemos aprendido nada, y porque quienes se aprovechan de esta situación son los que siguen acumulando riqueza en pocas manos, cada vez menos, mientras las clases medias se depauperan.
Y el problema es una Constitución que dejó demasiado abiertas cuestiones fundamentales para preservar el interés común, y el sistema de partidos permite que éstos sean endogamias que olvidan la finalidad para la que se han creado que es el interés general.
Hoy el sintagma “partido político” adquiere pleno significado en la peor de las acepciones. Se relega el interés general de la nación a estrategias mezquinas, luchas inanes e intrascendentes, rifirrafes de recorrido corto, iniquidades, mientras la nación se desangra y cada vez somos más pobres.
No quisiera dar la razón a los que sojuzgaban a los partidos y consideraban que el sistema liberal es una carcoma que liquida el patrimonio cultural, social, convivencial y económico, sería un drama que tuviera que reconsiderar mis paradigmas ideológicos.
El oráculo Gonzalo Fernández de la Mora escribió un referencial artículo en el ABC del día 22 de enero de 1976, es decir hace 42 años. Aquel artículo aventuraba lo que cuatro décadas más tarde está ocurriendo. Como yo no soy un plagiador como Sánchez hago mías las ideas del eminente intelectual citando frases extraídas del artículo. Yo no puedo decirlo mejor que él, por ello las reproduzco. Y me siento a esperar que me llamen facha; lo que “me pone”.
“La situación arquetípica es la de los comunistas que utilizan la dialéctica democrática hasta que alcanzan la soberanía; luego tienden a instaurar la dictadura del proletariado, y solo las armas, como en España o en Chile, pueden evitar la irreversibilidad del proceso marxista. Cuando el escrutinio consagra la supremacía de un partido totalitario, se produce, pues, la autoliquidación de la democracia”
“Pues bien, la partitocracia, que es la desembocadura habitual de los regímenes democráticos, produce las situaciones antípodas de las idealmente proyectadas: dictadura del partido dominante, digitocracia, confusión de poderes y anulación del Parlamento." [Ejemplo paradigmático lo que ocurre hoy mismo en Cataluña]
“La partitocracia ¿es el reflejo de la voluntad general? No. En los sistemas de escrutinio mayoritario, que son los más frecuentes, la matemática electoral no siempre permite que la mayoría de los ciudadanos conquiste el poder.” [Son varios los ejemplos que podríamos exponer: las elecciones británicas de 1951 y 1974; las sudafricanas de 1955, las elecciones en 1931, 1933, 1936 en España, etc]
“La partitocracia ¿implica la supresión de las designaciones que no procedan del sufragio popular? No. La digitocracia o designación por el dedo es, en todos los niveles, característica esencial de la partitocracia”
¿Asegura el partido político la división de poderes? Tampoco. Cuando hay un partido dominante se produce la fusión del poder legislativo y el ejecutivo, porque los mismos líderes del partido controlan al Gobierno y a la mayoría parlamentaria.”
“¿Son los partidos los instrumentos del diálogo parlamentario? Más bien son sus interruptores. […] En la partitocracia, la realidad es que los diputados ni escuchan al adversario, ni tienen por qué tomarse sus escaños en el momento de la votación para expresarse en el sentido que les hayan ordenado sus líderes. Y si no acatan la disciplina del partido se arriesgan a la expulsión o la no reelección”
“Cabría instrumentar el sistema de partidos de tal modo que se promoviese la representación de las minorías, la elección popular en todas las instancias, la división de poderes y el parlamentarismo. Pero, en tal supuesto se desembocaría en la ingobernabilidad del Estado a causa de la multiplicación y desvertebración de los partidos.”
“La democracia se está convirtiendo en esa forma degenerativa que es la partitocracia. Y, al hipertrofiarse, los partidos políticos que se presentaron como la pieza esencial del Estado demoliberal, están siendo sus liquidadores”
Y si alguien me pregunta cual es mi alternativa le responderé que no lo sé. Lo único que pretendo es que no me hagan comulgar con ruedas de molino y aceptar con naturalidad borreguil lo que está sucediendo en esta mi patria en descomposición.
“ — ¿Y piensas que los que hemos formado, al oír esto, se negarán y no estarán dispuestos a compartir los trabajos del Estado, cada uno en su turno, quedándose a residir la mayor parte tiempo unos con otros en el ámbito de lo puro?
—Imposible, pues estamos ordenando a los justos cosas justas. Pero además cada uno ha de gobernar por una imposición, al revés de lo que sucede a los que gobiernan ahora en cada Estado
— Así es, amigo mío: si has hallado para los que van a gobernar un modo de vida mejor que el gobernar, podrás contar con un Estado bien gobernado; pues sólo en él gobiernan los que son realmente ricos, no en oro, sino en la riqueza que hace la felicidad: una vida virtuosa y sabia. No en cambio, donde los pordioseros y necesitados de bienes privados marchan sobre los asuntos públicos, convencidos de que allí han de apoderarse del bien; pues cuando el gobierno se convierte en objeto de disputas, semejante guerra doméstica e intestina acaba con ellos y con el resto del Estado.
—No hay cosa más cierta.” (PLATÓN, Libro VII de “La República”)
La sensación que nos produce el estado de la gobernación de este país, España, no puede ser más desoladora y penosa. Nadie se ocupa de las necesidades e intereses de la mayoría de la población española y todos los días sin excepción tenemos en la opinión publicada un nuevo caso de oprobio en alguien del Gobierno con mayor o menor causa. En poco tiempo han dimitido dos ministros, otra ministra está sojuzgada por unos vínculos nada recomendables con personas que tienen causas que dejan al descubierto situaciones lamentables, otro más con unos bienes inmuebles registrados de forma sospechosa para eludir al fisco, un presidente que se erige en gobernante sin haber sido designado por el pueblo, que es el que tiene la soberanía, etc. Y mientras tanto este Gobierno sin legitimidad de origen se permite tomar decisiones que son claves para el futuro inmediato de nuestra nación, con una irresponsabilidad y frivolidad que abruma.
La Constitución habilita la participación política de los ciudadanos a través de los partidos, y dota de personalidad jurídica a cada uno de los diputados elegidos en representación de la soberanía nacional. Por algo se impide en el texto constitucional el mandato imperativo, es decir, se preserva la voluntad propia no vinculada a disciplinas partidarias en cada uno de los parlamentarios que actúan en nombre de la nación, porque cada uno de los representantes, una vez elegidos, es la voz del pueblo y ha de defender el interés general, la soberanía nacional, y, por tanto al conjunto de la Nación. Eso es en teoría. La realidad nos muestra otra cara lamentable, degradada e indigna de la alta misión que tienen esos delegados de la voluntad general.
En la triste realidad, los partidos encarnan solamente el interés sectario y endogámico de su colectivo, no el interés general. Se está prostituyendo la democracia y la noble finalidad que tiene en su sentido más genuino y semántico. Lo que llamamos partitocracia es la plasmación más evidente y cruel de lo que no debe ser la democracia, de lo que es la corrupción de la democracia. Es la viva imagen de lo que estamos viendo día tras día en las pantallas televisivas y que se traduce en los teletipos de la prensa nacional.
En pleno siglo XXI no se han superado los signos de decadencia que afectaron a la formación del Estado nacional en el siglo XIX, con asonadas, pronunciamientos, inestabilidad institucional, constituciones elaboradas en función del grupo dominante y zarandeos al sistema de gobierno, yendo de un extremo al otro del escenario político mientras que la nación se desangraba, se perdía influencia en el mundo y desaparecían los restos del imperio. En ese estado de cosas, paradójicamente, los que tenían la sartén por el mango en el Antiguo Régimen lo seguían teniendo en el nuevo, aprovechándose de dos desamortizaciones que permitían cambiar las cosas para que todo siguiera igual, salvo en lo que se refiere a la propiedad eclesiástica. Seguimos igual porque no hemos aprendido nada, y porque quienes se aprovechan de esta situación son los que siguen acumulando riqueza en pocas manos, cada vez menos, mientras las clases medias se depauperan.
Y el problema es una Constitución que dejó demasiado abiertas cuestiones fundamentales para preservar el interés común, y el sistema de partidos permite que éstos sean endogamias que olvidan la finalidad para la que se han creado que es el interés general.
Hoy el sintagma “partido político” adquiere pleno significado en la peor de las acepciones. Se relega el interés general de la nación a estrategias mezquinas, luchas inanes e intrascendentes, rifirrafes de recorrido corto, iniquidades, mientras la nación se desangra y cada vez somos más pobres.
No quisiera dar la razón a los que sojuzgaban a los partidos y consideraban que el sistema liberal es una carcoma que liquida el patrimonio cultural, social, convivencial y económico, sería un drama que tuviera que reconsiderar mis paradigmas ideológicos.
El oráculo Gonzalo Fernández de la Mora escribió un referencial artículo en el ABC del día 22 de enero de 1976, es decir hace 42 años. Aquel artículo aventuraba lo que cuatro décadas más tarde está ocurriendo. Como yo no soy un plagiador como Sánchez hago mías las ideas del eminente intelectual citando frases extraídas del artículo. Yo no puedo decirlo mejor que él, por ello las reproduzco. Y me siento a esperar que me llamen facha; lo que “me pone”.
“La situación arquetípica es la de los comunistas que utilizan la dialéctica democrática hasta que alcanzan la soberanía; luego tienden a instaurar la dictadura del proletariado, y solo las armas, como en España o en Chile, pueden evitar la irreversibilidad del proceso marxista. Cuando el escrutinio consagra la supremacía de un partido totalitario, se produce, pues, la autoliquidación de la democracia”
“Pues bien, la partitocracia, que es la desembocadura habitual de los regímenes democráticos, produce las situaciones antípodas de las idealmente proyectadas: dictadura del partido dominante, digitocracia, confusión de poderes y anulación del Parlamento." [Ejemplo paradigmático lo que ocurre hoy mismo en Cataluña]
“La partitocracia ¿es el reflejo de la voluntad general? No. En los sistemas de escrutinio mayoritario, que son los más frecuentes, la matemática electoral no siempre permite que la mayoría de los ciudadanos conquiste el poder.” [Son varios los ejemplos que podríamos exponer: las elecciones británicas de 1951 y 1974; las sudafricanas de 1955, las elecciones en 1931, 1933, 1936 en España, etc]
“La partitocracia ¿implica la supresión de las designaciones que no procedan del sufragio popular? No. La digitocracia o designación por el dedo es, en todos los niveles, característica esencial de la partitocracia”
¿Asegura el partido político la división de poderes? Tampoco. Cuando hay un partido dominante se produce la fusión del poder legislativo y el ejecutivo, porque los mismos líderes del partido controlan al Gobierno y a la mayoría parlamentaria.”
“¿Son los partidos los instrumentos del diálogo parlamentario? Más bien son sus interruptores. […] En la partitocracia, la realidad es que los diputados ni escuchan al adversario, ni tienen por qué tomarse sus escaños en el momento de la votación para expresarse en el sentido que les hayan ordenado sus líderes. Y si no acatan la disciplina del partido se arriesgan a la expulsión o la no reelección”
“Cabría instrumentar el sistema de partidos de tal modo que se promoviese la representación de las minorías, la elección popular en todas las instancias, la división de poderes y el parlamentarismo. Pero, en tal supuesto se desembocaría en la ingobernabilidad del Estado a causa de la multiplicación y desvertebración de los partidos.”
“La democracia se está convirtiendo en esa forma degenerativa que es la partitocracia. Y, al hipertrofiarse, los partidos políticos que se presentaron como la pieza esencial del Estado demoliberal, están siendo sus liquidadores”
Y si alguien me pregunta cual es mi alternativa le responderé que no lo sé. Lo único que pretendo es que no me hagan comulgar con ruedas de molino y aceptar con naturalidad borreguil lo que está sucediendo en esta mi patria en descomposición.