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Miércoles, 05 de Diciembre de 2018 Tiempo de lectura:

Ya están aquí

Era tan solo cuestión de tiempo que lo acontecido en las recientes elecciones andaluzas se plasmara en la realidad; la llamada extrema derecha, ultraderecha, derecha identitaria, derecha extrema, nacional populismo, ha llegado para ser un protagonista más no de forma efímera sino para quedarse entre nosotros como una fuerza política que representa a un segmento de la población que va in crescendo, que comulga con su ideario y ha mostrado su hartazgo e indignación rebelándose contra los partidos tradicionales. 

 

Quienes creían y hacían creer a los demás que España estaba vacunada contra este tipo de formaciones políticas han errado de cabo a rabo y se han topado con la cruda realidad. España no es diferente a otras naciones europeas donde hace ya tiempo que esos movimientos sociales y políticos conviven con los demás partidos. Han tardado más en implantarse y España ha dejado de ser una excepción. 

 

Los partidos políticos nacen, crecen, evolucionan, decaen y también desaparecen, al igual que los seres vivos. No son perennes sino de hoja caduca. 

 

Podremos hacer un sinfín de lecturas e interpretaciones de las razones de este tsunami que ha puesto patas arriba un régimen socialista que duraba ya cuatro décadas. Corrupción endémica, altísimo desempleo, emigración ilegal, fracaso escolar, sistema sanitario manifiestamente mejorable y un largo etcétera han contribuido para que casi cuatrocientos mil andaluces se hayan decantado por esta nueva formación política que ha surgido prácticamente de las catacumbas. 

 

Algunas formaciones políticas deberían llevar a cabo una seria y profunda reflexión, entonar el mea culpa y acometer un propósito de enmienda sino quieren que a la vuelta de la esquina esta reciente y pujante formación política les vaya comiendo terreno. Ganar votos es difícil, mantenerlos aún más, perderlos resulta muy sencillo y recuperarlos viene a ser una tarea ímproba, algo así como el undécimo trabajo de Hércules. 

 

Andalucía es una región eminentemente amante de la tauromaquia y el resultado de las elecciones autonómicas, extrapolable al resto de la nación, es, utilizando el símil taurino, un aviso que todo indica que más pronto que tarde debido a sus políticas erráticas, una nueva mayoría va a devolver al actual inquilino de la Moncloa y a sus compañeros del Consejo de Ministros a los corrales. 

 

Tres partidos se reparten la ilusión por el cambio y en justicia debería presidir la Junta quien más votos de los tres ha conseguido, con un reparto de las responsabilidades de Gobierno de acuerdo al resultado alcanzado por cada uno de ellos. 

 

Ninguno debe ser orillado, ya que todos han competido en buena lid; no se debe ningunear a nadie tildándolo de radical ni aconsejar que no se haga cuando con otros genuina mente radicales se conversa y negocia para alcanzar un objetivo por ejemplo cerrar un presupuesto. 

 

En una democracia todos debemos ser iguales y no, como en la famosa obra de George Orwell, unos más iguales que otros. 

 

Francisco Javier Sáenz Martínez 

Lasarte-Oria 

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