La hora de la transversalidad
Ya no es creíble el eslogan: "voto útil de la izquierda".
Ya no es lícito el recurso al miedo: "¡Que viene la derecha!",
Ya ha dejado de servir la consigna mundialista: "¡No a la ultra-derecha!".
Esos grandes estadistas con electroencefalograma plano que habitan las Casas del Pueblo socialistas y que animan los mítines del puño y la rosa, tendrán que inventarse otra cosa. El Pueblo en cuyo nombre hablan desde hace cuarenta años se está hartando de ellos. El pueblo está dejando de ver en esos carteristas o políticos profesionales a "los suyos".
Lo gracioso es que sigamos hablando del PSOE como un partido de "izquierda". Lo pintoresco es que se quiera ver en ellos un grupo representativo de la "socialdemocracia". No se puede engañar a tanta gente durante tantas décadas sin ninguna factura política que pagar. La demagógica y falsa alineación del PSOE con la izquierda y con el centro-izquierda se derrite como un iceberg en el Sahara.
Yo era bastante joven cuando descubrí la traición de estas siglas a la causa de la izquierda. Eran los principios de los 80, y en una región asaz industrial, Asturias, yo, como muchos, pude constatar el doble juego de ésta "élite", debidamente financiada desde Alemania. Una "élite" que controlaba los procesos de reconversión y destrucción de la clase trabajadora y la clase media españolas. De un lado, los neoliberales Solchaga o Boyer, y otros de su calaña, ponían de rodillas a España y desertizaban la industria y el campo para cumplir con los dictados de una "Europa" –léase Alemania y, bajo su techo, Francia- deseosa de neutralizarnos como potencia productiva y por ende competidora. De otro lado, los sindicalistas de la UGT y CCOO, como correas de transmisión del partido socialista sobornado desde Paris y Berlín-Bonn, sobornaban a su vez cuadros, regalaban prejubilaciones y apaciguaban huelgas para poder desmantelar Asturias y todas las demás regiones españolas altamente productoras. Nunca hubo tanto poder concentrado en unas mismas siglas. Pues decir "PSOE" durante el felipismo era lo mismo que decir neoliberalismo con doble control: porras policiales para los huelguistas y caramelos y sobornos sindicales para los sumisos. Esto, en el contexto de la "OTAN de entrada no", en el ambiente de la creación de los chiringuitos autonómicos cuasi eternos (Principado, Extremadura, Andalucía…), en el bipartidismo imperfecto en el que se co-gobernaba "gracias" a los votos nada gratuitos de nacionalistas, en el contexto de la inopia e incompetencia de la derecha, etc.
A estas siglas poco socialistas y nada obreras ni españolas, antaño todopoderosas, les salió una enfermedad cuyos primeros y principales síntomas tuvieron que ver con su capital humano. No hay palabras para definir el mal, de manera que hablaré simplemente de derrumbe del nivel intelectual de sus líderes y cuadros. Cuando el declive moral (corrupción, arribismo, incompetencia, cleptomanía) es máximo en un partido político, unido a la escasa preparación académica e intelectual de la gente, inevitablemente salen de las cocinas partidistas personajes harto difíciles de clasificar, como Zapatero, Bono, Susana, Pedro Sánchez… Ni en Andalucía ni en ninguna otra región española se va a poder evitar que haya un trasvase creciente del voto de izquierdas hacia formaciones que se dicen "populistas". Difícilmente la clase trabajadora, junto con la clase media en riesgo de pauperización, va a seguir siendo fiel a una máquina corrupta de colocación de amiguetes y de saqueo del erario público como es la maquinaria del PSOE. Del sumidero en que Felipe González nos colocó, hemos pasado a pozos más hondos y malolientes, y allí empujados caímos en picado por obra de personajes que no pueden representarnos, que son una pesadilla para la parte productora y viva de la nación.
Se cuenta estos días, y yo lo creo, que algunos miles de votos andaluces contados a favor de VOX son votos de "izquierdas". Toda alternativa al régimen corrupto y partitocrático (no sólo socialista, sino también nacionalista y pepero) pasa por esa clave: la transversalidad. Una fuerza que se postule para regenerar España debe ser transversal. Ignoro si VOX u otra sigla inventada podrá abrir la puerta a la regeneración nacional, pero esa sigla, si de veras posee proyecto regenerador, ha de ser transversal y ya no más "una escisión a la derecha de la derecha". Llegan tiempos para alzar las miras, expandir el corazón, unir "las Españas".
"Las Españas". Siempre he preferido ese plural, y no me tachen Vds. de carlista, que lo tomaré a lisonja. Las Españas diversas en lo territorial y cultural, unidas en lo político, en el trabajo político que es siempre forjador de futuros, han de presentarse así, con el plural. Nada más revolucionario que la tradición. Cuando España era grande, lo era con ese plural que el liberalismo mentecato cercenó. Pero también el plural unirá las brechas ideológicas, la herida de "las dos Españas". Ninguna de ellas nos va a "helar el corazón". Ya no. Un partido soberanista español debe ser una fuerza que defienda la justicia social y los derechos laborales, el trabajo digno, el ahorro, el esfuerzo, la productividad, la solidaridad obrera, las pequeñas y medianas economías, el valor del trabajo ante la dictadura financiera y la economía especulativa. Y junto a eso, un partido soberanista español debe ser una fuerza que canalice a toda la sociedad civil hacia la defensa de las fronteras nacionales, que ponga freno a la invasión migratoria y a la sustitución étnico-cultural, un poder que resitúe a la nación hispánica en el concierto internacional, discrepando en Bruselas y reestructurando esta mostrenca "Europa", articulando de nuevo una Hispanidad como espacio cultural geopolítico autónomo y firme ante otras potencias mundiales potencialmente depredadoras.
De éstas cosas nada sabe la supuesta "izquierda" derrotada, traidora. Las siglas que previsiblemente serán desalojadas en Andalucía y en demás taifas sólo existen por obra de la red de lealtades y débitos clientelares que les ha dado el manejo de dineros que no son suyos, caudales que son de todos. Una fuerza transversal regeneradora debería ir ganando poder en todas las demás regiones e imponer finalmente su criterio en la Carrera de San Jerónimo de Madrid, contando con el apoyo de derechas y de izquierdas, de gentes todas ellas hartas del saqueo y la manipulación.
Gran parte de los trabajadores españoles, autónomos y asalariados, no entiende por qué esos políticos que dicen ser de "los suyos" insisten más en la ingeniería social y en atacar sus valores más arraigados en cuanto a identidad (familiar, sexual, regional, nacional, religiosa) mientras que no mueven un dedo en la defensa de sus ahorros, sus pensiones, sus precarios puestos de trabajo. Gran parte del "pueblo" (la "gente", como dicen ahora) en realidad no se ve reconocido en esa caterva de ladrones con carnet, que en ocasiones parecen hablar como extraterrestres, y a veces como orates. No les hablan de lo "suyo", de lo "nuestro", del "Común", y es que ese Común es España, y no las minorías rebeldes que la tienen secuestrada. Yo convido a las fuerzas emergentes, sea VOX o sea otra, que se sumen a regenerar España, que no cejen en ese empeño de volver a hablarnos del Bien Común llamado España, y no de supuestos derechos de minorías que, en puridad, son privilegios y aberraciones que a punto están de aplastarnos como nación.
Desalojar a esta caterva es prioritario para un partido que necesariamente sea transversal. Y volver a España. La España de todos, que no excluye a nadie, pero que es un patrimonio milenario. La España nacida en Covadonga que quiere seguir siendo luminaria de Europa y América. Esa España orgullosa de ser un Bien Común, respetuosa de sus diversidades internas, industriosa y con voluntad. Esa España no sectaria, no hemipléjica. Una España "ni de derechas ni de izquierdas", trabajadora toda ella, soberana y digna sucesora de nuestros caídos y ausentes.
Ya no es creíble el eslogan: "voto útil de la izquierda".
Ya no es lícito el recurso al miedo: "¡Que viene la derecha!",
Ya ha dejado de servir la consigna mundialista: "¡No a la ultra-derecha!".
Esos grandes estadistas con electroencefalograma plano que habitan las Casas del Pueblo socialistas y que animan los mítines del puño y la rosa, tendrán que inventarse otra cosa. El Pueblo en cuyo nombre hablan desde hace cuarenta años se está hartando de ellos. El pueblo está dejando de ver en esos carteristas o políticos profesionales a "los suyos".
Lo gracioso es que sigamos hablando del PSOE como un partido de "izquierda". Lo pintoresco es que se quiera ver en ellos un grupo representativo de la "socialdemocracia". No se puede engañar a tanta gente durante tantas décadas sin ninguna factura política que pagar. La demagógica y falsa alineación del PSOE con la izquierda y con el centro-izquierda se derrite como un iceberg en el Sahara.
Yo era bastante joven cuando descubrí la traición de estas siglas a la causa de la izquierda. Eran los principios de los 80, y en una región asaz industrial, Asturias, yo, como muchos, pude constatar el doble juego de ésta "élite", debidamente financiada desde Alemania. Una "élite" que controlaba los procesos de reconversión y destrucción de la clase trabajadora y la clase media españolas. De un lado, los neoliberales Solchaga o Boyer, y otros de su calaña, ponían de rodillas a España y desertizaban la industria y el campo para cumplir con los dictados de una "Europa" –léase Alemania y, bajo su techo, Francia- deseosa de neutralizarnos como potencia productiva y por ende competidora. De otro lado, los sindicalistas de la UGT y CCOO, como correas de transmisión del partido socialista sobornado desde Paris y Berlín-Bonn, sobornaban a su vez cuadros, regalaban prejubilaciones y apaciguaban huelgas para poder desmantelar Asturias y todas las demás regiones españolas altamente productoras. Nunca hubo tanto poder concentrado en unas mismas siglas. Pues decir "PSOE" durante el felipismo era lo mismo que decir neoliberalismo con doble control: porras policiales para los huelguistas y caramelos y sobornos sindicales para los sumisos. Esto, en el contexto de la "OTAN de entrada no", en el ambiente de la creación de los chiringuitos autonómicos cuasi eternos (Principado, Extremadura, Andalucía…), en el bipartidismo imperfecto en el que se co-gobernaba "gracias" a los votos nada gratuitos de nacionalistas, en el contexto de la inopia e incompetencia de la derecha, etc.
A estas siglas poco socialistas y nada obreras ni españolas, antaño todopoderosas, les salió una enfermedad cuyos primeros y principales síntomas tuvieron que ver con su capital humano. No hay palabras para definir el mal, de manera que hablaré simplemente de derrumbe del nivel intelectual de sus líderes y cuadros. Cuando el declive moral (corrupción, arribismo, incompetencia, cleptomanía) es máximo en un partido político, unido a la escasa preparación académica e intelectual de la gente, inevitablemente salen de las cocinas partidistas personajes harto difíciles de clasificar, como Zapatero, Bono, Susana, Pedro Sánchez… Ni en Andalucía ni en ninguna otra región española se va a poder evitar que haya un trasvase creciente del voto de izquierdas hacia formaciones que se dicen "populistas". Difícilmente la clase trabajadora, junto con la clase media en riesgo de pauperización, va a seguir siendo fiel a una máquina corrupta de colocación de amiguetes y de saqueo del erario público como es la maquinaria del PSOE. Del sumidero en que Felipe González nos colocó, hemos pasado a pozos más hondos y malolientes, y allí empujados caímos en picado por obra de personajes que no pueden representarnos, que son una pesadilla para la parte productora y viva de la nación.
Se cuenta estos días, y yo lo creo, que algunos miles de votos andaluces contados a favor de VOX son votos de "izquierdas". Toda alternativa al régimen corrupto y partitocrático (no sólo socialista, sino también nacionalista y pepero) pasa por esa clave: la transversalidad. Una fuerza que se postule para regenerar España debe ser transversal. Ignoro si VOX u otra sigla inventada podrá abrir la puerta a la regeneración nacional, pero esa sigla, si de veras posee proyecto regenerador, ha de ser transversal y ya no más "una escisión a la derecha de la derecha". Llegan tiempos para alzar las miras, expandir el corazón, unir "las Españas".
"Las Españas". Siempre he preferido ese plural, y no me tachen Vds. de carlista, que lo tomaré a lisonja. Las Españas diversas en lo territorial y cultural, unidas en lo político, en el trabajo político que es siempre forjador de futuros, han de presentarse así, con el plural. Nada más revolucionario que la tradición. Cuando España era grande, lo era con ese plural que el liberalismo mentecato cercenó. Pero también el plural unirá las brechas ideológicas, la herida de "las dos Españas". Ninguna de ellas nos va a "helar el corazón". Ya no. Un partido soberanista español debe ser una fuerza que defienda la justicia social y los derechos laborales, el trabajo digno, el ahorro, el esfuerzo, la productividad, la solidaridad obrera, las pequeñas y medianas economías, el valor del trabajo ante la dictadura financiera y la economía especulativa. Y junto a eso, un partido soberanista español debe ser una fuerza que canalice a toda la sociedad civil hacia la defensa de las fronteras nacionales, que ponga freno a la invasión migratoria y a la sustitución étnico-cultural, un poder que resitúe a la nación hispánica en el concierto internacional, discrepando en Bruselas y reestructurando esta mostrenca "Europa", articulando de nuevo una Hispanidad como espacio cultural geopolítico autónomo y firme ante otras potencias mundiales potencialmente depredadoras.
De éstas cosas nada sabe la supuesta "izquierda" derrotada, traidora. Las siglas que previsiblemente serán desalojadas en Andalucía y en demás taifas sólo existen por obra de la red de lealtades y débitos clientelares que les ha dado el manejo de dineros que no son suyos, caudales que son de todos. Una fuerza transversal regeneradora debería ir ganando poder en todas las demás regiones e imponer finalmente su criterio en la Carrera de San Jerónimo de Madrid, contando con el apoyo de derechas y de izquierdas, de gentes todas ellas hartas del saqueo y la manipulación.
Gran parte de los trabajadores españoles, autónomos y asalariados, no entiende por qué esos políticos que dicen ser de "los suyos" insisten más en la ingeniería social y en atacar sus valores más arraigados en cuanto a identidad (familiar, sexual, regional, nacional, religiosa) mientras que no mueven un dedo en la defensa de sus ahorros, sus pensiones, sus precarios puestos de trabajo. Gran parte del "pueblo" (la "gente", como dicen ahora) en realidad no se ve reconocido en esa caterva de ladrones con carnet, que en ocasiones parecen hablar como extraterrestres, y a veces como orates. No les hablan de lo "suyo", de lo "nuestro", del "Común", y es que ese Común es España, y no las minorías rebeldes que la tienen secuestrada. Yo convido a las fuerzas emergentes, sea VOX o sea otra, que se sumen a regenerar España, que no cejen en ese empeño de volver a hablarnos del Bien Común llamado España, y no de supuestos derechos de minorías que, en puridad, son privilegios y aberraciones que a punto están de aplastarnos como nación.
Desalojar a esta caterva es prioritario para un partido que necesariamente sea transversal. Y volver a España. La España de todos, que no excluye a nadie, pero que es un patrimonio milenario. La España nacida en Covadonga que quiere seguir siendo luminaria de Europa y América. Esa España orgullosa de ser un Bien Común, respetuosa de sus diversidades internas, industriosa y con voluntad. Esa España no sectaria, no hemipléjica. Una España "ni de derechas ni de izquierdas", trabajadora toda ella, soberana y digna sucesora de nuestros caídos y ausentes.