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Ernesto Ladrón de Guevara
Lunes, 10 de Diciembre de 2018 Tiempo de lectura:

De cómo el nacionalismo ha tejido su red para la destrucción de España (III)

El problema del nacionalismo no es el propio nacionalismo, que es un mal en sí mismo; es el conglomerado de colaboradores sociales y culturales aparentemente aséptico que lo acompaña en su transcurso de destrucción. Es esa burguesía política, económica y jerarquía eclesiástica que hace la ola a ese poso reaccionario y carpetovetónico. Es ese conjunto formado por cobardías, vileza cómplice y aprovechamiento económico que se suma al chantaje más dañino para la salud democrática de nuestras sociedades.

 

Ejemplos hay muchos: grandes superficies comerciales que se suman a la gran mentira con tal de conseguir el favor de los caciques, una Iglesia cómplice que a sabiendas de las contradicciones que conllevan las ideas nacionalistas con el Evangelio convierte el templo en un mercado persa igual al que el de Nazaret expulsó por corromper su finalidad. O unos colegios de inspiración cristiana ávidos de financiación pública a cambio de someterse a los imperativos del adoctrinamiento y al trágala de la euskaldunización forzosa. Unas librerías que desalojan sus estanterías de libros disidentes con los tótem y tabúes que generan la superestructura cognitiva nacionalista, etc. Son los mismos que en su día aclamaban hasta colapsar las cuerdas vocales al Caudillo y que hoy lo denostan, muchas décadas después de haber fallecido; o unos medios de comunicación serviles que están a la espera de las migajas que caen de la mesa del señor en lugar de cumplir su finalidad, de manera independiente al poder político que distribuye las prebendas.

 

En esta serie que no es para combatir el insomnio sino para generar desasosiegos despertando conciencias, con este tercer episodio, abordamos la génesis y recorrido del proceso de ocupación del espacio político, social y cultural vascongado para crear las condiciones de un nuevo fascismo camuflado, sin que la población sea consciente de que sus derechos civiles han sido sodomizados, liquidados en la práctica por una plutocracia de nuevo cuño.

 

Revisando papeles me encuentro con una noticia del 8 de diciembre de 2016, es decir exactamente hace dos años, que reza: “El suspenso PISA [del alumnado del País Vasco] obliga a abrir una reflexión sobre la educación de Euskadi”.

 

La evaluación diagnóstica sigue ahí sin efecto alguno de corrección de esa realidad constatable y constatada. El propio Departamento de Educación ha reconocido el fracaso. ¿Han visto ustedes algún cambio, algún análisis, alguna reflexión que lleve a algún atisbo de mejora? Evidentemente no. Todo sigue igual. Si me apuran peor, pues el apremio y la presión en el campo de la imposición lingüística llega con su enésima edición convertido en Euskaraldia, que es la impronta del señalamiento para identificar al disidente, al resistente, al sedicente con los planes coactivos del nacionalismo. La sociedad en su conjunto se manifiesta resignada, silente, adormecida; y elementos pasivos de ella solo se expresan cuando están en un círculo que le inspire confianza, confidencialidad. Entonces manifiesta su hartazgo inane, que no se traduce en nada, pues son simples lágrimas de cocodrilo. Esa masa crítica de cabreados en su fuero interno puede explotar, pero lo hará cuando no arriesgue nada. Y eso no produce cambios.

 

Por eso los nacionalismos secesionistas avanzan, como el ejército cartaginense sobre Roma. A paso de elefante, como maquinaria pesada, pero sin ceder espacios, pisando inclementemente todo lo que se le oponga a su marcha incontenible, aprovechando una Constitución que le ha dejado lagunas jurídicas inmensas, incomprensiblemente ingenuas, para la impunidad.

 

El PNV y sus brotes híbridos que han germinado una vez preparado y abonado el terreno, han ido parasitando todo y desalojando, como especie alóctona, el espacio que no era así, que era más integrador, más heterogéneo, diverso; creando una situación asfixiante.

 

Desde la década de 1910, como reacción a la formación del escalafón docente para construir un sistema educativo nacional, pilar del Estado liberal, Estado nacional español, los nacionalistas vascos seguidores de Arana montaron su diseño de formación del espíritu nacionalista, conquistando la escuela y creando un tinglado cultural, simbólico y folclórico para la conformación de las masas. Renunciaban de esa manera a una independencia en tiempo real, demorándola al momento en el que se montara una hegemonía cultural que diera cuerpo y soporte a procesos aceptados y aplaudidos desde esa supreestructura mental de la colectividad nacionalista, con un conocimiento profundo de la psicología de las masas.

 

“Desde luego que la ocasión no ha pasado todavía, que la necesidad no ha dejado aún de sentirse; mejor dicho: que la necesidad comienza ahora a sentirse y aun a hacerse apremiante.  Porque… creo que las cosas están ocurriendo como si el País eusko, en lugar de ser ‘una nacionalidad que se va’… fuese, contrariamente, un pueblo que comienza ahora, que se siente a sí mismo ahora y que, por consecuencia, echa ahora de menos varias cosas cuya necesidad antes no lo percibía: del número de esas cosas son las escuelas, y no solo las primarias, sino los centros de segunda enseñanza y la Universidad”  (Luis Eleizalde).

 

La escuela y la prensa serán sus dos principales baluartes, sin olvidar otros, como los batzokis, la organización de mujeres patriotas “Emakume Abertzale Batza” (E.A.B), etc; es decir, la labor de nacionalización es la labor de la educación”, decía Eleizalde.

 

La lengua es fundamental, primordial, para ese objetivo:

 

“Si hemos de reconstruir la conciencia vasca hay que restaurar la característica de nuestra personalidad: la lengua”, decía Landeta, uno de los constructores de la estrategia nacionalista. Junto a la escuela como templo de la lengua, con una reconstrucción de la sociedad euskaldun para lograr su aculturación total y cambiar su cosmovisión histórica y antropológica heredada.

 

“Que la cuestión de la enseñanza sea completamente primordial en todo país que quiere seguir viviendo, es cosa que está al alcance de cualquiera: no hay para qué insistir en ella. Pero sube de punto la importancia de la cuestión de las nacionalidades que carecen de Estado propio, y que forman parte de un Estado extranacional: si estas nacionalidades no se defienden enérgicamente en el terreno de la instrucción popular indígena, de la cultura propia, organizando la enseñanza nacional de tal modo que colme todas las necesidades mentales del pueblo, si estas nacionalidades no perciben la necesidad de tal labor o percibiéndola no la cubren, están abocadas a desaparecer en brevísimo plazo”.

 

A tal efecto se fueron creando una red de centros provenientes de creación  municipal y de las diputaciones hasta constituir toda un conglomerado de escuelas con orientación claramente vasquista y con ideario nacionalista, y, por otra parte otra red de centros privados que serían las ikastolas, muchas de ellas creadas a partir de los años ochenta del siglo pasado con presupuestos de las diputaciones, como en el caso de Alava, provincia resistente a las ideas nacionalistas con el propósito de ir introduciéndose en la sociedad de forma eficaz y con vocación de permanencia. Y, por otra parte, propiciar la asunción por los centros de la Iglesia de la idea nacionalista y de la introducción del euskera como vía de instrucción pública, así como de los contenidos culturales que dieran forma al ideario separatista.

 

“Este nudo de la instrucción primaria en el País Vasco, es necesario soltarlo o cortarlo como el de Gordio. No creo que consigamos soltarlo, es decir, obtener del Estado que, dejando a un lado sus ilusorias abstracciones y ateniéndose alguna vez a las realidades vivas, cambiase su sistema de educación e implantase la enseñanza primaria euskérica en el País euskeldun. Esto sería lógico, esto sería racional y justo; pero, por lo mismo, parece poco probable. De consiguiente, lo único factible en la situación actual será cortar el nudo, es decir, organizar nosotros mismos por medio de la asociación, de una especie de Matitse Skoloska como la de los txeques, las escuelas euskéricas que sean necesarias. Es el único camino que veo, hoy por hoy, camino penoso, difícil, lleno de sacrificio; pero con todo ello, ello único camino practicable.”

 

Ese modelo será configurado, en los años 20, en los congresos de la Sociedad de Estudios vascos y en los proyectos de Landeta de Escuela Primaria elemental, presentado en el tercer Congreso de Estudios Vascos en Guernica, donde se establecieron las pautas fundamentales de lo que sería la escuela vasca, que luego daría forma a los programas políticos del PNV en los años ochenta, en los siguientes términos: “Los centros escolares de todas las redes deberán ir  adecuando su personalidad [sic] a la progresiva demanda de educación en modelos B y D a la necesidad de un modelo A que ofrezca también la utilización del euskera como vehículo de comunicación y al reto de que todos los modelos sean realment6e modelo bilingüe. En este sentido a todas las plazas docentes, sean públicas o privadas se les deberá adjudicar un perfil lingüístico aunque sus plazas de preceptividad deberán adecuarse a las demandas sociales, la cualificación progresiva de los modelos y las posibilidad de euskaldunizar de las redes educativas.”

 

A estas alturas sabemos que ese era el paso previo para la extensión de la inmersión lingüística total a todo el sistema educativo, transgrediendo lo que dice la Ley de Normalización del uso del euskera en su artículo 16 2. No obstante, el Gobierno regulará los modelos lingüísticos a impartir en cada centro teniendo en cuenta la voluntad de los padres o tutores y la situación sociolingüística de la zona.”

 

Otra pieza significativa es una ponencia paradigmática de E.A, donde se fija claramente la función de la lengua: “El euskera es también el principal signo distintivo de nuestro pueblo, la manifestación más característica de la identidad, a la que Euskalherria debe su mismo nombre y, en gran medida, su extensión del euskera en nuestra sociedad es una exigencia inexcusable para todo abertzale y el fundamento de la pervivencia y el futuro de nuestro pueblo {…]  El euskera es la lengua nacional de Euskadi. El proyecto de reconstrucción de Euskadi está indisolublemente ligado al euskera, y no podemos aceptar ni para nosotros ni para nuestros descendientes, una Euskadi sin euskera.”

 

Y la función de la escuela: “[…] como consecuencia de lo que antecede, la escuela tiene la finalidad [sic] de euskaldunizar a los niños que desconozcan el euskera, tarea gigantesca que hay que acometer con objetivos claros y con paso firme y seguro”

 

¿Será necesario explicarlo con más claridad?

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