Doble cara, y además endurecida
Jano fue un dios romano con doble faz. Los políticos españoles se deben creer de su misma naturaleza, y además endurecen sus rostros y a todas, a las duras y a las maduras, quieren estar.
Con mirada limpia y las pasiones bajo guarda, hemos de contemplar la presente situación nacional. En pocos momentos de la historia de España se puede apreciar mejor que en esta la brutal inoperancia de nuestros actores, aquellos que deberían estar llamados a dar su empujón a los obstáculos y liberar las aguas estancadas. Inoperancia que es como decir incapacidad para escapar de un callejón sin salida. Todos, absolutamente todos los actores que juegan esta endiablada partida, se han metido con gusto e inconsciencia en vías muertas, en redes de araña, en pozos y pantanos mefíticos.
Veamos a don Pedro el Dialogante, dispuesto a hablar con una dura pared o con bandas de macacos, violentos y alucinados, como son las bandas separatistas. La lealtad que les debe a tales bandas, que no dialogan sino que "quieren decidir", toda ella explicada por los votos prestados en una investidura contra natura, significa la deslealtad hacia una Constitución que dice defender, y que a la par pretende reformar. La reforma de la Constitución para satisfacer a bandas anti-constitucionales es un insulto a la lógica formal y a la inteligencia. Es un insulto al Principio de Contradicción. Es un monumento a la Cuadratura del Círculo.
Don Pedro el Dialogante es y será un interino que se sienta "de prestado" en la Moncloa, un "okupa", como dice y siente gran parte del pueblo. El Pueblo no le puso en la poltrona. Facinerosos y macacos "que quieren decidir" lo hicieron en gran parte. La Ley y el Diálogo son cosas de muy diversa naturaleza alojadas cada una de ellas en muy distinto nivel. En España llaman diálogo entre dos partes a un complot en donde ocurre lo siguiente: que una parte se obstina y pone como premisa violentar la Ley, y pugna por hacer partícipe a la otra de esa flagrante violación. Pero esto no es sino la contradicción de la Ley misma, su destrucción, el remplazo del marco de todo Diálogo posible por un marco extraño donde se encuentra el Diálogo extra-legal, dígase cambalache, arrogándose el nivel mismo que a la Ley y sólo a la Ley le corresponde. La aceptación de esta entronización del Diálogo por encima de la Ley, al margen de la Ley y en contra de la Ley es algo que no pinta nada bien en el porvenir de un partido, el socialista, antaño tenido por "constitucionalista" en grado sumo, pilar y valladar de una Unidad de España a quien don Pedro el Dialogante parece dispuesto a canjear, en su juego de "Monopoly", por otro semestre de poltrona.
Pero también es vía muerta para el alucinado Torra, a quien los propios socialistas pedrosanchistas llaman, para espanto general, un "homólogo" y un "anfitrión" ante visitas previstas del gobierno "de Madrid" al feudo catalán. De igual a igual dialogarán "los dos presidentes". De hecho, esa partida del igualitarismo pre-separatista ya la llevan ganando, tiempo ha, los Pujoles, los Ibarretxes, los Mas y los Otegis, los Puigdemontes y demás población foruncular de esta España gangrenada.
Las autonomías degeneraron en experimentos pre-estatales, y a la parte centrífuga y despilfarradora de estos entes "descentralizados" les salió demasiado bien. Es lo que le pasa al maestro cuando trata al alumno como "colega", y al capitán cuando le da por ponerse al nivel del recluta: la parte jerárquicamente subordinada se lo cree, y la jerarquía natural se va al garete. La incomprensión de la realidad regional de España fue tan profunda, y la manipulación de la misma fue tan intensa, que ahora España entera es recluta, si no rehén, de unos engreídos matones, matones y mafiosos que osan amenazar a aquellas instituciones a quienes les deberían rendir lealtad y, llegado el caso, obediencia. Pero la vía muerta del alucinado Torra está ante sus narices. Consiste en que tome la decisión que tome, él mismo, revolucionario de salón, no puede hacer sino una expectoración contra el viento. Su policía, absurdamente delegada y transferida "por Madrid", se quemará en la represión o en la inacción ante aquellos "comités" que aún le aúpan como presidente sobre el pavés de revolucionario de salón. Haga lo que haga esta policía catalana estará mal, y perjudicará al revolucionario Torra, pues él también, como don Pedro el Dialogante, usa y abusa de instituciones que emanan de una Ley que quiere quebrar al tiempo que les aseguran remuneración, coche oficial, y carácter igualmente oficial. Pero no se puede nadar y guardar la ropa. No se puede estar en la procesión y repicando. No se puede admitir una cosa y su negación. Torra representa formalmente al Estado que oficialmente llamamos Reino de España y él no puede dialogar con don Pedro o "con España" como si él en persona fuera Cataluña, sino tan solo representar oficialmente a una región española y hacerse co-responsable del mantenimiento de la Ley y el Orden en esa parte de España. Ser rebelde, sedicente, revolucionario o conculcador de la Ley, y a la vez ostentar cargos públicos, representación oficial y mando en plaza de acuerdo con esa Ley, es contradicción y violación, es algo que no debe quedar sin efecto. Una de las dos caras de Torra, bien endurecidas, debe disolverse en ácido: la del revolucionario o la de Alto representante del Estado.
En la encrucijada en que se halla España no hay más salida que dar pasos firmes y adelante. Aplíquese la Ley. Sobre todo, la Ley Penal.
Jano fue un dios romano con doble faz. Los políticos españoles se deben creer de su misma naturaleza, y además endurecen sus rostros y a todas, a las duras y a las maduras, quieren estar.
Con mirada limpia y las pasiones bajo guarda, hemos de contemplar la presente situación nacional. En pocos momentos de la historia de España se puede apreciar mejor que en esta la brutal inoperancia de nuestros actores, aquellos que deberían estar llamados a dar su empujón a los obstáculos y liberar las aguas estancadas. Inoperancia que es como decir incapacidad para escapar de un callejón sin salida. Todos, absolutamente todos los actores que juegan esta endiablada partida, se han metido con gusto e inconsciencia en vías muertas, en redes de araña, en pozos y pantanos mefíticos.
Veamos a don Pedro el Dialogante, dispuesto a hablar con una dura pared o con bandas de macacos, violentos y alucinados, como son las bandas separatistas. La lealtad que les debe a tales bandas, que no dialogan sino que "quieren decidir", toda ella explicada por los votos prestados en una investidura contra natura, significa la deslealtad hacia una Constitución que dice defender, y que a la par pretende reformar. La reforma de la Constitución para satisfacer a bandas anti-constitucionales es un insulto a la lógica formal y a la inteligencia. Es un insulto al Principio de Contradicción. Es un monumento a la Cuadratura del Círculo.
Don Pedro el Dialogante es y será un interino que se sienta "de prestado" en la Moncloa, un "okupa", como dice y siente gran parte del pueblo. El Pueblo no le puso en la poltrona. Facinerosos y macacos "que quieren decidir" lo hicieron en gran parte. La Ley y el Diálogo son cosas de muy diversa naturaleza alojadas cada una de ellas en muy distinto nivel. En España llaman diálogo entre dos partes a un complot en donde ocurre lo siguiente: que una parte se obstina y pone como premisa violentar la Ley, y pugna por hacer partícipe a la otra de esa flagrante violación. Pero esto no es sino la contradicción de la Ley misma, su destrucción, el remplazo del marco de todo Diálogo posible por un marco extraño donde se encuentra el Diálogo extra-legal, dígase cambalache, arrogándose el nivel mismo que a la Ley y sólo a la Ley le corresponde. La aceptación de esta entronización del Diálogo por encima de la Ley, al margen de la Ley y en contra de la Ley es algo que no pinta nada bien en el porvenir de un partido, el socialista, antaño tenido por "constitucionalista" en grado sumo, pilar y valladar de una Unidad de España a quien don Pedro el Dialogante parece dispuesto a canjear, en su juego de "Monopoly", por otro semestre de poltrona.
Pero también es vía muerta para el alucinado Torra, a quien los propios socialistas pedrosanchistas llaman, para espanto general, un "homólogo" y un "anfitrión" ante visitas previstas del gobierno "de Madrid" al feudo catalán. De igual a igual dialogarán "los dos presidentes". De hecho, esa partida del igualitarismo pre-separatista ya la llevan ganando, tiempo ha, los Pujoles, los Ibarretxes, los Mas y los Otegis, los Puigdemontes y demás población foruncular de esta España gangrenada.
Las autonomías degeneraron en experimentos pre-estatales, y a la parte centrífuga y despilfarradora de estos entes "descentralizados" les salió demasiado bien. Es lo que le pasa al maestro cuando trata al alumno como "colega", y al capitán cuando le da por ponerse al nivel del recluta: la parte jerárquicamente subordinada se lo cree, y la jerarquía natural se va al garete. La incomprensión de la realidad regional de España fue tan profunda, y la manipulación de la misma fue tan intensa, que ahora España entera es recluta, si no rehén, de unos engreídos matones, matones y mafiosos que osan amenazar a aquellas instituciones a quienes les deberían rendir lealtad y, llegado el caso, obediencia. Pero la vía muerta del alucinado Torra está ante sus narices. Consiste en que tome la decisión que tome, él mismo, revolucionario de salón, no puede hacer sino una expectoración contra el viento. Su policía, absurdamente delegada y transferida "por Madrid", se quemará en la represión o en la inacción ante aquellos "comités" que aún le aúpan como presidente sobre el pavés de revolucionario de salón. Haga lo que haga esta policía catalana estará mal, y perjudicará al revolucionario Torra, pues él también, como don Pedro el Dialogante, usa y abusa de instituciones que emanan de una Ley que quiere quebrar al tiempo que les aseguran remuneración, coche oficial, y carácter igualmente oficial. Pero no se puede nadar y guardar la ropa. No se puede estar en la procesión y repicando. No se puede admitir una cosa y su negación. Torra representa formalmente al Estado que oficialmente llamamos Reino de España y él no puede dialogar con don Pedro o "con España" como si él en persona fuera Cataluña, sino tan solo representar oficialmente a una región española y hacerse co-responsable del mantenimiento de la Ley y el Orden en esa parte de España. Ser rebelde, sedicente, revolucionario o conculcador de la Ley, y a la vez ostentar cargos públicos, representación oficial y mando en plaza de acuerdo con esa Ley, es contradicción y violación, es algo que no debe quedar sin efecto. Una de las dos caras de Torra, bien endurecidas, debe disolverse en ácido: la del revolucionario o la de Alto representante del Estado.
En la encrucijada en que se halla España no hay más salida que dar pasos firmes y adelante. Aplíquese la Ley. Sobre todo, la Ley Penal.