Recuerdos de... anteayer (Herenegun)
El tiempo transcurre inapelable, nada ni nadie puede detenerlo y los recuerdos permanecen nítidos e imperecederos como si hubieran ocurrido digamos que anteayer (herenegun).
El año 1985 daba sus últimos coletazos y boqueadas, se despedía para siempre y todo estaba preparado para el consabido ritual, despedir un año para recibir a su sustituto con música, jolgorio y algazara.
El calendario marcaba el lunes 30 de diciembre y la muerte agazapada tenía una cita no en Samarra sino en Lasarte, donde un hombre de bien, esposo, padre, suegro, hermano, cuñado, trabajador, convecino se disponía a acudir a su trabajo, el último día de su vida laboral que por voluntad de unos autodenominados gudaris con un pretendido RH superior se convirtió también en el último de su vida terrenal.
Parece que fue anteayer (herenegun) cuando salió de casa, contento y satisfecho; había cumplido con honor, su principal divisa, con todos y con todo. La víspera asistió con su esposa a la Santa Misa y comulgó, estaba en gracia de Dios.
Iba caminando, llevaba en una mano una cartera, una bolsa en la otra y la cabeza bien alta como todo ser humano decente y noble. Eran las 07:45 de la mañana, una oscuridad total difuminada en parte por la luz de las farolas, cuando dos esbirros del mal se le acercaron hablando por boca de sus pistolas; cinco disparos a quemarropa en la cabeza para acto seguido, una vez caído en el suelo, y en demostración de su gallardía, rematarle con dos disparos adicionales.
Ha llovido mucho desde entonces, desde ese lejano anteayer (herenegun); los canallas se vieron forzados a levantar bandera blanca, estaban acorralados, operativamente derrotados y era obligado un cambio de estrategia.
Aquella época aciaga cada día está más lejana aunque a veces tengamos la sensación que todo ello sucedió ayer, anteayer (herenegun). Quienes lo sufrieron solo piden que a día de hoy no se disuelva el relato, no se deforme la memoria, no se barnize la tragedia, no se trivializen los hechos, no se manipule en las aulas lo sucedido y no se declare un final en tablas.
El protagonista de esta historia se llamaba Alejandro, nos parece que ayer, anteayer (herenegun), todavía estaba entre nosotros y sigue resonando el eco de mi voz llamándole papá.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria
El tiempo transcurre inapelable, nada ni nadie puede detenerlo y los recuerdos permanecen nítidos e imperecederos como si hubieran ocurrido digamos que anteayer (herenegun).
El año 1985 daba sus últimos coletazos y boqueadas, se despedía para siempre y todo estaba preparado para el consabido ritual, despedir un año para recibir a su sustituto con música, jolgorio y algazara.
El calendario marcaba el lunes 30 de diciembre y la muerte agazapada tenía una cita no en Samarra sino en Lasarte, donde un hombre de bien, esposo, padre, suegro, hermano, cuñado, trabajador, convecino se disponía a acudir a su trabajo, el último día de su vida laboral que por voluntad de unos autodenominados gudaris con un pretendido RH superior se convirtió también en el último de su vida terrenal.
Parece que fue anteayer (herenegun) cuando salió de casa, contento y satisfecho; había cumplido con honor, su principal divisa, con todos y con todo. La víspera asistió con su esposa a la Santa Misa y comulgó, estaba en gracia de Dios.
Iba caminando, llevaba en una mano una cartera, una bolsa en la otra y la cabeza bien alta como todo ser humano decente y noble. Eran las 07:45 de la mañana, una oscuridad total difuminada en parte por la luz de las farolas, cuando dos esbirros del mal se le acercaron hablando por boca de sus pistolas; cinco disparos a quemarropa en la cabeza para acto seguido, una vez caído en el suelo, y en demostración de su gallardía, rematarle con dos disparos adicionales.
Ha llovido mucho desde entonces, desde ese lejano anteayer (herenegun); los canallas se vieron forzados a levantar bandera blanca, estaban acorralados, operativamente derrotados y era obligado un cambio de estrategia.
Aquella época aciaga cada día está más lejana aunque a veces tengamos la sensación que todo ello sucedió ayer, anteayer (herenegun). Quienes lo sufrieron solo piden que a día de hoy no se disuelva el relato, no se deforme la memoria, no se barnize la tragedia, no se trivializen los hechos, no se manipule en las aulas lo sucedido y no se declare un final en tablas.
El protagonista de esta historia se llamaba Alejandro, nos parece que ayer, anteayer (herenegun), todavía estaba entre nosotros y sigue resonando el eco de mi voz llamándole papá.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria