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Lunes, 07 de Enero de 2019 Tiempo de lectura:
“No se puede enseñar a treinta adolescentes si en el aula no imperan unas normas de urbanidad y de buenos modales”

Ricardo Moreno Castillo: “La igualdad de oportunidades crea la desigualdad de resultados entre quienes aprovechan las oportunidades y quienes no”

[Img #15064]Licenciado en Matemáticas y doctor en Filosofía, el profesor Ricardo Moreno Castillo ha sido profesor de instituto durante varias décadas, hasta su reciente jubilación.

 

Autor de numerosos libros sobre la historia de las matemáticas, traductor de textos matemáticos medievales y responsable de varios ensayos sobre pensamiento (“Trece cartas a Dios”), Moreno Castillo es más conocido por sus libros sobre temas educativos. Entre éstos, destacan: “Panfleto antipedagógico” (Editorial Leqtor), prologado por Fernando Savater; “De la buena y la mala educación” (Los Libros del Lince), prologado por Eduardo Mendoza, y “La conjura de los ignorantes” (Editorial Pasos Perdidos), prologado por Arcadi Espada. Sobre todos estos temas sigue trabajando y escribiendo en la actualidad y sobre estos temas reflexiona en una entrevista exclusiva concedida a la Revista Naves en Llamas, de la que reproducimos algunos de los extractos más destacados.

 

Cuando hablamos del fracaso del sistema de enseñanza, ¿de qué estamos hablando concretamente?: ¿de una escasa ‘cantidad’ de conocimientos transmitidos?; ¿del abandono de la transmisión de valores éticos?; ¿de las carencias en ‘educación’, en el sentido más tradicional del término, entendida ésta como “urbanidad”, “modales”, etc.?

 

El fracaso escolar son varias cosas. La fundamental es la planteada en primer lugar: lo poquísimo que se aprende. Que tantos y tantos abandonen es una tragedia, pero lo más grave es que quienes acaban la ESO e incluso el Bachillerato (que oficialmente no entran en las estadísticas del “fracaso escolar”) llegan a la universidad con una formación peor que deficiente. En las facultades de ciencias ha sido necesario implantar un “curso 0” en el que se enseñan cosas elementalísimas que antaño sabían la mayoría de los estudiantes de 2º o 3º de Bachillerato. En las facultades de letras es casi imposible hablar de etimologías o de gramática histórica por culpa del arrinconamiento de las lenguas clásicas.

 

Me pregunta por los valores. Los valores son aquellas cosas que “valen” por sí mismas y no como medio para otra cosa (aunque luego puedan resultar útiles). Por ejemplo, tener amigos puede ser útil porque tienes quien te eche una mano en momentos de apuro, pero la amistad es un valor en sí misma, y quien busque amigos pensando en su utilidad va por el camino equivocado, y no ha entendido nada de lo que es la amistad. Pues bien, el valor fundamental que se ha de transmitir en la enseñanza no universitaria es el saber, el saber no necesariamente utilitario, sino el que vale por sí mismo. El saber conducir puede tener ventajas prácticas, pero quien sabe conducir no es por ello más culto que quien no sabe. Pero quien es aficionado a la lectura, la historia o las matemáticas, sí es más culto que quien carece de esta clase de aficiones.

 

Y en lo que toca a los modales, también ha habido un enorme deterioro. La cortesía es también un valor, porque es el trato que damos a los demás en cuanto personas, el reconocimiento del otro como ser humano. No todas las personas que nos topamos por la vida son acreedores de nuestra amistad, pero sí de nuestra cortesía, porque la antipatía que podamos profesar hacia un semejante, por muy fundamentada que pueda estar, no lo despoja de su condición humana. Y no se puede enseñar a treinta adolescentes si en el aula no imperan unas normas de urbanidad y de buenos modales.

 

En su opinión, ¿cuáles son los principales problemas que padece el sistema educativo?

 

El primero y principal ya está dicho: el desprecio por el saber y la cortesía en cuanto que valen por sí mismos. Y esto no es un prejuicio, muchos catedráticos de las facultades de Pedagogía no ocultan este desprecio. Pensemos en este texto de José Luis Bernal Agudo, profesor de la Universidad de Zaragoza (tomado de “El  futuro de la educación y necesidades escolares: nuevas soluciones para nuevos problemas”): “Valores como la autonomía personal, creatividad, innovación serán universales en la nueva sociedad de la información. Educar no es transmitir datos, informaciones ni siquiera conocimientos, se trata sobre todo de formar personas que sean capaces de aprender a aprender”. El señor Bernal Agudo, en su desprecio por el saber (“el educar no es transmitir conocimientos”) no se ha enterado que a aprender se aprende aprendiendo, y que cuanto más culta y leída sea una persona mayor será su autonomía personal, creatividad y capacidad de innovación.

 

Sigamos con este texto de Xurxo Torres Santomé, catedrático de Didáctica y Organización escolar la Universidad de La Coruña (procedente de “Democracia, Instituciones Escolares, Diversidad y Justicia Social”, publicado en Actas del segundo congreso de Educación para el Desarrollo): “El problema de las escuelas tradicionales, con su fuerte énfasis en los contenidos culturales presentados en paquetes disciplinares, en forma de asignaturas, es que no logran que el alumnado sea capaz de ver esos contenidos como parte de su propio mundo”. No entiendo que alguien se escandalice del énfasis sobre los contenidos culturales en una institución cuya función principal consiste precisamente en la transmisión de la cultura. Y que el alumno no pueda verlos en principio como parte de su propio mundo es normal, pero la enseñanza ha de abrir ventanas a los estudiantes, enseñarles mundos nuevos que no conocían. Si los dejamos en el mundo de los niños, nunca se convertirán en adultos. Y se podrían citar muchas más textos de pedagogos que demuestran su desprecio por el saber, desprecio que ocultan bajo una hojarasca de palabrería: “aprender a aprender”, “cultivo de la autoestima”, “control de las emociones”...

 

¿Se ha dejado la enseñanza en manos de la izquierda política y cultural, tal y como se denuncia desde diferentes ámbitos?

 

Lamentablemente ha sido así, porque la izquierda ha caído en la falacia de la igualdad, y la igualdad solo es legítima en dos casos: la igualdad ante la ley y la igualdad de oportunidades. Pero unos aprovechan las oportunidades y otros no, por eso es un disparate pretender la igualdad de resultados. Esto solo se puede hacer bajando vergonzosamente los niveles y pasando de curso a quien no ha superado el anterior (sea por imperativo legal, por aprobados misericordiosos, por presiones de la Inspección o por “adaptaciones curriculares”, que es como llaman los pedagogos a algo que a lo que más se parece es a las rebajas de enero). La izquierda suele decir que si se suben los niveles se perjudica a las familias más desfavorecidas, por tener menos ambiente de estudio en casa y menos posibilidades de pagarse un profesor particular. Pero esto es una falacia: al bajar los niveles quien tiene posibilidades huye de la enseñanza pública hacia la privada y la brecha se hace mayor todavía. Con este argumento se habrían perdido Newton, Gauss, Copérnico, Kant y un largo etcétera de sabios y escritores que procedían de familias humildes. Pero no hace falta picar tan alto. La mayoría de mis mejores alumnos eran hijos de trabajadores, obreros o labradores, y esto era así porque el ambiente de estudio que no había en su casa lo encontraban en el instituto.

 

¿La pérdida de autoridad de los profesores es una de las claves del problema?

 

En efecto, es imposible dar una clase si el profesor no es quien manda dentro del aula. Sin la autoridad del educador sobre el educando, la educación es inviable. Y eso no quiere decir que los alumnos tengan que estar atemorizados, más bien es al contrario. Un estudiante irá más contento al instituto si sabe que la autoridad de los profesores le protegerá de los abusos de los más fuertes, y que aprenderá en mejores condiciones porque quienes no tienen interés por aprender no podrán boicotear el derecho de quienes sí quieren (que es lo contrario de lo que sucede ahora). Todos nos sentimos más seguros conduciendo si sabemos que hay agentes de tráfico multando a los imprudentes que si los locos del volante pudieran campar a sus anchas. Sin la autoridad en la carretera conduciríamos con más intranquilidad y menos seguridad porque estaríamos a merced de quienes no respetan las normas de tráfico. Algo parecido pasa en la escuela: la falta de autoridad no da lugar a una alegre camaradería entre los estudiantes, sino al abuso de los más fuertes sobre los más débiles.

 

¿Dónde fueron a parar conceptos como “meritocracia”, “esfuerzo”, “disciplina”...?

 

Se considera que hablar de estas cosas crea desigualdades, pero es al revés. Sí desde muy temprano se inculca a los niños el hábito del esfuerzo y la disciplina, los resultados serán mejores para todos. Y si alguno es tan reacio a adquirir estos hábitos que es imposible enseñarle algo, sus resultados serán peores que los de sus compañeros. Pues qué le vamos a hacer. La igualdad de oportunidades crea la desigualdad de resultados entre quienes aprovechan las oportunidades y quienes no.

 

Entrevista íntegra en la Revista Naves en Llamas

 

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