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Ernesto Ladrón de Guevara
Lunes, 14 de Enero de 2019 Tiempo de lectura:

De cómo el nacionalismo ha tejido su red para la destrucción de España (VI)

Margaret MacMillan en su impresionante libro “1914 (De la paz a la guerra)” se pregunta de tal manera que da la respuesta en la propia pregunta:

 

“¿Fue Guillermo II [el Kaiser de Alemania y último rey de Prusia] el culpable de la Gran Guerra? ¿Fue Tirpitz? ¿Grey? ¿Moltke? ¿Berchtold? ¿Poinkaré? ¿O no hubo un culpable? ¿Hemos de volvernos más bien hacia las instituciones y las ideas? ¿Estados mayores demasiado poderosos, gobiernos absolutistas, darwinismo social, culto a la ofensiva, nacionalismo? Una vez más, las preguntas son tantas como las respuestas. Acaso a lo más que podamos aspirar es a entender lo mejor posible a aquellos individuos que debieron decidir entre la guerra y la paz, así como sus fuerzas y sus debilidades, sus amores, sus odios, sus prejuicios.” […]

 

Mi conclusión es que nacionalismo siempre equivale a guerra. La historia lo demuestra. Donde ha habido un nacionalismo exacerbado, excluyente, que vulnera los derechos individuales, ha concurrido violencia y guerra, convulsión y tragedia. La primera Guerra mundial y la segunda son ejemplos patentes. Las pugnas por la hegemonía, el control mundial, el expansionismo imperialista y la falta de unos mínimos principios de respeto a “los otros”, han llevado siempre al enfrentamiento y la vulneración de los derechos individuales. El siglo XIX y el XX están plagados de ejemplos que lo evidencian, pero en el propio siglo XXI, a nada que abramos un poco nuestra mente y la capacidad de análisis, recopilamos abundantes muestras que corroboran esta afirmación.

 

En el caso vasco (por supuesto también el catalán, balear, valenciano, gallego…) nacionalismo equivale a imposición. Tras más de treinta años de euskaldunización forzada y miles de millones invertidos en el adoctrinamiento político solamente uno de cada tres ciudadanos entiende la lengua y es capaz de utilizarla, y menos del quince por ciento la usa habitualmente.  Con solamente el 32 % de vascohablantes, si usamos las estadísticas oficiales, se impone una política de inmersión lingüística en la educación, que consiste en que el niño, de forma antinatural, aprende en una lengua que no oye en la calle en la mayor parte de los lugares de la geografía vasca, y, sobre todo en Álava y la Vizcaya occidental.

    

¿Cómo es posible que las sociedades vasca y catalana acepten sin rechistar algo tan irracional como que sus hijos, las nuevas generaciones, salgan mal preparadas del sistema educativo con el único objetivo de ser aceptados en el “sistema”?

 

El  IVEI (Instituto Vasco de Evaluación e Investigación Educativa) -mucho título para tan poco contenido-  en una evaluación diagnóstica de 2011 -no he tenido noticia de otras posteriores- hecha en 4º de E. Primaria y 2º de Secundaria dice que los escolares no euskalldunes de los modelos B y D que completaron la prueba de matemáticas en lengua vasca alcanzaron en torno a 20 puntos menos que el resto de los compañeros.

 

El problema de todo este montaje para la formación del espíritu nacionalista es que hay víctimas inocentes de todo este proceso. Y esas víctimas están siendo segregadas de facto y vulnerados sus derechos a la educación y a la igualdad de oportunidades.  Este mismo organismo tuvo un “lapsus” al decir la verdad de las realidades, sobre todo cuando afirmaba que  “el alumnado  cuya lengua familiar no coincide con la lengua de aplicación de la prueba obtiene en la competencia matemática resultados significativamente más bajas que quienes realizan la prueba en su lengua familiar” Y es que esto es obvio. La aptitud mental primaria del Razonamiento está contaminada por otro factor mental primario: la comprensión verbal. Y ésta, según los últimos informes PIRLS conocidos, están a nivel de suelo en el País Vasco. ¿A alguien le importa esto? Parece que no. Y lo triste es que a nivel social nadie se rebela contra esta situación. Comprensión verbal y Razonamiento están altamente correlacionados.

 

Lev Semenovitch Vygotski, encontró una relación intrínseca entre lenguaje y pensamiento, no en la concepción de lenguaje como expresión del pensamiento sino del acto verbal del pensamiento, es decir como unidad pensamiento-lenguaje en su dimensión holística.

 

    

Bruner, en su obra “Desarrollo cognitivo y educación” dice:

    

“Las etapas o estados han sido descritos por muy diversos investigadores que trabajan en lugares tan distantes entre sí como Ginebra, Moscú, París, Londres, Montreal, Chicago y Cambridge, paro a quienes les une una interesante semejanza, a pesar de las diferencias entre sus respectivas posturas. […]  en torno a la adolescencia ocurre algo muy especial. En este periodo el lenguaje va ganando importancia como mediador del pensamiento. […] Los conceptos adquieren una estructura cada vez más exclusivamente jerárquicos; el sujeto es capaz de manejar posibilidades alternativas mediante estrategias combinatorias.[…]

 

Los principales déficit parecen ser lingüísticos en el más amplio sentido: la falta de posibilidades de participar en diálogos, de hacer perífrasis, de interiorizar el habla como vehículo de pensamiento. Ninguno de estos temas se entiende muy bien, excepto el hecho de que el principio anteriormente expuesto parece operativo, esto es, que si no se dominan ciertas habilidades básicas otras posteriores y más elaboradas se tornan más difíciles de alcanzar. A tenor de este hecho podemos entender las crecientes diferencias en inteligencia con la edad existente en grupos culturales desfavorecidos.”

        

Ausubel, inventor del término “educación comprensiva” dice que la captación significativa por parte del sujeto está en función de la estructura mental del individuo en un momento dado, de los elementos relevantes de la misma. Es decir, del dominio del código lingüístico. Recordemos que es la fuente en la que se inspira la Reforma que dio lugar a la LOGSE y posteriores sucedáneos, hasta el presente. Y en este sentido Gimeno Sacristán, padre del actual sistema educativo desde su embrión logsiano, establece que la base psicológica que fundamenta el sistema del aprendizaje está basada en el lenguaje.

 

Pero, volvamos al nacionalismo esquilmador de libertades y derechos.

 

El Comité para la Eliminación de la Discriminación racial de la O.N.U, en un informe de septiembre de 1996 y posteriores, observaba como un motivo de especial preocupación  que en Cataluña y en el País Vasco “a los niños de la minoría castellana les puede resultar difícil recibir la educación en su lengua materna”. Igualmente, el Informe de la Comisión contra el Racismo y la Intolerancia del Consejo de Europa en enero de 1999 denunciaba las dificultades a las que, a veces se enfrentan los niños de lengua castellana residentes en Cataluña y País Vasco, “cuando se trata de recibir una educación en castellano en las escuelas”.  Y yo añadiría, Galicia, Valencia, Baleares, y en ascensión progresiva. Pues esto de las lenguas con boina parece que es muy rentable para los bolsillos de muchos, aunque sea totalmente pernicioso para la mayoría de la población.

    

La UNESCO reconoce el alto valor cognitivo y la beneficiosa influencia sobre la personalidad del niño que posee la enseñanza en lengua materna en las etapas iniciales de la enseñanza y el bilingüismo escolar, subrayando la naturaleza axiomática de la afirmación de que la lengua materna es el mejor medio para enseñar a un niño (año 2003).

    

Por tanto, si el lenguaje y la comprensión verbal tan machacada por los sistemas de inmersión lingüística, cuyo fundamento es la destrucción de la unidad constitucional de España y de la cohesión entre sus ciudadanos, son tan fundamentales. ¿Por qué nadie hace nada para impedir este disparate que arrasa con cualquier principio pedagógico? ¿Qué hay detrás de esta abulia política? ¿Es simple incompetencia o hay algo más? No quiero pensar que de lo que se trata es de fabricar muchos borregos, analfabetos funcionales y fracasados escolares y sociales para así componer una élite con unas diferencias interindividuales que no existían en el propio régimen franquista, hoy tan denostado. ¿O es acaso que no solamente los nacionalistas quieren romper España? ¿Acaso la izquierda, sea socialdemocrática o comunista, está en el mismo contubernio que los nacionalistas para cargarse nuestra patria común?

 

CONCLUSION

 

Los constitucionalistas de Cádiz, en 1812, plantearon la necesidad de la instrucción pública para formar ciudadanos en un nuevo escenario de superación del Antiguo Régimen. Así los súbditos aprenderían su nuevo papel de personas no sometidas a más poderes que los de la soberanía nacional como decisión colectiva configuradora de un estado nacional formado por el sumatorio de los ciudadanos con derecho a voto. Desde entonces, los nacionalismos periféricos que coexistieron en el seno de España desde la década final de ese siglo no admitieron ni reconocieron otra soberanía que la configurada por los ciudadanos de sus respectivos territorios, sometidos a sus dictados; negando la existencia de un legado común que uniera al conjunto de los territorios y ciudadanos de España. No reconocieron la historia común ni un proyecto de existencia también compartido desde el mismo momento en el que el fundador del nacionalismo vasco Sabino Arana introdujo la semilla del secesionismo nacionalista.

 

Sin embargo, los nacionalistas recogieron el mensaje socializador de los ilustrados del siglo XIX amoldándolo a sus pretensiones y desvirtuando la filosofía liberal que impregna aquel espíritu. El nacionalismo es el heredero natural en el fondo y en la cultura política del legado carlista tanto en lo que se refiere a la conjunción de religión y política, como en la escasa sensibilidad en cuanto al respeto al pluralismo y a la diversidad política y social que caracteriza a una sociedad como la vasca. Por ello, la educación como forma de aculturación y socialización nacionalista ha adquirido un especial relieve e importancia en las políticas nacionalistas, desviando el objeto esencial de la actividad educacional hacia un modelo de adoctrinamiento cultural y político como paso intermedio hacia la hegemonía social que se realiza a través de las conciencias y de las actitudes impregnadas desde las aulas.

 

El euskera, el catalán, el gallego…  en el mundo nacionalista es más que una lengua, es un vehículo para transmitir emociones y sentimientos, para comunicar actitudes y comportamientos, y para infundir un imaginario político y unos contenidos de conocimiento donde lo vasco se contrapone a otras identidades. De esta manera el nacionalismo ha conseguido reforzar los sentimientos identitarios.

 

Los nacionalistas han buscado un clima de victimismo y han fantaseado con unos enemigos inexistentes, necesarios para configurar un bloque político inexpugnable sobre la base de la ilusión virtual de un poder inexistente que ha oprimido a los vascos desde la noche de los tiempos. Ese imaginario nacionalista más próximo al mito y a la leyenda que a la realidad histórica ha ido consolidándose en las conciencias de las últimas generaciones a través de un sistema adoctrinador complementado por determinados medios de comunicación que están bajo el influjo nacionalista y otros mecanismos de aculturación.

 

Durante todo el siglo XX, y especialmente durante el periodo de la democracia constitucional inaugurada con la Constitución de 1978, los nacionalistas han conseguido hacerse fuertes ganando a las nuevas generaciones a través de una serie de instrumentos adoctrinadores mediante los que han canalizado una cosmovisión concreta del mundo y de las cosas que ha generado la sensación basada en la verdad a medias en algún caso o en la mentira sonrrojante de que Euskadi o Euskal Herria es una nación oprimida, colonizada y que tiene que alcanzar la emancipación. Esos instrumentos han sido básicamente las políticas de euskaldunización, la segregación genérica a través de la presión lingüistica del profesorado no adicto a las tesis nacionalistas, las ikastolas, los libros y material de enseñanza adulterados, y los elementos de aculturación difusa como son los albergues y colonias, las revistas infantiles y juveniles, los clubes de montaña, y todas las actividades que giran alrededor de la actividad educativa de las ikastolas y sus organizaciones culturales...

 

Todo ello ha servido de vehículo eficaz para crear una conciencia nacionalista de forma ambigua e impune desde un punto de vista jurídico, pero profundamente perturbadora y deleznable desde el plano moral. Con ello se han adulterado los principios que fundamentan la democracia. Si el pluralismo político y las libertades han estado sojuzgadas mediante un terrorismo explícito hasta hace muy poco y de forma latente en la actualidad, el respeto a los derechos fundamentales de las personas, aunque éstos no tengan una concreción suficiente en el ordenamiento jurídico como para instar a su amparo por los mecanismos ordinarios, también ha quedado en entredicho.

 

De ahí que la persecución, sutil pero efectiva y la presión velada o explícita al modelo A en el sistema educativo han sido los elementos más caracterizadores de esa política, adulterando el sentido originario de la ley de Normalización del Uso del Euskera y el diseño de modelos lingüísticos en la enseñanza que se basaban en el respeto a la realidad social y cultural de los territorios que conforman el País Vasco y en los derechos individuales

 

Todo ello se ha hecho con la pasividad y el consentimiento de los grandes partidos constitucionalistas que no han sabido o no han querido modificar esa realidad ni frenar los impulsos manipuladores del hecho educativo, posibilitando que el nacionalismo entretejiera un programa perfectamente planificado en el tiempo para diluir socialmente cualquier obstáculo a sus pretensiones y objetivos disgregadores de la unidad política y territorial de España.

 

La última página de la Historia en este proceso está aún por escribir.

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