Pensamiento totalitario
Los defensores del inmigracionismo forzoso recurren de nuevo a la "ciencia lúgubre". Entendemos por "ciencia lúgubre" en realidad un fatalismo pseudocientífico que afirma que aquello (malo) que está sucediendo, no tiene más remedio que suceder y contra ello no hay reacción posible, es locura detenerlo. Esta misma mañana lo hemos podido escuchar a un "experto" en Radio Nacional de España: "Europa será multicultural sí o sí". Con semejante aserto se asoma la patita del pensamiento totalitario. Este pensamiento totalitario decreta la inexorabilidad de los hechos, hechos sociales, demográficos, procesos históricos y económicos, todos ellos fatales y sin vuelta atrás. El pensamiento totalitario proscribe el enfrentamiento popular a los mismos e incluso prohíbe el cuestionamiento del fatalismo en sí mismo. Todo lo que está pasando en el mundo es pétreo e irreversible. Contra la dura piedra no cabe un acto de voluntad popular, una resistencia social, una decisión soberana, una barrera legal. "Sí o sí" en boca de un representante de una ONG "de acogida" significa una rendición de la sociedad y de los pueblos europeos ante las circunstancias, una renuncia a defender la integridad de nuestras tradiciones y de nuestra civilización, una llamada a la pasividad, a cruzarse de brazos.
Pero, en el mismo programa radiofónico de esta mañana dominical, programa carente de voces disidentes y críticas, otro "experto" complementa el fatalismo multicultural con la "naturalidad" supuesta de los movimientos migratorios. He aquí cómo, recurriendo a la ciencia de la historia, curiosamente, se incurre en un naturalismo no menos fatalista, un naturalismo que insta a la población europea autóctona a cruzarse de brazos, a no caer "en las trampas del populismo". "Siempre hubo migraciones", nos dicen. Cierto, cierto. En otras tertulias he escuchado parecidas sandeces. El Homo sapiens moderno procede de África, ergo el europeo "viene de África, justo como hacen los emigrantes de las pateras". También suele añadirse: "los españoles siempre fuimos emigrantes, primero en América, luego en Europa…" La manipulación burda del lobby inmigracionista no puede ser de peor especie.
Ciertamente, la población mundial ha estado en movimiento por el planeta desde que bajo el sol hubo unos homínidos que, andando el tiempo, devinieron humanos. Ciertamente, la búsqueda de recursos, el nomadismo, la existencia de imperios y las necesidades concomitantes a los mismos, las guerras de conquista, las sequías y cambios climáticos, todo ha hecho que los pueblos de la especie humana se desplazaran. Modernamente, las propias exigencias del capitalismo han determinado movimientos en masa de población. Pero volver la mirada hacia los distintos procesos históricos de movimiento poblacional, explicables cada uno por las causas más diversas y concretas, para así "naturalizar" el actual proceso de asalto a Europa, que tiene, también, sus propias causas y consecuencias, es un abuso de la Historia. El argumento es naturalista y alienante y reza así: "lo que siempre ha sido así, necesariamente tendrá que seguir siendo así". Según éste no-pensar, digno del orwelliano 1984, una vez que Hitler invadió Polonia en 1939, un hecho que también "fue así", tendríamos ya la premisa justificativa y naturalizadora para aceptar posteriores agresiones entre naciones soberanas. A partir de un hecho inaceptable cualquiera tendríamos que aceptar infinitos hechos igualmente inaceptables tan sólo por su analogía: "eso fue así y volverá a repetirse: las naciones siempre se han invadido unas a otras". Me parece que los expertos del lobby inmigracionista carecen de argumentos a la hora de querer implantar el derrotismo y el fatalismo en la conciencia de los pueblos "de acogida" forzosa. Los mismos argumentos con que pretenden que asumamos pasivamente el etnocidio de los europeos son los que sirven también para justificar las mayores atrocidades.
Es alienante considerar que un proceso que trae consecuencias muy negativas para la población nativa de Europa (bajada salarial generalizada, deterioro de la convivencia, aumento de la delincuencia, imposición del islam…) no es reversible y "que no hay nada que hacer". Estos "expertos", ante el acoso que empiezan a recibir por parte de los llamados populismos, irán desvelando cada vez más lo que su fatalismo significa, a quién obedecen, cuán totalitario es su pensamiento y cómo éste se aparta de todo cuanto significa voluntad popular. Porque argumentos de ese estilo, por muy humanitarias y progresistas que sean los credenciales de sus defensores, niegan de hecho la existencia de una voluntad popular. Más que argumentos son asertos imperativos: "Esto es así y no hay nada que hacer".
El inmigracionismo forzoso es incompatible con la democracia en otro aspecto que me parece sumamente peligroso. En el mismo programa de RNE mencionado antes, escuchado al azar y por muy breves minutos, pude hallar otra de sus claves. Uno de los "expertos" mencionó la necesidad de apelar a recursos "emocionales" para lograr de la gente la aceptación de extranjeros de otras culturas, entrados en nuestro continente en masa y de forma ilegal, con la colaboración, cuando no con el impulso, de esas mismas ONGs y fundaciones que producen "expertos". Dicho sea de paso: ¿por qué son "expertos"? Evidentemente, si yo me dedico a robar las peras del huerto de mi vecino, también me convierto en un excelente "experto" en robos en las huertas del vecindario. Pero vamos al argumento. Ante los micrófonos se decía que las ONGs inmigracionistas suministraban una información demasiado "racional", plagada de datos estadísticos y argumentos lógicos y éticos.
Era preciso causar impacto en los corazones, y no argumentar tanto. He aquí el alcance del papel que el periodismo inmigracionista juega con su plétora de "testimonios". Basta el testimonio (que puede ser, en sí mismo real y dado por el protagonista o el testigo de forma sincera) para oscurecer los aspectos más profundos y perniciosos del fenómeno inmigratorio. No niego el valor humano del periodismo testimonialista, pero advierto del peligro emotivo y, precisamente irracional que estas informaciones encierran. Una misma foto, al margen del trucaje y excluida cualquier trampa o mentira, puede dar un información sesgada dependiendo del zoom o del recorte de la escena. Y lo mismo sucede con declaraciones personales de testigos o protagonistas. Así que, de un lado, se pretende promover la pasividad ante el fatum, el destino inexorable de una Europa invadida. De otro lado se pretende excitar "el corazoncito" de esa misma población obligada a no hacer nada y a no poner obstáculos sino más bien facilidades al hecho.
Está en peligro la civilización europea, como está en peligro la viabilidad de un país asiático o africano que se vacía lanzando a su gente en pos de un señuelo. Están en peligro las vidas de personas criminal y/o irresponsablemente atraídas hacia un mundo que, culturalmente, no es el suyo. Atraídas por un consorcio de oligarquías y humanitarios bien pagados. Pero está en peligro nuestra propia tradición (de raíz helénica, por cierto) que es la tradición del pensamiento crítico y racional, la tradición (de raíz hispana y católica, también hay que decirlo) del derecho de resistencia popular ante la tiranía. Y de entre las tiranías, muy grave y dura es la tiranía del pensamiento.
Los defensores del inmigracionismo forzoso recurren de nuevo a la "ciencia lúgubre". Entendemos por "ciencia lúgubre" en realidad un fatalismo pseudocientífico que afirma que aquello (malo) que está sucediendo, no tiene más remedio que suceder y contra ello no hay reacción posible, es locura detenerlo. Esta misma mañana lo hemos podido escuchar a un "experto" en Radio Nacional de España: "Europa será multicultural sí o sí". Con semejante aserto se asoma la patita del pensamiento totalitario. Este pensamiento totalitario decreta la inexorabilidad de los hechos, hechos sociales, demográficos, procesos históricos y económicos, todos ellos fatales y sin vuelta atrás. El pensamiento totalitario proscribe el enfrentamiento popular a los mismos e incluso prohíbe el cuestionamiento del fatalismo en sí mismo. Todo lo que está pasando en el mundo es pétreo e irreversible. Contra la dura piedra no cabe un acto de voluntad popular, una resistencia social, una decisión soberana, una barrera legal. "Sí o sí" en boca de un representante de una ONG "de acogida" significa una rendición de la sociedad y de los pueblos europeos ante las circunstancias, una renuncia a defender la integridad de nuestras tradiciones y de nuestra civilización, una llamada a la pasividad, a cruzarse de brazos.
Pero, en el mismo programa radiofónico de esta mañana dominical, programa carente de voces disidentes y críticas, otro "experto" complementa el fatalismo multicultural con la "naturalidad" supuesta de los movimientos migratorios. He aquí cómo, recurriendo a la ciencia de la historia, curiosamente, se incurre en un naturalismo no menos fatalista, un naturalismo que insta a la población europea autóctona a cruzarse de brazos, a no caer "en las trampas del populismo". "Siempre hubo migraciones", nos dicen. Cierto, cierto. En otras tertulias he escuchado parecidas sandeces. El Homo sapiens moderno procede de África, ergo el europeo "viene de África, justo como hacen los emigrantes de las pateras". También suele añadirse: "los españoles siempre fuimos emigrantes, primero en América, luego en Europa…" La manipulación burda del lobby inmigracionista no puede ser de peor especie.
Ciertamente, la población mundial ha estado en movimiento por el planeta desde que bajo el sol hubo unos homínidos que, andando el tiempo, devinieron humanos. Ciertamente, la búsqueda de recursos, el nomadismo, la existencia de imperios y las necesidades concomitantes a los mismos, las guerras de conquista, las sequías y cambios climáticos, todo ha hecho que los pueblos de la especie humana se desplazaran. Modernamente, las propias exigencias del capitalismo han determinado movimientos en masa de población. Pero volver la mirada hacia los distintos procesos históricos de movimiento poblacional, explicables cada uno por las causas más diversas y concretas, para así "naturalizar" el actual proceso de asalto a Europa, que tiene, también, sus propias causas y consecuencias, es un abuso de la Historia. El argumento es naturalista y alienante y reza así: "lo que siempre ha sido así, necesariamente tendrá que seguir siendo así". Según éste no-pensar, digno del orwelliano 1984, una vez que Hitler invadió Polonia en 1939, un hecho que también "fue así", tendríamos ya la premisa justificativa y naturalizadora para aceptar posteriores agresiones entre naciones soberanas. A partir de un hecho inaceptable cualquiera tendríamos que aceptar infinitos hechos igualmente inaceptables tan sólo por su analogía: "eso fue así y volverá a repetirse: las naciones siempre se han invadido unas a otras". Me parece que los expertos del lobby inmigracionista carecen de argumentos a la hora de querer implantar el derrotismo y el fatalismo en la conciencia de los pueblos "de acogida" forzosa. Los mismos argumentos con que pretenden que asumamos pasivamente el etnocidio de los europeos son los que sirven también para justificar las mayores atrocidades.
Es alienante considerar que un proceso que trae consecuencias muy negativas para la población nativa de Europa (bajada salarial generalizada, deterioro de la convivencia, aumento de la delincuencia, imposición del islam…) no es reversible y "que no hay nada que hacer". Estos "expertos", ante el acoso que empiezan a recibir por parte de los llamados populismos, irán desvelando cada vez más lo que su fatalismo significa, a quién obedecen, cuán totalitario es su pensamiento y cómo éste se aparta de todo cuanto significa voluntad popular. Porque argumentos de ese estilo, por muy humanitarias y progresistas que sean los credenciales de sus defensores, niegan de hecho la existencia de una voluntad popular. Más que argumentos son asertos imperativos: "Esto es así y no hay nada que hacer".
El inmigracionismo forzoso es incompatible con la democracia en otro aspecto que me parece sumamente peligroso. En el mismo programa de RNE mencionado antes, escuchado al azar y por muy breves minutos, pude hallar otra de sus claves. Uno de los "expertos" mencionó la necesidad de apelar a recursos "emocionales" para lograr de la gente la aceptación de extranjeros de otras culturas, entrados en nuestro continente en masa y de forma ilegal, con la colaboración, cuando no con el impulso, de esas mismas ONGs y fundaciones que producen "expertos". Dicho sea de paso: ¿por qué son "expertos"? Evidentemente, si yo me dedico a robar las peras del huerto de mi vecino, también me convierto en un excelente "experto" en robos en las huertas del vecindario. Pero vamos al argumento. Ante los micrófonos se decía que las ONGs inmigracionistas suministraban una información demasiado "racional", plagada de datos estadísticos y argumentos lógicos y éticos.
Era preciso causar impacto en los corazones, y no argumentar tanto. He aquí el alcance del papel que el periodismo inmigracionista juega con su plétora de "testimonios". Basta el testimonio (que puede ser, en sí mismo real y dado por el protagonista o el testigo de forma sincera) para oscurecer los aspectos más profundos y perniciosos del fenómeno inmigratorio. No niego el valor humano del periodismo testimonialista, pero advierto del peligro emotivo y, precisamente irracional que estas informaciones encierran. Una misma foto, al margen del trucaje y excluida cualquier trampa o mentira, puede dar un información sesgada dependiendo del zoom o del recorte de la escena. Y lo mismo sucede con declaraciones personales de testigos o protagonistas. Así que, de un lado, se pretende promover la pasividad ante el fatum, el destino inexorable de una Europa invadida. De otro lado se pretende excitar "el corazoncito" de esa misma población obligada a no hacer nada y a no poner obstáculos sino más bien facilidades al hecho.
Está en peligro la civilización europea, como está en peligro la viabilidad de un país asiático o africano que se vacía lanzando a su gente en pos de un señuelo. Están en peligro las vidas de personas criminal y/o irresponsablemente atraídas hacia un mundo que, culturalmente, no es el suyo. Atraídas por un consorcio de oligarquías y humanitarios bien pagados. Pero está en peligro nuestra propia tradición (de raíz helénica, por cierto) que es la tradición del pensamiento crítico y racional, la tradición (de raíz hispana y católica, también hay que decirlo) del derecho de resistencia popular ante la tiranía. Y de entre las tiranías, muy grave y dura es la tiranía del pensamiento.