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Ernesto Ladrón de Guevara
Miércoles, 30 de Enero de 2019 Tiempo de lectura:

Recuperar las políticas de Estado y el sentido de pertenencia a España

Leo que Sánchez, es decir su Gobierno sin legitimidad de origen por no nacer del voto ciudadano sino de una componenda parlamentaria, ha dado luz verde a la Generalidad de Cataluña para la compra de material de guerra. Se entiende que son armas de guerra las armas largas de gran alcance y precisión con alta frecuencia de disparo. La compra de esas mismas armas fue bloqueada por el Gobierno de Rajoy por entender que era improcedente esa adquisición, ya que el Gobierno secesionista pretendía formar un ejército en Cataluña, lo cual inducía a las peores previsiones. A esas armas le acompaña munición de guerra, tal como viene recogido en el BOE.

 

No quiero suponer que esta tenebrosa cuestión esté motivada por estupidez o ignorancia, pero tampoco cabe en mi cabeza que sea por razones espurias o de simple traición a la seguridad del Estado. Sería demasiado grave. En todo caso, es realmente preocupante.

 

Este Gobierno carece de la necesaria responsabilidad y visión de Estado como para ser consentido por los ciudadanos, sobre todo porque se están tomando decisiones sin que hayamos sido consultados en las urnas para elegirlo. El hecho de que unos diputados electos decidan aupar a un señor que no ha alcanzado el beneplácito de las urnas no da pátina de legitimación. Eso creo yo, aunque son pocas las voces que claman en esta dirección. Igual el que está equivocado es este articulista.

 

En todo caso, urge dar una solución a esta situación de un espacio electoral, el del centro izquierda, que está huérfano. Originariamente, Ciudadanos, partido nacido en Cataluña para dar respuesta a la deriva independentista desde una óptica de izquierdas, abandonó ese espacio, renegando de él, por decisión de Albert Ribera que pretendía desplazar al PP del espacio del centro. Como resultado, tenemos un conglomerado de izquierda populista al que se ha sumado el PSOE de Sánchez que no representa al electorado socialdemócrata con vocación constitucionalista y enemigo de tentaciones rupturistas y segregacionistas. El PSC, y en menor medida el PSE vasco, han llevado al socialismo a un camino sin retorno y a posiciones de derrumbe; y podría ser que de desaparición a no mucho tardar, como sucedió en Grecia y actualmente en Francia. Con lo cual, la izquierda no encuentra su lugar, por retornar al cascarón neomarxista que tan malas experiencias a la humanidad ha proporcionado hasta ahora.

 

Los inicialmente promotores de Ciudadanos -aquel partido que atrajo las simpatías y esperanzas de los que siendo de izquierdas en Cataluña se sentían igualmente catalanes y españoles- constituyeron hace unos meses un partido que ocupa un espacio abandonado: el del centro izquierda nacional. Ese partido “dCIDE” fue fundado por Antonio Robles y Santiago Trancón, entre otros intelectuales y activistas con una trayectoria de resistencia al nacionalismo, mantenida en el tiempo, y con un mensaje ideológico que combate en el terreno de las ideas al nacionalismo. De momento es una opción muy poco conocida, que no acaba de despegar; pero no la perdamos de vista porque tiene mucho recorrido y sobre todo coherencia en el mensaje y sustancia intelectual, cosa que no es nada frecuente en la arena política.

 

En la Convención del PP este fin de semana se ha reconducido con mucha destreza la deriva hacia la nada que dejó como estela el presidente derrotado tras la moción de censura de Sánchez. El nuevo líder del partido nacido de las cenizas de UCD, el señor Casado, parecía proyectar una imagen de personaje político poco maduro para dirigir una estructura política como es la que ha concitado los apoyos del centro y de la derecha electoral durante algo más de un par de décadas. Sin embargo, la conclusión que saco yo, tras el seguimiento de dicho encuentro de los populares (que no es lo mismo que de los populistas, que se están desmoronando), es que Casado ya es un líder que ha alcanzado la mayoría de edad y está imprimiendo a la derecha de este país otro aire, otra energía, y un halo de ilusión que se había perdido. El discurso programático y declarativo del señor Casado tiene solidez, tiene sustancia y tiene argumentario para dar soluciones a los principales problemas de España, que son muchos. Yo había abandonado definitivamente el voto al partido de Rajoy, pero me lo estoy replanteando.

 

No obstante, hay que despejar algunas incógnitas antes de decidir el voto. Por ejemplo; si en el pasado los programas electorales y las declaraciones programáticas se las pasaban por la entrepierna en el PP, quién nos dice que no vaya a suceder de nuevo, en virtud de intereses partitocráticos que subordinen el bien común y las políticas de Estado a objetivos cortoplacistas. O la priorización de la simple toma del poder político para luego no ejercer las responsabilidades de gobierno dando respuesta a las dificultades sistémicas de España.

 

Otra interrogante es saber cómo van a gestionar esos objetivos y planteamientos de principio político con una minoría mayoritaria, en el mejor de los casos, que obligue a buscar apoyos en el redil nacionalista, como recurrentemente está sucediendo. Me extraña que no se planteen la necesidad de una reforma de la Ley electoral que impida que unos nacionalistas, que no llegan al 2% de las papeletas depositadas en las urnas en toda España, condicionen las políticas de Estado y la viabilidad de España como nación. Yo no entiendo cómo no se aborda programáticamente esta cuestión nuclear. Lo cual me hace pensar que sean palabras, palabras, palabras, como en la canción.

 

Por ejemplo, me limito a replicar esta frase que es representativa de las soflamas sin contenido real: “Y reduciremos el déficit y la deuda pública que de forma insolidaria repercutimos en impuestos a nuestros hijos y nietos”. Queda muy bien y es muy acertado. Pero si, como todos sabemos, la fuente que provoca ese déficit y deuda pública es la estructura autonómica en la que está configurado el Estado, que es como un sumidero por donde se va el presupuesto y se derrocha, engordando a los monstruos independentistas y fortaleciéndolos, no se da solución al problema estructural y sistémico. Por tanto, habremos de colegir que eso no tiene ninguna perspectiva de ser real, de ser cierto. Entonces, una vez más, tengo que pensar que es un brindis al sol, un canto para la galería, para quedar bien, a sabiendas de que no será posible.

 

Y no escribo más para no alargarme. Pero algo me indica que estas proclamas tan bellas e interesantes son papel mojado, y que para que sean creíbles tienen que tener credibilidad. Y ahí es donde tropezamos con una piedra difícil de retirar de ese camino para la recomposición de un partido que tiene como símbolo una gaviota, la cual está lastrada por un peso que no le deja levantar el vuelo.

    

Pero, por algún punto de partida hay que empezar. No está mal.

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