La destrucción de España
La ministra del Gobierno “ocupa”, “ilegítimo”, que en su día dijo que el dinero público “no es de nadie”, en su inanidad, ha aceptado con gusto y, al parecer con ganas, la propuesta de mediación internacional de los separatistas, golpistas y rebeldes que lograron romper la nación española. Pues, España ya está rota. Solo queda oficializar la fragmentación.
La citada individua, que no merece el trato de excelentísima, pues para ser eso hay que ser excelente -todo lo contrario de lo que es- ha cedido, una vez más, en posición de sodomita, a las pretensiones de poner a Cataluña en el rango de país que negocia con España en igualdad de estatus, como si ya fuera independiente de hecho; es decir, reconociendo su independencia con un simple gesto, al tratarle de igual a igual. Y para ello está decidida a la elección de un “relator”.
Para empezar, señora Calvo, un relator es una persona que relata, narra, cuenta o refiere alguna cosa, lo cual no viene a cuento, salvo que envíe al mensajero a que se chive de lo que dicen los contrarios en el urinario. Lo que usted envía en realidad no es un relator sino un mediador, cuya palabra no viene de medianía, sustantivo que refleja perfectamente lo que es este Gobierno, alejado como el excremento de la excelencia. Mediador significa, por si su doctorado es también copiado como el de Sánchez y no lo sabe, “persona que media entre dos personas o situaciones”. Y un mediador se nombra cuando esas dos partes se encuentran en similares posiciones o rangos, no cuando una de ellas tiene la fuerza de la autoridad nacida de la ley. Lo digo porque usted es, para sorpresa de muchos, doctora en Derecho Constitucional, y, a lo mejor no se ha dado cuenta de que usted representa al Gobierno de la nación; y Cataluña es una Comunidad Autónoma, es decir, un fragmento de Estado, el español.
Y, por tanto, accediendo a que un mediador medie entre su mal gobierno y la Generalitat, lo que está haciendo es reconocer el mismo nivel institucional de esa Comunidad que el gobierno que usted representa como vicepresidente. Lo cual es una dejación de sus obligaciones, una posible traición si esta decisión nace de una conspiración con los secesionistas; o, cuando menos, siendo benignos, una terrible irresponsabilidad que contradice su juramento al aceptar el cargo que representa.
Cumpla las obligaciones derivadas de su cargo si usted se siente legitimada para gobernar y no eche gasolina al fuego, pues no solamente se quemará usted sino todos los españoles a los que debe respeto, obediencia y servicio; pues para eso le pagamos sus emolumentos y gastos superfluos. Y si no es competente para ejercerlo, dimita, cosa que yo que usted hubiera hecho al darme cuenta de su incapacidad para cumplir el ordenamiento constitucional porque ustedes dependen de la voluntad de los rebeldes para regir los destinos de nuestra patria común. Y para acatar, que no obedecer, esa Constitución de la que usted es profesora en alguna universidad de las muchas de España que están en la cola de resultados en Europa.
La ministra del Gobierno “ocupa”, “ilegítimo”, que en su día dijo que el dinero público “no es de nadie”, en su inanidad, ha aceptado con gusto y, al parecer con ganas, la propuesta de mediación internacional de los separatistas, golpistas y rebeldes que lograron romper la nación española. Pues, España ya está rota. Solo queda oficializar la fragmentación.
La citada individua, que no merece el trato de excelentísima, pues para ser eso hay que ser excelente -todo lo contrario de lo que es- ha cedido, una vez más, en posición de sodomita, a las pretensiones de poner a Cataluña en el rango de país que negocia con España en igualdad de estatus, como si ya fuera independiente de hecho; es decir, reconociendo su independencia con un simple gesto, al tratarle de igual a igual. Y para ello está decidida a la elección de un “relator”.
Para empezar, señora Calvo, un relator es una persona que relata, narra, cuenta o refiere alguna cosa, lo cual no viene a cuento, salvo que envíe al mensajero a que se chive de lo que dicen los contrarios en el urinario. Lo que usted envía en realidad no es un relator sino un mediador, cuya palabra no viene de medianía, sustantivo que refleja perfectamente lo que es este Gobierno, alejado como el excremento de la excelencia. Mediador significa, por si su doctorado es también copiado como el de Sánchez y no lo sabe, “persona que media entre dos personas o situaciones”. Y un mediador se nombra cuando esas dos partes se encuentran en similares posiciones o rangos, no cuando una de ellas tiene la fuerza de la autoridad nacida de la ley. Lo digo porque usted es, para sorpresa de muchos, doctora en Derecho Constitucional, y, a lo mejor no se ha dado cuenta de que usted representa al Gobierno de la nación; y Cataluña es una Comunidad Autónoma, es decir, un fragmento de Estado, el español.
Y, por tanto, accediendo a que un mediador medie entre su mal gobierno y la Generalitat, lo que está haciendo es reconocer el mismo nivel institucional de esa Comunidad que el gobierno que usted representa como vicepresidente. Lo cual es una dejación de sus obligaciones, una posible traición si esta decisión nace de una conspiración con los secesionistas; o, cuando menos, siendo benignos, una terrible irresponsabilidad que contradice su juramento al aceptar el cargo que representa.
Cumpla las obligaciones derivadas de su cargo si usted se siente legitimada para gobernar y no eche gasolina al fuego, pues no solamente se quemará usted sino todos los españoles a los que debe respeto, obediencia y servicio; pues para eso le pagamos sus emolumentos y gastos superfluos. Y si no es competente para ejercerlo, dimita, cosa que yo que usted hubiera hecho al darme cuenta de su incapacidad para cumplir el ordenamiento constitucional porque ustedes dependen de la voluntad de los rebeldes para regir los destinos de nuestra patria común. Y para acatar, que no obedecer, esa Constitución de la que usted es profesora en alguna universidad de las muchas de España que están en la cola de resultados en Europa.